¿Cuántas veces hemos escuchado que una persona está “ciega de amor”? Esta expresión se utiliza para referirse a alguien que ignora cosas o simplemente “no las ve” porque está enamorado. Las personas ciegas de amor no escuchan razones ni consejos, están encerrados en lo que creen y sienten. No obstante, podemos estar ciegos y no necesariamente de amor, una persona puede estarlo inconscientemente, observando todo a su alrededor muy claramente y aun así no ver nada. Para llegar a entender esto, es necesario analizar lo que transmite José Saramago en su novela “Ensayo sobre la ceguera”.

El autor dio justo en el blanco con su metáfora de una epidemia de ceguera sin causa alguna, pero ¿qué tal si nos detenemos a ver más allá de esta metáfora? El trasfondo es mucho más profundo que la sola pérdida de la vista de los personajes. Leer atentamente ayudará a darnos cuenta de esto y de la estrecha relación que tiene con  nuestra realidad social.

En nuestra sociedad hay una inmensidad de cosas negativas, a diario las personas hieren a los demás sin remordimiento alguno, llevando a cabo acciones desde una simple ofensa hasta una terrible atrocidad; sin embargo, en la mayoría de los casos lo ignoramos y hasta justificamos, creemos que es mejor ignorar la situación que enfrentarla, después de todo, como dice el dicho “si no lo veo no existe”, eso elegimos creer. Es ahí donde tiene lugar la metáfora de Saramago, cuando preferimos hacernos los desentendidos con lo que está pasando sin evaluar siquiera la gravedad de los hechos. En la novela, podemos apreciar que hay mucho egoísmo, los personajes, con excepción de uno, solo piensan en sí mismos y en cómo se ven afectados por la ceguera; cabe destacar que, tenían preocupaciones sobre lo material y lo monetario aún con la situación que estaban atravesando. Aquellos ciegos buscaban únicamente su bienestar y supervivencia sin importar lo que esto les costara. Lo mismo se refleja en la sociedad, donde muy pocas personas piensan en algo más que no sea en sí mismos, llevando la solidaridad y empatía al borde de la extinción.

Saramago describe de manera detallada y cruda situaciones que incluso llegan a provocar una sensación de incomodidad, como lo fue la parte en la que las mujeres no tenían otra opción más que ser violadas a cambio de recibir comida, fueron obligadas a esto cuando un grupo de ciegos se impusieron y retuvieron los alimentos para que los demás les dieran todas sus posesiones Como esto no fue suficiente para ellos, obligaron a las mujeres a participar de un desagradable escenario. De hecho, esa situación se asemeja un poco a la realidad que hoy nos arropa, donde las mujeres son violadas y asesinadas a diario, donde sufren diferentes maltratos y no se atreven a hablar por miedo a morir o a que la sociedad no les crea ni las respalde. Dicho esto, no importa si se tienen las mismas condiciones, en la sociedad siempre habrá alguien que quiera estar por encima de los demás o que piense que puede aprovechar la necesidad o la dificultad del otro para alcanzar lo que desea, estas personas se justifican de la peor manera, incluso solo ignoran que están actuando con total crueldad. A estos les resulta sencillo manipular y herir a cualquiera, dejando de lado el bienestar de los demás y actuando con egoísmo e ignorancia, pero al igual que ellos, ciertas personas ven este tipo de acciones, y como dije antes, las ignoran, lo que los hace muy parecidos.

A todo esto, para poder comprender qué tan grave es la situación debemos cuestionarnos de manera personal, hacernos preguntas y así saber si estamos actuando mal. Tenemos que pensar en cómo pueden afectar mis acciones a las personas que me rodean y ponernos en el lugar de los demás porque no podemos hacer aquello que no nos gustaría vivir.  Aparte de que tener empatía por las situaciones de los demás no nos hará daño, al contrario, hará de nosotros mejores personas, muy distinto a mostrarnos indiferentes ante el sufrimiento y la complejidad por la que atraviesa otro, que al final sólo será el impulso para la expansión de ese mar blanco que describe José Saramago. Si nos enfocamos en observar un poco todo lo que pasa a nuestro alrededor sin pensar únicamente en nuestra conveniencia, tendremos al menos una idea de la gravedad de nuestra realidad, pero cuestionar a otros sin antes hacerlo nosotros mismos, no sirve de nada.

“La ceguera también es esto, vivir en un mundo donde se ha perdido la esperanza”. (Saramago, 1995) He escuchado a adultos mayores decir que el mundo “está perdido”, tal vez lo dicen por ver cosas que les resultan desconocidas y extrañas, pero siendo honesta he llegado a pensar lo mismo en distintas ocasiones, aunque no por las mismas razones, es algo que me preocupa y que disminuye en mí la esperanza de una sociedad mejor, esto es lo que me motiva a cuestionarme si también me estoy ahogando en un mar blanco sin siquiera notarlo, porque para mí sería desastroso estar cegada por la ignorancia y la falta de conciencia. A propósito de esto, al final de la novela los ciegos recuperan la vista uno por uno, todo terminó de repente de la misma forma en que inició, solo que esta vez los personajes ya no estaban tan enfocados en sí mismos y habían dejado de lado su miedo, a todo esto, ahora es donde les pregunto ¿seguiremos cegados por la maldad y la ignorancia o saldremos de esta ceguera al igual que ellos?  A diferencia de ellos, somos quienes decidimos cuando salir de esa ceguera, solo debemos disponernos y actuar como nos gustaría que los demás lo hicieran.

Quiero concluir con la frase que resume este ensayo de la mejor manera, “creo que no nos quedamos ciegos, creo que estamos ciegos, ciegos que ven, ciegos que, viendo, no ven” (Saramago, 1995). Aquí está el fundamento de todo lo que hemos tratado, Saramago expresa directamente que la ceguera es mucho más que algo físico, se trata de conciencia y reflexión, donde la epidemia está presente en la realidad y no nos damos cuenta, actuamos cada día con menos humanidad y lo normalizamos, nos comportamos ajenos a los problemas de los demás aun cuando podemos ayudarles o simplemente apoyarlos. Esto demuestra que la sociedad padece la misma ceguera que los personajes de Saramago, ciegos que, viendo, no ven.

Saramago, J. (1995). Ensayo sobre la ceguera.  Ed. Caminho.