El auditorio estaba repleto de admiradores, colegas y discípulos.
Amantes de las letras, con equipajes cargados de musas y relatos, acudimos a la cita de un periplo insospechable.
Exquisitos cantautores se unieron al coro para homenajear al inmarcesible gestor cultural.
Emisores y receptores compartimos emociones. En las paredes, las fotografías de poetas y escritores parecían vibrar de entusiasmo al interior de la sala Aída Cartagena Portalatín, de la Biblioteca Nacional Pedro Henríquez Ureña, el miércoles 20 de marzo del presente año, en víspera del Día Mundial de la Poesía.
No es para menos. Sin dudas, la fructífera trayectoria del maestro Ángel Ramón Saba Cabral le hace merecedor de respeto, gratitud, admiración, afectos.
Cuando la noche aún era temprana, justo a las 7:17, la conductora de la ceremonia, Nexcy De León, nos introdujo magistralmente al acto consabido.
Jennet Tineo y Luis Navarro contextualizaron brevemente acerca de la obra del homenajeado. Prístinas rimas brotaron de creadores y fans: Plinio Chahín, Solángel Román, Aquiles Julián, Gladys Almonte y el versátil escultor literario César Sánchez Beras.
Casi de inmediato, se colocó en el proscenio una artista de sólida voz meliflua, quien acompañada de su afinada guitarra brilló con la musicalización de un soneto escrito por el propio Ramón Saba. Alicia Baroni apuntaló la magia del repertorio.
Un vocero entre emotivos consanguíneos, colegas y amigos habló en nombre de la familia Saba. No faltó doña Nitín Troncoso, con sus versos inequívocos. Entretanto, el doctor Jimmy Barranco, decimista de los buenos, médico de cabecera del personaje estrella de la noche, supo curarnos en salud.
Continuaron otros representantes del arte y la literatura. Aguardé ansioso por la participación de la multifacética Olga Lara.
Confieso que la espera -más que valer la pena- valió la alegría de escucharla. Como para reafirmar que ella “es otra cosa”, de su original parnaso interpretó un soneto maravilloso en honor a Saba, con estructura endecasilábica, más un estrambote, cuya calidad excepcional le permitió coronar con dulce hibridez la métrica y la sonoridad.
Talentosos bardos impactaron: Juan Freddy Armando, Luis Carvajal, Héctor Gerardo, la encantadora Dulce Ureña y otros no menos esplendorosos.
Fascinantes artistas y autores residentes en la diáspora, mediante la proyección de vídeos agenciados por Rossalinna Benjamín, enviaron mensajes de cariño al maestro Saba, de cuyo bloque nos enamoró con su melodiosa voz Susana Silfa.
Simultáneamente, amén de las figuras en el escenario, las personalidades en el público no se quedaron atrás. Hicieron acto de presencia grandes amigos nuestros y del homenajeado: El Deferente Carlos T. Martínez, Oscar López Reyes, Iván García, Yanela Hernández, Fello y Néstor Estévez, Menoscal Reynoso, Giovanni Polanco Lovera, Apolinar de los Santos, Reynaldo Disla…muchos más.
Asimismo, asistieron artífices de la exitosa convocatoria, valiosas mujeres de roca y tinta: Niurca Herrera, Francisca Hernández, Evelyn Ramos, en complicidad con Leibi NG, el apoyo del Centro PEN, de contertulios de Miercoletras y del Festival de la Poesía en la Montaña, sumados a comunicadores, intelectuales, artistas, bibliotecarios, editores, en fin, un selecto grupo de personas. Por supuesto que ahí estuvo, en solidario abrazo, su gran amigo, el destacado escritor Rafael Peralta Romero, director de la Biblioteca Nacional.
Honrar honra. Le dediqué a Saba un acróstico decimero de mi autoría, además de la siguiente cuarteta: Saba sabe que lo aprecio, / Sabe Saba que lo quiero…/ Saba tiene un alto precio/ que no lo compra el dinero.
Las flores y las placas de reconocimiento sirvieron para testimoniar la validez de una carrera magnífica, traducida en el intachable accionar que refleja el legado de que quien siembra cosecha.
Un dúo musical de compueblanos de Saba, compuesto por José Miguel y Wilda Díaz, entonó canciones románticas.
Este buen dominicano, carismático, oriundo de Tenares, nacido en 1948, admirado, querido en campos y ciudades, promotor cultural, poeta, escritor, publicista, mercadólogo, articulista, se lució al participar en su propio homenaje, en el cual expuso la sobriedad de un poema acerca de la muerte, más otro de anecdótico humor dedicado a un “insecto violador”.
En total pasaron más de dos horas casi inadvertidas. Al final, las fotos para los recuerdos imperecederos y el brindis, que -con o sin metáforas- nos convidó a decir: ¡Te queremos, maestro Saba!