Corría el año 2016. Yo estaba hurgando en una pila de libros que —amontonados en el suelo en grandes cantidades— tenía en especial Cuesta Libros de Santiago. Había clásicos antiguos, modernos y contemporáneos; además, las ediciones estaban bien encuadernadas (algunas eran de lujo). La venta por unidad era a un precio irrisorio de RD$175.00 pesos dominicanos. Creo que, excepto en 2018 ó en 2019, no volví a ver en la referida librería otro especial con tan buenos libros. Por supuesto, todos los años he visto en ella una oferta, pero por más que he hurgado entre esa maraña de libros amontonados, no he vuelto a encontrar otros como los que estaban en especial en 2016 y en años anteriores, salvo, como dije, en 2018 ó en 2019; al menos no han sido de mi interés los que, desde entonces, he visto en especial. En la oferta de 2016 me llevé a casa unos seis o siete libros de autores que considero selectos. Entre los que compré, recuerdo que el único cuyo autor yo desconocía era La gangrena, de Mercedes Salisachs; la edición incluía además la secuela de esta novela: Las mutaciones del alma, la cual era conocida al inicio por el título de Bacteria mutante. En ese momento, busqué alguna información biográfica sobre la autora. Fue bastante poco lo que encontré y, sea como fuere, olvidé ese libro entre los estantes de libros pendientes de lectura.
No fue sino en octubre del año en curso que —mientras ordenaba algunos libros de mi biblioteca personal— en un descuido de parte mía un libro cayó al suelo: era La gangrena. Me dispuse a hojearlo y, acto seguido, sentí algo así como una especie de premonición; por extraño que parezca —esto ya me ha pasado antes con otros libros y autores—, una energía reconfortante invadió todo mi ser, cual si me invitara a leer el libro de inmediato y me dijese que no quedaría decepcionado. De manera que ese mismo día inicié la lectura de La gangrena. Sorprendido y subyugado como pocas veces, no paré de leer y, en consecuencia, terminé esta deliciosa lectura en un tiempo récord. Es uno de los libros que más me han deslumbrado en los últimos años. No creo equivocarme si digo que me parece uno de esos libros fascinantes a los que algunos lectores vuelven una y otra vez.
Al terminar la lectura me pregunté en mi fuero interno el porqué de yo no haber leído antes La gangrena y a qué se debía mi desconocimiento sobre Mercedes Salisachs. Luego de una breve indagación por Internet sobre el libro, supe que era un best seller y que en los últimos años ha perdido popularidad. Acaso porque no soy propenso a leer best sellers contemporáneos —de los que suelo desconfiar, con raras excepciones— mi ignorancia sobre la autora era extrema. Desde entonces, su literatura me interesa sobremanera y he tratado de conseguir otros de sus libros. De ella únicamente he leído La gangrena, que vale por una centena de libros, y su continuidad: Las mutaciones del alma.
Viéndolo desde mi punto de vista, La gangrena es esencialmente un Bildungsroman, o lo que es lo mismo: una novela de formación o de aprendizaje. Narra la vida de Carlos Hondero desde su infancia en la pobreza hasta su época de madurez en la que alcanza a ser un próspero hombre de negocios. La novela enseña tanto sobre la vida que, sin caer en moralejas simplistas y didactismos estereotipados, invita al lector a reflexionar sobre las más oscuras sombras de la condición humana. Siguiendo de cerca la vida del protagonista, el lector capta ciertos matices sobre la cotidianidad; decodifica perspectivas y detalles que ve a diario y en cada momento y que sin embargo pasan desapercibidos en la comprensión del lector antes de internarse a leer La gangrena. A fin de cuentas, no es la autora, sino el lector, quien decide si vale más darle la razón a Carlos Hondero o si es preciso juzgarlo y darle la espalda a esa vida de holgura económica que alcanzó en su adultez.
No tengo la menor duda: La gangrena es una novela total en donde hay humor, aventuras, reflexión, política, erotismo, romanticismo, filosofía, guerras, folletín y un sin número de temas humanos. Novela política, de revolución, de tesis, de ideas, de educación, de aventuras, de lo que fuere: parece ajustarse a todos los calificativos y, de forma simultánea, no se estanca en ningún encasillamiento. Es una novela que lo abarca todo. Una obra maestra, al menos a mi humilde entender. Nada escapa a su profunda mirada de novela épica. Viene a mostrar de una forma amena, transparente y profunda la cosmovisión que sobre el mundo tiene Mercedes Salisachs. La autora parece tener un profundo conocimiento sobre el alma humana. Su lente microscópico ve con nitidez las formas y maneras más atómicas de la existencia. He aquí su condición de artista de primer nivel.
Como Cien años de soledad, como Ensayo sobre la ceguera, como La transformación, como El infinito en un junco, y como algunos ejemplos aislados en la literatura contemporánea, La gangrena, no obstante ser un superventas, posee el extraño don de seducir a la vez al lector diletante y al exigente. No es un libro de autoayuda, tampoco es panfletario ni moralizante, pero, como dije más arriba, es una novela de formación, un libro que —como pocos— me enseñó y aleccionó sobre la existencia humana. Se lee de principio a fin con un interés desbordante. Al menos fue mi caso. Por momentos, la novela me recuerda a otros Bildungsromane, tales como El adolescente, de Dostoievski, y Confesiones del estafador Félix Krull, de Thomas Mann. Carlos Hondero no es como Arcadio ni como Félix Krull, pero existe cierto paralelismo en la forma de los tres visualizar el mundo. Hay, además, una poderosa sensibilidad femenina que impregna la prosa de La gangrena, lo que, al leerla, me hizo recordar la sensibilidad artística que sentí y percibí en la lectura de El retrato de una dama, de Henry James, y de En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust.
No es que el lector esté obligado a leer ficciones para extraer verdades que ocurren a cada instante en el diario vivir, pero resulta obvio que las grandes novelas —La gangrena es una gran novela, por supuesto— brindan al lector atento un conocimiento sobre la condición humana que de otro modo no se adquiriría (a no ser que se viviese una existencia muy longeva). Las grandes ficciones no sólo alegran y amargan la vida a una misma vez, no sólo la enriquecen, la agrandan y la acomplejan al mismo tiempo, sino que, además, hacen a los lectores más empáticos, más perspicaces y agudos en ciertas nimiedades que en apariencia parecieran no importar pero que es en donde puede residir el valor intrínseco de la existencia humana. No sólo enseñan a escribir y hablar con buen dominio del idioma: también ejercitan el cerebro (lo que lo aleja de enfermedades de deterioro cognitivo) y con sutileza comunican lo que siempre ha estado en frente del lector pero que nunca había percibido antes de la lectura. Por eso los grandes libros tienen el privilegio de transformar la vida de sus lectores. Y desde luego La gangrena es uno de esos grandes libros. Así que a leerlo y darle a la autora el crédito que merece como una gran escritora que precisa de ser tomada más en cuenta por la crítica especializada.