A Ylonka Nacidit – Perdomo y Keila Gonzalez, con quienes comparto la admiración por Melba y su obra.

 

 

Cuentan que Trifón Munné, presa del dolor y la desesperación, hizo una pira en la que quemó los libros, publicados e inéditos, de Melba Marrero, la mujer a la que amaba e idolatraba como una diosa y que había expirado entre las sombras de esa casa, ya inexistente, en la que se refugió para que el mundo no viera los estragos de la enfermedad que colonizaba su cuerpo.

Melba había nacido el 8 de abril de 1911, en San Francisco de Macorís donde falleció en 1962; hija de Eugenio Marrero, encargado de la estación del ferrocarril, y Enedina Oller, ama de casa.

Fue una viajera empedernida, amante de la moda y el arte; una mujer de mundo en un ambiente pueblerino, al que siempre regresaba, en el que quizás no fue totalmente entendida y en el que se construyeron leyendas, algunas maledicentes, a su alrededor.

Aunque no participó en ningún grupo literario de la época si es sabido que organizaba tertulias literarias y que tuvo amistad con la escritora cubana Dulce María Loynaz y, además, compartió con las poetas Martha María Lamarche y Carmen Natalia.

Su carrera literaria fue breve, su primer libro fue dado a la luz después de los 40 años y falleció a los 51, pero fue una carrera intensa en la que publicó los poemarios Alas abiertas (1950), XXXX retablos de silencio y alma (1951), Faena de Adán (1952), Eva en extremaunción (1953), Cáfila Amarga (1955) y Tiempo para la muerte (1957); la obra de teatro El banquete de las hadas (1952); las novelas El voto (1952), Caña dulce (1954); y las crónicas de viajes Postales sin estampillas (1952), Estampas suecas (1955) y Rutas de España (1959). Dejó inédita la novela El hambre, escrita, tal como apunta Ylonka Nacidit – Perdomo, «luego de realizar un recorrido por la frontera dominico-haitiana», en la que desafía a la tiranía y denuncia la miseria que arropaba a la población dominicana.

Una obra que habita en el olvido, y que, apenas, se empieza a vislumbrar y a ser leída y reconocida por nuevas generaciones de escritores y críticos.
Quiero citar tres referencias a este silencio al que ha sido sometida la obra, y figura, de Melba:

Pedro Antonio Valdez, en «La poética perdida de Melba Marrero de Munné», epílogo a Novia del alba (Santo Domingo: Ediciones Rumbo Norte, 2015), dice que «Melba Marrero —quien firma sus libros anexando el “de Munné”, apellido de casada— viaja en la nave sombría llevando en su mano una lámpara. Sin embargo, desde esta orilla caribeña, pocos dan visos de haber vislumbrado su brillo en la lejanía. Muchos ni siquiera recuerdan haberla oído mencionar. Entre los que saben de su nombre, unos sólo han escuchado sobre lo singular de su poesía, otros han podido apenas deleitarse leyendo algunos textos sueltos que circulan por ahí, mientras que muy pocos han tenido la dicha de conocer al menos uno de sus tantos libros».

Ylonka Nacidit Perdomo en su artículo «Melba Marrero de Munné, sepultada dos veces», publicado en el medio digital Acento asevera que «Melba no ha entrado al canon de la literatura nacional, ni en los cursos de literatura se le menciona, ni en los panoramas y antologías que se confeccionan como la panacea absoluta de quién vale o no, su nombre se registra. Pocas escritoras contemporáneas la han leído, o se han “molestado” en recorrer su discurso. Citan su nombre sin conocerla, sin estudiarla, no se motivan a hacerle preguntas».

Y por otro lado Julio Jaime Julia, en Haz de luces (Santo Domingo: Centro de Investigación para la Acción Femenina, 1990), escribió sobre ese “olvido” de la crítica literaria en torno a la escritora que: «Melba Marrero de Munné bien merece por su fecundo aliento creador que su recuerdo sea mantenido vivo y salvaguardado de las frías nieblas del olvido y de la olvidadiza memoria de la rutina».

Quiero referirme a un suceso histórico que pudo haber sido germen para este silencio lapidario sobre la obra de Melba: María Martínez, esposa del dictador Rafael Leonidas Trujillo, quien tenía ínfulas de escritora (es bien sabido que utilizaba al intelectual español José Almoina como “negro literario”), sintió envidia luego de la publicación de su libro de viajes Estampas Suecas, y azuzó a Pedro René Contín Aybar, árbitro de la cultura dominicana y crítico de confianza de la dictadura, quien arremetió sin misericordia contra Melba.

Contín Aybar escribió en su columna de El Caribe, del 13 de noviembre de 1957: «Melba Marrero de Munné tiene una forma de escribir precipitada, como si temiese no poder llevar a la letra cuanto pasa por su calenturienta imaginación. Las palabras van sucediéndose en tropel, unas tras otras se acosan, van formando frases que no se coordinan, como si no se hubiese preconcebido para expresar tal o cual idea, llegar a esta o a la otra reflexión, encaminar al lector por un sendero claro, preciso, aleccionador».

Sin embargo, la obra de Melba, quizás de las más originales de la literatura dominicana del siglo xx, está reivindicándose a sí misma. Cada vez más va ganando adeptos e interés en el país cultural dominicano. Una prueba de esto ha sido la reedición de sus novelas Caña dulce y El voto, ambas publicadas en 2021 por Ediciones Cielonaranja; y la publicación por parte del Ministerio de Cultura de Novia del alba (2015), que reúne sus poemarios XXXX retablos de silencio y alma y Eva en extremaunción, y Alas abiertas (2016). Además de la realización de tesis y ensayos académicos sobre su obra y la creación de obras literarias con su vida y figura como motivos. Por otro lado, María Martínez es una figura difusa de la historia dominicana y, como escritora, es apenas un punto que representa lo más irrisorio de la tiranía.

Melba fue una poeta sensible que, desde lo sensorial y lo espiritual, exploro el mundo que le rodeaba y lo tradujo en palabras. Voy a citar algunos fragmentos de poemas suyos, extraídos de XXXX retablos de silencio y alma, que son muestras fehacientes de esto que digo:

Madre tierra:
a ti mi ruego va de montaña a ladera.
Madrecita de las piedras.
Madrecita de los álamos.
Con alabanzas
ruégote desde esta sierra accidentada. (Oraciones simples, p. 28)

 

Estoy con mi plegaria tímida,
pesarosa,
pausada,
extraña,
dolorosa,
hambrienta de holocaustos,
con sed de rosas. (Plegaria tímida, p. 35)

Aborrezco la luz
porque soy una sombra. (Y no es que estoy cansada, p. 51)

Melba Marrero de Munné, la tristísima novia del alba, está enterrada en el Cementerio Municipal de San Francisco de Macorís, en una tumba modesta que ha sido invadida por el verdor de la yerba y por algunas flores que adornan su última morada. Como si profetizara este lugar en donde descansaría por los siglos de los siglos Melba escribió «Una canción al verde», poema incluido en Alas abiertas, del cual transcribo la estrofa final:

Y por mis viejas piedras
se va trepando el verde
hasta cubrirme toda
de una pujante yedra…
Ahí yace, cubierta de verde y de olvido.

Melba Marrero de Munné.

 

Luis Reynaldo Pérez en Acento.com.do