Manon Lescaut, de Antoine François Prévost d’Exiles, conocido como el Abate Prévost, se publicó en 1753, aunque previamente se había conocido una versión de 1728-1731, como parte de su obra Las memorias y aventuras de un hombre de calidad retirado del mundo. Militar y novicio de formación jesuita y posteriormente benedictino, Prévost pasó por distintos monasterios. Tras abandonar sin autorización esta vida recogida, recibió una orden de expulsión del Rey, algo de suma gravedad en la época, lo que lo obligó a huir a Londres y a Holanda, hasta que años más tarde pudo regresar a Francia. Traductor al francés de la célebre Pamela, ya comentada en esta columna, y de otras novelas de Richardson, tiene en su haber una obra prolífica nada despreciable; sin embargo, saltó a la fama con Manon Lescaut, que inspiró óperas y películas a lo largo de la historia.

Son relevantes los datos de la biografía de este autor quien supo compaginar la condición de religioso con la de libertino y estafador, además de pasar por la cárcel y librarse de una condena a muerte, igual que el caballero Des Grieux, protagonista de esta novela. El personaje tuerce su destino al conocer a la bella Manon; abandona la vida religiosa y las obligaciones que le imponía llevar con honor la Orden de Malta heredada de su familia. Trastornado por el encanto de esta hija del pueblo convertida en prostituta de lujo, Des Grieux pone en peligro el orden social al descender a un medio corrupto donde el placer tiene un alto precio.

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En un medio social degradado que vive para el lujo y los placeres, Manon es un botín para el hermano que espera sacar importantes beneficios de su belleza, ofreciéndola a hombres acaudalados. De la misma manera la vida derrochadora a la que ésta se habitúa requiere escandalosas sumas de dinero, que el joven Des Grieux no puede proporcionarle; así, aprende a obtener beneficios estafando a otros, ya que no puede disponer de los recursos de su familia, para evitar que su amada se ofrezca al mejor postor. Pero Manon es valiosa, no por sus cualidades morales, sino por su belleza, de modo que de ella también se puede vivir.

Antecedente de la Dama de las Camelias, la atracción que ejerce Manon se impone con fuerza. El hombre inexperto se muestra débil ante esta criatura adorable, aunque carente de principios morales, sin una idea clara del bien y del mal. La mujer, en su inconsciencia, lo desvía de la virtud para hundirlo en un medio social corrupto donde imperan el dinero, el engaño y la frivolidad.

Sin embargo, la pasión que constituye la materia literaria de esta obra no deja ser natural, inocente y verdadera, y de esta historia debe sacarse una lección. Los amantes serán castigados por sus trampas y enviados como delincuentes a la Luisiana, en el Nuevo Mundo. Pero allí continúan con sus prácticas inmorales. Mientras huyen de la justicia, Manon muere en medio del desierto entre los rigores de la enfermedad, el hambre y el frío, mientras que Des Grieux vivirá para contar su historia y para que el germen de la virtud vuelva a dar frutos.

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La conclusión es que la mujer llena de encantos es objeto de culto y, a la vez, ruina del hombre que sucumbe a sus caprichos. No importa tanto si ella ama o se somete, sino cuanto está dispuesto a sacrificar el enamorado para retenerla. Llegan a escandalizar los razonamientos del joven cuando argumenta que la virtud severa castiga injustamente las delicias del amor con penas eternas. Frente a semejante rigor, el débil elige esta opción hedonista, poniendo en duda que sus acciones dependan de su voluntad, posición que lo pone bajo sospecha de ser jansenista.

Porque de lo que se trata aquí es de economía, de lo costosa que puede resultar una mujer como Manon, del control de la energía individual y de su contención frente al derroche que supone, para el orden social, que se convierta en desencadenante de todas las pasiones, aquellas en las que, literariamente, ha caído el siglo XVIII que denominamos “ilustrado”.

 

 

Consuelo Triviño Anzola en Acento.com.do

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