Meditación antes del sueño
Tú, hombre que atraviesa el tiempo de los siglos
Envuelto en el ropaje de la niebla, de la luz y las tormentas
Desafiando con tu pluma y tu garganta
La tinta intoxicada, las aguas turbias
Tú, que supisteis resistir amasando el pan
Abrazado a la lluvia originaria
Y a las raíces subterráneas de la sangre
Dignidad, coraje, pulso.
Tú, hombre de brío y fe
Cocuyo de versos interminables en la oscuridad de los sueños
En cada crepúsculo que muere en el fondo de la tierra
Tú, lámpara resurgente con la mecha del alba
Trepidando inagotable entre tu corazón y la lengua.
Tú, hombre presente a la hora de atacar el miedo
Con el filo afilado de tus versos
Expulsando las cáscaras podridas
Tú, glosario de las palabras pendientes
Aquí, en tu mitificado Moca
Donde germinan las semillas hasta en el aire.
Tú, hombre perdurable en la piel de la palabra primera
Atizando las sílabas hasta sus últimas praderas
Los sembradíos del conuco y las auroras de los cielos
Remontando la humedad que no pudo con tu fuego
A pesar del viento y la jarina
Legatario de la palabra que originó los mares, el barro, el infinito
Tú, el hombre, tú, el de la “Órbita Inviolable”, Juan Alberto Peña Lebrón, poeta.