Poeta antes que todo, aunque él no se ufana de tal condición, José Arias logró con su libro Marginalia (cuentos) la construcción de personajes y sucesos que conducen al lector con serena concentración hasta concluir cada historia.
Editado por Rafael J. Rodríguez Pérez (Río de Oro Editores) e impreso en Editora Búho, la colección de cuentos Marginalia reúnen historias breves y otras de una extensión promedio, en las que José Arias, familiarizado con los libros, la literatura y el periodismo desde los primeros años de su niñez, deja una impronta de conocedor del oficio y al unísono la expresión de un iconoclasta de las formas tradicionales de hacer la literatura. José Arias es periodista y escritor, hijo de periodista y poeta (Fermín Arias Belliard), y hermano de poeta (Aurora Arias), y decidió en libertad asumir la formación autodidacta luego de pasar por las aulas universitarias.
Lo autobiográfico no está ausente de estos escritos, ya como recuerdos de una niñez en los años en los cuales muchas familias fueron impactadas por las tensiones políticas, la guerra y la represión de gobiernos dictatoriales; ya como cronista de la vida en la ciudad capital, entre personajes del ambiente artístico y entre sobrevivientes del mundillo de los rateros, los descuidistas, los alcohólicos y consumidores habituales de cualquier cosa que los aleje de una realidad triste y dura.
José Arias no se anda con fingidos cuando se trata de valorar la lengua viva, de darle uso a conciencia al lenguaje callejero, al slang y a la jerga underground de cierta bohemia capitalina, sobre todo en los años ochenta y noventa del recién pasado siglo. Todo hilvanado con el cuidado del buen narrador, del contador de historias que no se acomoda en lo correcto simple ni teme a violentar las exigencias del purismo.
De la narración de episodios perturbadores de la niñez, el libro pasa a describir las tensiones de la juventud de los años setenta al enfrentar a los agentes de policía entrenados para encontrar sospechosos los peinados y las vestimentas de jóvenes artistas principiantes, a los que siempre terminaban despojándolos de lo poco que tenían a cambio de no encerrarlos de manera arbitraria.
Entre personajes del Santo Domingo que tenía su más intensa actividad del comercio y de la industria del espectáculo y la diversión alrededor de la Ciudad Colonial y sus entornos, cuando la calle El Conde y la avenida Mella eran el atractivo para la clase media que podía darse ciertos gustos, y aún no se había trasladado el corazón de la urbe al actual polígono central, el autor rinde homenaje en varias páginas a Luis –Terror- Días, a Vitico y a Goico (pintor a quien nada ni nadie le hacían salir de la Ciudad Colonial), entre otros notables de la vida nocturna.
Y si hay tres historias sobrecogedoras en Marginalia, son El cumple de Elena, angustia existencial, La doña, con su pedagogía del terror y la tortura, y Dragón rojo, esta última que hace recordar una canción futurista de Al Cooper cuando experimentaba con Blood, Sweat & Tears.
Y no podían faltar las parejas, el amor (¿desamor?), pero nada que ver con los lugares comunes. La ruptura abrupta de una relación de amancebados, el beso en el taxi, en fin, los amores que nunca pretendieron ser estables ni definitivos, y mucho menos felices.
En este libro, además de los individuos, la ciudad, sus barrios tradicionales, el día y la noche son personajes como tales; José Arias nos hace partícipes de las horripilancias y encantos de la vieja capital, de sus magias y trampas, de su historia y su tragedia, porque los espacios, el tiempo y los sucesos, como las personas, tienen mucho que decir, aunque no todos los puedan escuchar y comprender.
Marginalia, de José Arias, con toda esa sublime irreverencia, es un aporte a valorar para la literatura dominicana.
Agotada la primera edición, está en proceso la segunda. También se puede obtener en Amazon.