La recepción de Emil Cioran en habla hispana tiene una gran deuda con Fernando Savater, quien lo dio a conocer con una antología de sus libros, en traducción suya, titulada Adiós a la filosofía y otros textos, editada por Alianza Editorial, en 1982. Luego el propio Savater publicó su brillante y esclarecedor libro, Ensayo sobre Cioran, en Espasa Calpe, colección Austral, España, en 1992; y en Medellín, Colombia, se publicaría, también en 1992, una antología de sus ensayos y aforismos titulada, Odisea del rencor, por la Editorial Hölderlin. Otra estudiosa, traductora y divulgadora de su obra en América Latina es Ester Seligson, en especial en México, quien le hizo una entrevista a Cioran, titulada, Cioran de cara a sí mismo, publicada en la revista Vuelta, en 1985, y un ensayo en la revista de la Universidad de México, también en 1985, titulado Cioran o el grito de la conciencia ulcerada.

 

Cioran nació en Rumanía en 1911, hijo de un pope de la iglesia ortodoxa. Hizo estudios de filosofía en Bucarest, donde se licenció con una tesis sobre Henri Bergson. Su primer libro fue En las cimas de la desesperación, escrito en rumano, en 1933. Escribió su segundo libro, De lágrimas y de santos, en 1937, año en que obtiene una beca del Instituto Francés de Bucarest para hacer su doctorado en París, donde vivió hasta su muerte, en 1995. Durante sus años parisinos, en la Sorbona, llevó una vida calificada de “seudoestudiante”, pues asistió a los cursos de inglés y se dedicó exclusivamente a leer, escribir y recorrer Francia en bicicleta. En 1946 renuncia a su nacionalidad rumana y adopta el estatuto de apátrida: cambió su lengua rumana por la francesa, y en 1949, inicia su proceso de escribir todos sus libros posteriores en la lengua de Montaigne, con su libro Silogismos de la amargura. Luego publica La tentación de existir, Historia y utopía, La caída en el tiempo, El aciago demiurgo, Del inconveniente de haber nacido, Desgarradura, Ejercicios de admiración, Ese maldito yo, Breviarios de los vencidos, El ocaso del pensamiento, El libro de las quimeras, Cuadernos y Breviario de podredumbre. En 1995, en el año de su muerte, Tusquets publicó veinte de las entrevistas que concedió Cioran en un libro titulado Conversaciones, editado por la prestigiosa editorial francesa Gallimard, como un homenaje a su obra, y donde aparecen entrevistas con Bernard-Henri Lévy, Savater, entre otros. En el año 2009, Editions d’Herne publicó su libro póstumo Sobre Francia, reeditado en España, bajo el sello Siruela. En 2007, Taurus publicó Ejercicios negativos, con los fragmentos de sus primeros libros, textos preparatorios a Breviario de podredumbre y Silogismos de la amargura, germen y preludio del Breviario, y que representa un puente de transición, donde se produce el cambio de la lengua rumana a la lengua francesa. Como se sabe, Cioran escribió los primeros seis libros en rumano, y Breviario de los vencidos fue el último.

 

Para algunos Cioran fue un gnóstico; para otros, un moralista de la estirpe de los moralistas franceses del siglo XVIII; para no pocos de sus admiradores, fue un budista de Occidente, a la manera de Schopenhauer o Nietzsche, y para algunos de sus lectores más fervorosos, un pesimista pirroniano o un nihilista. Sea que lo que fuere, lo cierto es que fue un estilista de la lengua francesa del siglo XX, un humorista de sangre fría y un escritor de pensamiento irreverente y atormentador. Pensador de múltiples variables, de independencia ideológica, heterodoxo impenitente, de radical temperamento crítico y feroz desmitificador, Cioran fue un pensador esencial en la historia de las ideas y la cultura occidentales, que plasmó su pensamiento en forma de aforismos, fragmentos y ensayos, con proverbial audacia, inventiva, imaginación e ironía.

 

Cioran filosofó en la vigilia y no dilapidó ni un instante de su vida, que sólo la empleó para meditar, pensar y reflexionar sobre la condición humana y el destino del espíritu. Sus ideas se alimentaron de estados de insomnio, cuando los demonios se apoderan del alma, se liberan en la vigilia, y reposan las buenas costumbres y la educación sentimental. Transitó el camino de la sabiduría, que lo condujo a la más clarividente lucidez, tras ahondar en el mundo de la escritura y en la cultura occidental. Exploró en el territorio de la tradición filosófica de Occidente y Oriente, y llegó hasta el límite de la razón, por las vías de una “vertiginosa lucidez” expresiva: motor que le imprimió energía y combustión a sus ideas. El lirismo de sus frases aforísticas se manifiesta en la pasión de su registro intelectual, lo cual lo semeja a un poeta romántico, y, en ocasiones, a los poetas malditos franceses. En su travesía por la subjetividad, Cioran produjo un saber autónomo y autosuficiente, al convocar sus sentidos, con el vértigo de sus percepciones meditativas. Así pues, creó una ruptura en la tradición del pensamiento occidental contemporáneo, al pensar desde el margen y desde los límites de la subjetividad, en una postura argumentativa que postula un desafío al pensamiento unívoco y ortodoxo. De ahí que, desmanteló el orden teórico y el sistema de pensamiento ético, no sin obsesiva pasión nihilista y corrosiva. Rompió con la metafísica occidental, a partir de una exégesis personal, y, de ese modo, liquidó los paradigmas de la ética filosófica y la epistemología del discurso lógico. Desconfió del optimismo occidental de la Ilustración y puso en crisis el sistema de valores, en que se fundamenta la moral cristiana, la fe, las creencias y la lógica cartesiana. Este autor de Breviario de los vencidos buscó un sentido ontológico a la existencia humana y desmitificó los argumentos de la razón vital, de tal suerte que su búsqueda, en el territorio del absurdo, funcionó como una crítica a la modernidad y a la razón platónica, en una actitud, que podría denominarse, posnietzscheana.

Tres rumanos: Emil Cioran, Eugene Ionescu y Mircea Eliade.

Filósofo iconoclasta y de postura dadaísta y futurista, E. M. Cioran es la encarnación del pensador nihilista, que desprecia la historia para inventar un presente fundado en la duda y la negación de lo real y lo existente. Su principio de incertidumbre actuó como instinto de muerte. Edificó un principio de realidad basado en el absurdo y el sinsentido. Su pensamiento no tiene un espíritu de sistema, sino que se piensa y repiensa a sí mismo, en un constante enfrentamiento y confrontación con el saber canónico o aquel que es legitimado por la Academia. Cioran no escribió sentencias sino aforismos; no publicó tratados sino ensayos. En sus libros no hay diálogos sino ideas negativas, que reflejan una radicalidad angustiante que invitan a la respuesta. Es filósofo que no pregunta: afirma categóricamente. Sus certezas incitan a la desesperación de una realidad posible, que convierte el conocimiento en obra literaria. Pautó una inquisición hacia el saber de Occidente, en un enjuiciamiento, que resitúa al sujeto histórico en un contexto desmitificador, con sus contradicciones espirituales e ideológicas. Describió así la encrucijada del hombre moderno, en una suerte de teleología negativa, sin esperanza acerca del contrato social de los individuos.

 

Leer a Cioran, hoy, constituye un desafío a la realidad y una posibilidad de vivir en el absurdo, y, a la vez, un imperativo filosófico de hablar para sí mismo. De igual modo, representa una apertura a leer los signos de la sociedad y del mundo, con ojos de amargura, angustia e incertidumbre. De ahí que la lectura de sus libros nos conduce a dejarnos arrastrar por sus ideas o a abandonarlos, ante la perplejidad y ruptura que nos imponen la acidez y la radicalidad de su pensamiento, y la negatividad de sus postulados éticos. Búsqueda de lo absoluto para encontrar lo negativo, en Cioran, sus temas más obsesivos son: el nihilismo, la nada, el dolor, el éxtasis, lo religioso y lo ético.

 

Filósofo obsesionado por el tema del suicidio, el autor del Aciago demiurgo, encarna la conciencia metafísica de la moral occidental en posesión demoníaca. Pensador sagaz, truculento, irónico, contundente, mordaz, tajante y categórico, heredero del dadaísmo –que tiene un origen rumano—(recordemos que Tristán Tzara era rumano), Cioran fue un espíritu intelectual en lengua francesa: representa al pensador provocador, que pone ideas en circulación para romper esquemas mentales y mancuernas ideológicas. Niega lo afirmado y afirma lo negado: acalla, alarma, elabora argumentos y contra-argumentos, no sin deslumbrante lucidez, en temas que van desde la existencia y la muerte, hasta dios, la música, la historia, la vida, el tiempo, etc. Desenmascaró doctrinas para fundar una filosofía de la negación de las certezas, y de la perplejidad, no sin ironía y sarcasmo. De ahí que lo desmintió todo, y que sintiera la tentación de invertir el ser de las cosas y vaciar las futilezas del mundo. Filósofo de la desesperación y la amargura, que negó lo superfluo y trivial, a cambio de enfatizar –o profundizar– en la utopía y el ocaso. En Cioran, cada libro es una aventura intelectual, prohijada por la pasión negativa, el fervor, el espanto, el horror y la repulsión. Con sus ideas, despierta en los lectores reacciones límites: la indignación, el rechazo, la duda, la risa, la rabia, el desengaño o el tormento. Pero nunca nos deja indiferentes. Hizo pues de la filosofía un arte del pensamiento lírico, el camino de un discurso, que persigue la lucidez plena del vacío, en un estado de delirio y éxtasis del saber para postular una ilusión de lo real. Saltó entonces del escepticismo a la sabiduría, en un ejercicio negativo del pensamiento y la inteligencia. Buscó la esencialidad en el delirio del vacío para desfundamentar el prestigio de la ética, la religión y la lógica. Creó un malestar en los sistemas de creencias del hombre para abismar el pensamiento, devolviéndole su esencia ilusoria. De la experiencia del éxtasis del pensar emana el hundimiento a que nos conduce con sus percepciones negativas del mundo real. Pensador de una ortodoxia herética, Cioran posee un estilo de pensamiento que no propone nada, sino que demuele, tacha, arruina y borra las convenciones para fundar la negación, el azar y la duda. Arquetipo del pensador que se piensa contra sí mismo, cuyas palabras disipan la memoria, el silencio y la historia, hasta el punto que la ensayista norteamericana Susan Sontag dijo que Cioran es un “pensador que pensó siempre contra sí mismo”. Derrota contra el triunfo, ocaso contra luz, utopía contra historia, su mundo de ideas persigue la destrucción y el sabotaje del ser en favor de la nada, en un discurso que busca la incomprensión, a través de proposiciones irónicas y arbitrarias. En síntesis, Cioran hizo del tedio vitae y del desencanto, sus moradas existenciales. Místico en estado sacrílego, esteta, moralista de lo negativo, nihilista apocalíptico o anti-moralista, en él la búsqueda del “sentimiento trágico de la vida”, a través de un mundo sin Dios, lastró sus preocupaciones existenciales y su mundo perceptivo.

Basilio Belliard en Acento.com.do