Al ser recogida aquí esa importante propuesta, por parte del sujeto-autor, sale a relucir aquella vieja fundamentación teórica que establece el vínculo entre las ciencias y las humanidades, lo cual debe ser sostenida como una práctica permanente, dentro y fuera de nuestros espacios áulicos, desde un enfoque epistémico.

Aquí está el maestro, en su posición dialógica de compartir saberes con el otro. La otredad es su público y a ella embiste con su decir, con su palabra de intelectual orgánico, comprometido con él mismo, con nosotros y con su tiempo.
Aquí tenemos al poeta… montado sobre su nube de tabardillos, oloroso a uvas, a cedro y al salitroso mangle del "Lago Enriquillo", apegado a nuestro Sur cimarrón, bravío y fecundo. 
Julio Cuevas en la presentación del libro de Matos Moquete.
Aquí está el artista de la palabra, con su estatura de exiliado, desde la integridad libertaria de su pensar, desde su decir y desde su hacer creativo y  cuestionador.
Hay aquí una teoría de la lengua, donde el sujeto en movimiento, parte de la palabra en uso y la asume como pieza íntima de su "residencia en tierra", como si proclamara al poeta Pablo Neruda y sus confesiones de haber vivido.
En este libro, "mi isla mi lenguaje ",  el lenguaje (respetando el concepto del sujeto-autor)), desde su expresión sígnica y simbólico-expresiva de la lengua, le sirve de acuñamiento al autor, para prefijar en el lector, los valores culturales y políticos que nos otorga la lengua, en la construcción de nuestros valores identitarios, como sujetos hablantes o como sujetos creadores.
El territorio, como marca social, pierde su sentido geográfico, para asumir la dimensión política  y cultural del sujeto en defensa de su razón de ser, como usuario, como facilitador y como militante en alerta, de su fundamento creador y de transformación que, en este caso, es su isla, su lenguaje o su lengua.
Su isla es nuestra isla y su lenguaje es nuestro lenguaje, convertido en lengua y en sentido del vivir y del morir, más allá de la frontera, siendo fronterizos, marcados por impuestos cortes culturales que traspasan nuestra soñada armonía, en el sabernos vecinos y estar tan distantes, por el interés y el poder de unos fulanos que ya han negociado nuestra vecindad.
Julio Cuevas y Manuel Matos Moquete.
He aquí una filosofía del lenguaje convertida en manual para el buen vivir, sacada de la cartilla errante de un zurdo, por no decir de un hombre de izquierda que ya no se aferra al dogma de algún color partidista, sino que vive apegado a sus sentidos, los que ha convertido en su patria, desde su errancia, lo cual le es, también,  vinculante a su lengua.
En estos relatos de la memoria o esta memoria de estos relatos, hay una tramada dialogía para los lectores. Están diseñados para que los lectores puedan conversar con el sujeto-autor, desde el discurso o desde la dialogicidad enunciativa que hoy le ha permitido a este narrador, contarnos sus vivencias, mientras él procura reconocerse y reinventarse, desde los rostros y sus miradas de la otredad.
Sabemos que la aridez de su semblante, está regida por aquella sureñidad que le es muy íntima a su tono de voz y a sus gestos patriarcales.
Desde aquí sentimos su rebeldía persistente y su procurarse en los demás, lo que le ha valido ser un paria radical que no se rinde al defender su ética, a veces, y otras veces, ser un poeta de transformaciones y reyertas, creyente de la dialéctica y de las transformaciones.
Ilustración del doctor Odalís G. Pérez.

Aquí descubrimos al filósofo del yo y del nosotros, fundidos en el discurso de alguien que nos cuenta o nos dice parte de su existir, para hacernos entender que él está sembrado, junto a su ombligo, en un pedazo de tierra tamayero, neibero, y, por naturaleza cimarrón, arremolinado en estos decires de voces que brotan de un habla  musical, ¡¡¡ úhiii, síii !!!, tan templadas y nobles, como el roble y el guayacán.

Desde esta obra se evidencia a un sujeto-autor abrazado a su vivir, abrazado a sus nostalgias y a sus añoranzas, para reconconfirmarnos su militancia de hombre sostenido por la palabra, desde la lengua en uso, en abierto movimiento, desde su cotidianidad, con su Tamayo a cuesta, convencido de que Tamayo es  "Compadre Mon", más allá del mito, hecho geografía, vagido del vivir y resignación patriótica.