José A. de la Rosa es un bien posicionado narrador dominicano, nacido en San Francisco de Macorís, municipio cabecero de la provincia Duarte. Ha publicado nueve novelas y dos libros de cuentos, textos en los que he tenido el honor de trabajar como editor, y en los que, al margen del indiscutible valor de muchas de las historias por los tópicos abordados, se respira una estimulante atmósfera poética, como se supone debe estar presente en toda buena producción narrativa.
Con frecuencia José y yo hablamos del valor de lo poético en el hecho narrativo, y siempre me decía que tenía muchos versos dispersos por ahí y que pensaba recogerlos en un volumen. Parte de esa compilación ha llegado a mis manos, y es sólo la primera de varias que nuestro escritor guarda en carpeta para futuras y no muy tardías publicaciones.
Así que nada tiene de sorprendente para mí el hecho de que José A. de la Rosa ponga ahora a disposición de sus lectores este valioso libro de versos, este Canto a la Naturaleza, lo que celebro doblemente, por su incursión de manera auspiciosa en la forma más elevada en que puede señorear la palabra, que es en la de la poesía, y porque de un tiempo a esta parte yo, que nunca he dejado de estar inmerso en permanentes lecturas de poemas, y en la producción de uno de otros textos de ese género, ahora lo estoy de forma mucho más apasionada, y varios de los poemas de este libro de alguna manera me convocan y sugieren, dados ciertos aspectos comunes en relación con nuestros mundos de infancia, adolescencia y juventud.
Canto a la Naturaleza es una especie de retrospectiva nostálgica de los tiempos de la infancia, la adolescencia y la juventud de su autor, vista desde la perspectiva de su edad provecta, tal vez desde la conciencia de su inminente finitud. Estas evocaciones buscan hacer partícipes, a las personas que accedan a las páginas de este libro, de esos tiempos en que la vida fluía de forma que el autor entiende era más sana, donde el amor parecía estar revestido de una inocencia ajena a este presente tumultuoso, ruidoso, envenenado. De la Rosa nos habla de aquellos sanos compartir entre amigos, en una ciudad alegre y limpia, al amparo de una naturaleza que estaba tan lejos de alcanzar los niveles de contaminación y degradación a la que hoy estamos enfrentados.
Estos cantos hurgan en aquellos tiempos serenos, de ríos caudalosos y limpios, a los que aún no habían llegado las muchas pestes que hoy envenenan sus aguas. En versos largos, como aprendidos del maestro Whitman, y que tuvieron sus empujes primigenios al aire libre, como aconsejaba este inmenso poeta, José A. de la Rosa le canta a la naturaleza, la celebra y la canta, como se cantaba y celebraba a sí mismo el gran poeta de Manhattan. Derrama amorosos cantos para las temidas y fructíferas aguas de mayo, para las hormigas, las abejas y las mariposas, para los ritos sagrados de siembras y cosechas, para festejar los árboles, los colores y fragancias de flores y la música de los pájaros. Este poemario también tiene espacio para cantar a las penas y dulzuras del amor, a la realidad de la muerte, a la sentida preocupación del autor por la persistente y al parecer indetenible degradación de los recursos medioambientales. En esta línea de inquietud, uno de los poemas más significativo del libro es un lamento por el deterioro sin nombre al que ha sido sometido nuestro emblemático río Jaya.
En este libro hay muchos poemas para celebrarse, pero el canto al río Jaya, a la loma Quita Espuela y al Pico Duarte bastan para hacer de esta lectura un ejercicio memorable. Esta ciudad del Jaya, que tiene inscrito nombres de alta significación en el parnaso local y nacional, no había contado con un poeta que prestara su pluma y sensibilidad a enaltecer estos valores topográficos, hídricos y medioambientales en sentido general. Sólo esto sería más que suficiente para que todo ciudadano dominicano, y principalmente oriundo de esta demarcación, consciente y sensible a estos temas de vital importancia para la preservación de nuestra especie, mostrara el mayor de los empeños en que este libro llegue a sus manos. Canto a la Naturaleza no sólo posee un valor artístico por su alto sentido en el manejo de las palabras, sino que es una oportuna advertencia sobre un asunto vital, como lo es la preservación del espacio planetario en que habitamos; lo que implica la asunción de la causa más noble que cualquier ser humano pueda asumir. Enhorabuena, José A. De la Rosa y su maravilloso Canto a la Naturaleza.
El Jaya, río de mi pueblo
Al frente vi la cordillera desafiante, pintada de azul cielo.
Y a lo lejos, las lomas onduladas bajo las majestuosas palmeras de mi pueblo. Bajo la sombra de un árbol detuve mis pasos.
Dirigí la vista hacia el prado verde, sobre los verdes bosques de malezas y arbustos, por donde el río Jaya canta su canción de invierno.
Mi frente ardía bajo aquel árbol. El calor me era sofocante. Estallaban en llamas los recuerdos en mi cerebro. Imágenes impregnadas de toda esa soledad.
Sólo el resplandor del Sol sobre la línea viviente del horizonte, allá a lo lejos.
Entonces miré los sembradíos con detenimiento. Hombres arañando la tierra, voces de gratitud al unísono, campesinos salpicados de sol, levantando los machetes para extirpar las rabiosas malezas, establecimientos de las cosas terrestres.
Océano inconmensurable de la naturaleza misma.
Luego caminé por polvorientos caminos, rocas casi intransitables, piedras calcinadas por el sol que aguijonea la piel. Caminé junto a juncos de tallos flexibles, sorteando siempre gruesos bejucos y raíces de árboles machacados por el correr del tiempo.
Tiempo invasor, actitud ambivalente, fibras trenzadas de la naturaleza misma.
Mini biografía J. A. de la Rosa
Nació en San Francisco de Macorís, el 11 de febrero de 1947. Cursó estudios primarios en la escuela Manuel María Castillo de esta ciudad de San Francisco de Macorís, donde hizo sus primeros pininos en la escritura de poemas. En su juventud desempeñó varios oficios: hizo de chofer, mecánico, pintor, desabollador, jardinero, entre otros.
Residió en el Estado de New York, en 1969, donde obtuvo el High School, equivalente al diploma en la Universidad en el Estado de New York, en 1972.
Luego estudió locución con el prestigioso locutor de noticias Miguel Ángel Torres, en Cambridge University, en 1978. Entre 1985-86 es reconocido por su participación en clase de inglés (AS A SECOND LANGUAGE).
En 1987 es galardonado en Stornville school por su poema Muero cada noche, traducido al inglés. En 1988 obtiene reconocimiento por su participación en el programa (Marist Callege Bilingual Transition Program). En 1993 se gradúa de Psicología en Marist College University Pougheepsi, New York.
Estudió dos años Historia de África, experiencia que le ayudó a encontrarse con sus raíces.
J.A. de la Rosa es novelista, cuentista, comunicador; también escribe poemas.
Ha publicado los siguientes libros:
Infierno, una experiencia para contar (Novela, 2016)
Cuando el silencio tiembla (Novela, 2017)
Los perros de mi pueblo (Novela, 2019)
Cuentos desconcertantes (Cuento, 2020)
Amor en tiempos de bachata (Novela, 2021)
La agonía de Balaguer (Novela, 2023)
El Italiano (Novela, 2023)