Visitó un brujo haitiano y anduvo en tierras de santería, puso el oído en atención para escuchar las historias que le contaron los haitianos en los días en que los vientos de la vida y de la literatura lo llevaron a esa nación; todo eso para entender la religión vudú, que es protagonista e hilo conductor de El País de los espíritus, una novela que se mueve entre la ficción y la realidad, y entre lo mágico-religioso y lo político, y que desnuda el Haití más profundo, sus entramados políticos y sus enredos espirituales.

Miguel Ruiz Montañez es un escritor español enamorado del Caribe y de sus historias. Además de El país de los espíritus ha publicado las novelas La tumba de Colón y La sangre de Colón, entre otras, y tiene en preparación una sobre Porfirio Rubirosa, chivato internacional de la dictadura de Trujillo, dilapidador de los fondos públicos y, según el diario ABC de España, sospechoso de participar en el asesinato de Jesús de Galíndez.

El país de los espíritus es una obra escrita con minuciosidad y orfebrería en todo lo que tiene que ver con la cultura, la religiosidad y las formas de vida y de convivencia de la población haitiana. Y en ella queda visible la pequeña y difusa línea que divide la espiritualidad y el poder político, y la manera en que las creencias pueden ser utilizadas como una forma de sugestión, manipulación y opresión.

“Tengo claro que el vudú es una religión, tan respetable como tantas otras que hay en el mundo, pero a esa se la ha tratado injustamente, tal vez porque hay mucho miedo a entenderla”, sostiene.

En la ficción, Ruiz Montañez quiso ponerle color a la esperanza de Haití, pero en la realidad no pudo. Destinó parte de las ganancias de su libro a ayudas humanitarias en Haití, y envió un ejemplar al presidente de los Estados Unidos Bill Clinton, con la esperanza, según confiesa, de sumar voluntades en favor del pueblo haitiano, pero al final se le fatigaron las esperanzas. “Mis ojos miraron hacia un país encantador, un país que pedía ayuda a gritos, pero que no se deja ayudar, y eso me duele”, dice, Y lo dice con coraje. Y lo dice con impotencia.

El país de los espíritus.

¿De dónde proviene su pasión por el mar Caribe y por las tierras y las historias que hay en él?

Tengo la suerte de haber viajado a todos los continentes. Nací en Europa y pasé una etapa de mi vida muy conectado a Asia, incluso África la he visitado en muchas ocasiones, pero nada de eso despertó mi apetito cultural como el mar Caribe.

Desde el primer día que aterricé en Quisqueya, algo germinó dentro de mí y me hizo contar historias de esas tierras. Ahí comenzó mi relación con la literatura.

¿Qué procesos de investigación, de observación y de intercambios le llevaron al nivel de orfebrería que tiene la novela?

Soy uno de esos escritores que necesitan estar en los lugares que luego describe, que necesita respirar ese mismo aire y hablar con la gente. Esa fase de la construcción de una novela es fascinante, me encanta, tal vez porque luego viene la parte más dolorosa e intensa, la de unir miles de palabras y hacer que todo sea creíble y funcione, y lo más importante: que en ese periplo aparezca la magia de la literatura.

¿Qué tuvo que ver, qué tuvo que oler, qué tuvo que escuchar, qué tuvo qué palpar, qué tuvo que sentir para poder contar esta historia?

Miguel Ruiz.Foto: Lorenzo Carnero /agencia Puntopress

Un escritor en fase creativa es como una antena parabólica, capaz de captar miles de señales a su alrededor. Cuando me sumerjo en la fase de documentación me empapo de todos aquellos detalles que pienso van a servir a la obra, y para eso siempre llevo conmigo muchos cuadernos. Ahí anoto todo lo que veo, escucho, saboreo, etc… Obviamente, antes he diseñado una estructura del libro, un armazón de la obra, y eso me permite ir a lo concreto, visitar aquello que necesito, aunque siempre aparecen sorpresas. Luego, una vez que se publican mis libros, suelo releer esos mismos cuadernos, porque son una parte de mi vida.

¿En qué personas reales se inspiró y qué parte de la novela pertenece a sus recuerdos?

Muchas de las escenas que aparecen en El País de los Espíritus fueron elaboradas a partir de historias que me han contado haitianos, personas reales que han sufrido en sus carnes el desgarro de situaciones inverosímiles, y eso es tal vez lo más fuerte de mi libro.

Hay mucha realidad en esa novela. Desgraciadamente, es en la que menos he inventado; casi le podría haber puesto eso que tanto gusta a los yanquis: “basada en hechos reales”. Hay personajes a los que no he cambiado el nombre tan siquiera, y también aparecen dirigentes que son parte de la historia, y a esos siempre hay que respetarles su identidad.

Haití es una nación sobre la que pesan muchos prejuicios. ¿Tuvo que desaprender algo para abordar El país de los espíritus?

Quedé impresionado por el libro La isla mágica, de William Seabrook, que, aunque nada tiene que ver con la realidad actual, sí que me hizo aprender muchos rasgos de la cultura haitiana. Cuando uno escribe sobre Haití, es imprescindible que la religión forme parte de la obra, y de hecho, el título de la propia novela ya deja claro que así ha sido.

Su novela coquetea mucho con la política haitiana. ¿Es imposible escribir una novela como esa sin caer rendido ante las historias relacionadas con la política y el poder?

La política lo impregna todo en cualquier país del mundo, y en Haití no es distinto. Me fascina la historia de ese país, la trayectoria que ha seguido, tan llena de errores y frustraciones. He vivido en Francia; allí se vive por razones evidentes la situación haitiana con mucha pasión, aunque los franceses no se hayan involucrado apenas en un país que formó parte de su Imperio.

El primer país libre de América también ha sido el más desafortunado en su devenir con el paso del tiempo. Toda una paradoja.

Usted trata a Puerto Príncipe en su novela -a través de sus personajes- como un novio despechado, que tanto la quiere como la cuestiona. ¿Usted tiene una relación sentimental con Puerto Príncipe y con Haití, en general?

Muchas veces he pensado que la capital haitiana podría haber sido una ciudad como lo es hoy día Santo Domingo. Cada vez que aterrizo en la isla me sorprenden los dominicanos con avances, construcciones, carreteras, nuevos edificios y restaurantes de porte europeo.

Puerto Príncipe debería ser hoy día una urbe espectacular, una de las capitales latinoamericanas de referencia, y los acontecimientos la han superado. Ojalá esto cambie con el tiempo, y la tierra que habitó Anacaona vuelva a ser un edén.

No es una novela histórica con todas las de la ley, no es policíaca ni negra, no es un libro de historia ni de No Ficción, y no es, en fin, una novela tradicional. ¿Entonces, qué es este libro?

Desde el principio tuve claro que quería unir el pasado de los taínos y el terrible fin de Anacaona con la realidad actual de Haití, lanzando un mensaje de optimismo, porque ante todo yo quería eso, ser optimista ante una situación tan compleja como la actual, que ya dura demasiado tiempo.

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Pienso que la literatura no admite etiquetas, lo grandioso del género literario que llamamos novela es que deja grandes dosis de libertad al autor para contar lo que quiera, como quiera, incluso situando la trama en los tiempos que desee. Yo quise unir el pasado con el presente, y el toque de novela negra lo adquirió la obra por sí sola, por la especial situación del país.

En su libroEl enigma zombi. Un viaje alucinante por los secretos del vudú”, el antropólogo Wade Davis dice que Hollywood y los medios masivos de comunicación, con sus “interpretaciones sensacionalistas e inexactas”, son responsables de alterar la percepción que tiene el mundo sobre la religión vudú. ¿Usted, que lo trató como ficción, que percepción tiene del vudú como manifestación espiritual del pueblo haitiano?

Tengo que decir que para documentarme visité a un brujo, anduve por tierras de santería, e hice todo lo que pude para entender el vudú. Tengo claro que es una religión, tan respetable como tantas otras que hay en el mundo, pero a esa se la ha tratado injustamente, tal vez porque hay mucho miedo a entenderla.

Ya usted describió Cité Soleil, en clave de ficción, como un lugar fúnebre, oscuro e inmundo. ¿Si fuera a contar una historia de No Ficción ambientada en Cité Soleil, qué elementos resaltaría, especialmente hoy, que la realidad está alcanzando niveles de irrealidad?

Cité Soleil está sorprendiendo al mundo; es realmente difícil encontrar espacios parecidos en otros lugares. Tengo amigos que trabajan en organizaciones humanitarias y me cuentan que las cosas han empeorado, si es que eso es posible.

Hace más de 25 años fundé junto a otras personas una ONG. Hemos construido casitas, buscado recursos para ayudar a la gente, pero nada de eso ha servido para cambiar el rumbo. A pesar de todo, no pienso tirar la toalla, hay que seguir pensando que tiene solución.

¿Qué tan difusa es la línea que divide la ficción de la realidad en Haití?

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Esa frase que se suele decir, “la realidad supera a la ficción”, se reproduce en todo su esplendor en Haití. Hay asuntos que ocurren a diario allí, que incluso cuando te lo cuentan los noticieros de TV te parecen irreales, pero somos tan incrédulos, nos hemos acostumbrado de tal manera a digerir noticias extrañas, que ya nada nos causa sensación.

¿Siendo una ciudad tan surrealista, en qué se parece el Puerto Príncipe de su novela al Macondo de García Márquez?

Lo que el realismo mágico que Gabo supo plasmar con maestría en su obra es algo irrepetible, porque no solo creó un concepto en sí mismo, sino que abrió un camino a otros narradores. Sinceramente, no creo que puedan compararse. Definitivamente Macondo era un pretexto, mientras que Puerto Príncipe es una realidad.

¿Al final, que mensaje quiere que quede de su libro y de las historias que cuenta en él?

Un mensaje de esperanza. Eso fue lo que quise transmitir, y lo que aún deseo con toda mi alma, aunque tengo que decir que, tras unos años al terminar la novela, estoy muy defraudado por todo lo que ha ocurrido, nada ha salido como se esperaba, y las cosas van a peor. No hay ayuda que valga, me preocupa mucho pensar que la única solución es que el pueblo haitiano encuentre una solución para sí mismo, algo que se ve cada día más lejos.

¿Qué Haití miraron sus ojos, más allá de las ficciones de su novela?

Destiné parte de los ingresos por la venta de El País de los Espíritus a labores humanitarias, y envié un ejemplar del libro al expresidente de los Estados Unidos, Bill Clinton, pidiéndole que ayudase a los haitianos, como en 1995, exactamente como comienza la novela. Me devolvió una carta de agradecimiento con bonitas palabras, pero ni él ni yo hemos podido hacer nada para revertir la situación.

Mis ojos miraron hacia un país encantador, un país que pedía ayuda a gritos, pero que no se deja ayudar, y eso me duele.

Este es el tipo de pregunta que se le hace a un poeta, pero yo se la voy a hacer a un novelista que se llama Miguel Ruiz Montañez. ¿De qué color es el Haití que miraron sus ojos?

Miguel Ruiz.Foto: Lorenzo Carnero /agencia Puntopress

La respuesta fácil sería decir que negro, pero es precisamente lo que no quise transmitir con mi obra, si no un mensaje de esperanza. Yo no quise ver un futuro negro en esa parte de la isla, sino un futuro azul, como las maravillosas aguas de esas playas que podrían estar llenas de turistas, o podría decir que verde, un futuro verde con prados llenos de árboles.

Pero no, la realidad es otra, no hay árboles en Haití, se ha convertido en una tierra deforestada, así que, de nuevo, solo puedo hablar de esperanza, pero no sé exactamente de qué color es la esperanza.

Un novelista no está obligado a respetar la realidad ni tiene que aferrarse rigurosamente a los tiempos de las historias, pero sí tiene que dejar una huella en el tiempo. Entonces, ¿qué tipo de cronista tiene que ser un novelista?

Un novelista siempre intenta que su obra sea eterna, porque no hay mayor recompensa, ni tan siquiera unas ventas millonarias de la obra. En mi caso, soy un escritor que trata de ser fiel a la realidad, me gusta ser fiel a la Historia.

Ahora estoy escribiendo una novela sobre Porfirio Rubirosa, de nuevo regreso a la isla, aunque esta nueva entrega sea bien distinta de las anteriores. El tiempo dirá si acierto al tratar a ese personaje.