Un maestro y un artista. De los pocos seres humanos en esta media isla que su ego no sucumbió al comermierdismo.
Lo conocí de manera casual en una de esas fiestas casuales ochenteras -valga el redunde- .Los bonches de la época eran la versión criolla de La Movida. Aquellos espacios que permitían esas licencias de no poner mala cara cuando se aparecían extraños a beber y a enamorar de gratis. Nadie se asombraba ante ese paracaidismo pendenciero de ver entrar a tu casa, a mitad de la noche o la madrugada, a tres o cuatro personas desconocidas, con caras de tigueraje asombrado e inofensivo.
Pues eso, el chino Chea estaba en una de esas fiestas. Sin conocernos, hablamos un rato y compartimos tragos. Al final se ofreció llevarme a mi casa. En el camino hablamos de todo menos de cine o fotografía. Me encanta cuando la gente deja de lado su brillo y su talento para hablar pleplas, reírse sin motivos y hacer silencios oportunos y oxigenantes. Sacar pedazos de cosas del corazón y dejarlas circular por los aires, sin poses ni distancias que guardar.
Me hubiera gustado conocerlo, mejor, Maestro Chino Chea, pero los caminos no siempre se cruzan y los andantes andamos-valga otra vez el redunde- en diferentes rutas. Es así. Ya nos veremos de casualidad en otra fiesta. Paz y Luz, Claudio Chea.
(Aquí abajo colocó sin querer queriendo, un intento de poema. Escrito en el colmado Karina de Gascue, anestesiado por una birra compañera y mirando la tarde pasar por la Caonabo).
Ahora es el desencanto…
Antes, el fuego y la risa.
Cada taza de café, otro prólogo para el amor.
Y así vamos abandonando zapatos, teatros y pasiones.
Ya te convenciste de que en algún lugar te espera la luz que no regresa, el más brillante de los silencios…
Escribir es demasiado visceral…
Dicen que para escribir tienes que ser visceral, buscar tu propia voz. Que la encuentras a fuerza de escribir, de equivocarte, de escuchar el bulín de uno de tus diablitos interiores susurrarte al oído viejo y esa mierda que acabas de escribir, cómo se come eso…
Comentan que embarrar y sufrir páginas en blanco es deconstruir y volver a construir como las casitas de arena que hacías en la antigua Boca Chica. ¿Te acuerdas? la tumbabas de un manotazo y al rato erigías otra…pero esta vez diferente, con la misma mano asesina de antes y con la misma palita amarilla de mango azul.
Que nunca se te olvide darle save as a lo recién escrito y guárdalo en la nube, en la nube menos porosa y llorona que tengas a mano.