Convite se remeneaba en 1979. Después de cinco años recorriendo campos y amaneciendo en celebraciones a cielo abierto, y tomando en cuenta el ascenso de nuevos fenómenos musicales y la complejidad mayor de sus miembros, debían avisarse nuevos puertos. Aquella tropa lidereada por el genio y la bonhomía de Dagoberto Tejeda, debía ya depender de sus nombres propios. Pero antes del sacudión previo a su disolución pocos meses después, lo que significó la salida de Luis Días, ahí lanzaban su segunda y última producción, “Candelo”.

Resumen, síntesis, propuesta, ahí estaban el Pre-Terror y Ana Marina Guzmán. Campesinas, de trabajo, infantiles, las canciones podrían atribuírsele al dolor, al esfuerzo, a Luis y también a la creatividad del siempre recordado duende José Rodríguez.

Pienso en un instante en Ana Marina, en esa voz cristalina, refrescante, en ese punto medio entre Ana Belén y Soledad Bravo y algunos ángeles de Boticelli. Tan querida mi amiga, la compañero de al lado, la de Antropología en la UASD, la que decidió desmontarse del artistismo y muchísimas veces hacerse rogar para que nos cantara, y ni aún así, pero quién sabe si la próxima vez en el Parque de los Poetas.

Las voces de Luis y Ana Marina fueron coro, contrapunto, trasunto de un espíritu de campo que resistía a las amelcochadas divas y divos del momento. Sin apoyos comerciales, con una televisión donde se enchufaban las nuevas estrellas del merengue y ante años donde ya debían abandonarse las trincheras, tanto Ana Marina como Luis debieron asumir antes rumbos. Pero antes de seguir en esa dinámica de “me quieres” y “no me quieres”, detengámonos un instante en una línea muy candorosa, fina, hermosa, única, que Ana Marina pudo meterse en sus bolsillos.

Hope and Pain (en la distancia)” a Luis Terror Días y las victimas de Haití, Acrílica sobre tela, 2010. Pintura de Reynaldo García Pantaleón.

Si “Soldadito” es todo un misterio, “Bala que zumba no da” te despliega una alfombra mágica aún mayor. No sé cuánto tiene de Luis Días, aparte del coro inicial. Sospecho que habrá más gente metiendo mano en las letras, tal vez en la música, pero no importa ya eso de identificar autores, cosa que de todos modos tampoco funcionó tanto en Convite, porque todo se pensaba por y para todos.

Recordamos estar en 1979, el primer año después de doce de terror balaguerista, a ley de días para que el ciclón David devaste buena parte de la ciudad, y el espacio casi borrado más lamentable: el Cine Capitolio, cuyo techo se vino abajo.

Pongamos el disco de “Candelo”.http://Bala Que Zumba No Da 5:24 Convite Candelo 0

Pensemos que también las barricadas se venían abajo, o aparentaba ser eso. En medio de esas búsquedas constantes del colectivo Convite, el disco “Candelo” se convierte en una de sus producciones más enigmáticas y al mismo tiempo concisas sobre los nuevos tiempos. Lo más curioso es esa propuesta de pensamiento sobre el universo infantil. ¿Cantaban y componían para los niños los veteranos conviteros? ¿Buscaban algún nuevo público? Lo dudo.

Y sin embargo,  el lado A del disco te sitúa en ese plano. “Pequeñito Pequeñín” encajaría en ese mundo Mambrú, que se fue adonde ya sabes. Mambrú que también se iba en un cuento de Miguel Alfonseca y en otro de Aída Cartagena Portalatín. Mambrú como metáfora de esos contenidos marciales de nuestra cultura, de esa combinación de arrojo, pérdida, fracaso, lucha, intento. Estamos ante ese rojo intento que tanta desazón le causaba a Tony Capellán, porque como decía, siempre le recordaba lo más hiriente de su infancia, la sangre derramada en cualquier parte. Terrible la herida esa, la de los recuerdos donde todavía sufres, te engavetas, no quisieras salir porque también el sol puede boxear contigo, y nockearte.

Oigo “Bala que zumba no”. Hacía tiempo que no me sonaba, pero al recuperarla, hasta siento aquel olor de humedad colonial en Casa de Teatro, esa madera a flor de piel y esa sensación de que con Convite la nave de Noé o de los Locos todavía no había partido, para fastidio de José José.

Y más que modelar un pasado, más que leer lo que fuera en una taza de café, aquí hay verdades que zumban, expedientes no dilucidados en las altas cortes.

“Bala que zumba no” es una especie de presentación de aquellos viejos cuadros del trabajo, el dolor,  la esperanza, la dignidad de nuestros campos y fábricas, en clave infantil. Es un “mírate ahí” evidente. Es una precisa descripción de un tipo de canto que no sólo tiene valor arqueológico, sino que igualmente funciona en estos tiempos, porque todavía andamos en esas. Andamos en medio de injusticias que se maquillan de algún modo pero que siguen siéndole, a pesar de que los gobiernos sigan tratando como pordioseros a los que se embadurnar con “el sudor del pueblo”.

Pocos momentos hubo entonces para las tonadas infantiles. La discografía de la “canción comprometida” insistía más bien en cierta propuesta heroica de sus argumentos. Naturalmente que Convite se creía esa película. Se creaba en el pueblo y al pueblo debía devolvérsele el principio de esperanza. ¡Hasta suenan ingenuas las posibles enseñanzas conviteras, pero así eran aquellos tiempos!

Lo resaltable es que “Convite” no suena tanto como documento, aunque lo sea; no hay tanto polvo, como en otras producciones. Comparado con el “después”, a Convite no le pasó como al grupo Expresión Joven, que salvo un par de temas, no pudo salir de las avanzadas guerrilleras.

“Bala que zumba no da” es un testimonio muy especial en torno a esa canción híbrida, que te saca tu sensibilidad infantil pero al mismo te recuerda la gravedad de tus pasos, la dureza de ese paisaje de campos donde se lucha y se aspira a verdadera justicia social. Recordemos entonces los años 70, las luchas agrarias, el ajusticiamiento de Mamá Tingó, los incontrolables de Balaguer que luego mutarían en los 80, en el mismísimo gobierno de Salvador Jorge Blanco y aquellos trágicos días de abril de 1984.

“Candelo” está en la cuerda floja entre esos 70 y 80. Es un intento último para definir épocas que confluyen, un tiempo de regeneración social, porque en algún momento tendríamos que vivir más en los pros que en los contras. Y justamente esos temas infantiles nos devuelven a estos ámbitos necesarios de la esperanza, a la previsión de que sí, de que se podían crear espacios libertarios.

En “Bala que zumba no” tal vez se esté rejugando con el nombre de Balaguer, o vaya usted a saber con qué. Tampoco todo tendrá un significado. Pero al final lo que seduce es esa manera sencilla de recordarnos uno valor último de la buena poesía: esa que refleja la dignidad de la persona, su ejercicio al pensamiento, a la palabra y también, ese derecho a soñar que nos igualmente nos transforma.

Melancólica, tranquila, Ana Marian Guzmán se va deslizando por esta canción como la voz que nos hala, ofreciéndonos ese alivio que sólo ofrecen las verdaderas obras de arte.

Your browser doesn't support HTML5 audio

BALA QUE ZUMBA NO DA

Ay ombe ya negro trillando va, señores

Ay ombe el camino de la libertad, señores

Negro pa bajar el  lomo

Que no le juye al dolor

Que no mira para arriba

Ni pa suplicar perdón

Pie cansao y polvoriento

Que deja sangre en la huella

Ojos de iglesia en silencio

Negro sudor y miseria

Ya viene cambiando el tiempo

Y no se puede aguantar

No se me afloje mi negro

Bala que zumba no da

Ay ombe ya negro trillando va, señores

Ay ombe el camino de la libertad, señores

Buscándose la esperanza

La jornada le pasó

Negro le quedó la infancia

Y una promesa de Dios

Ándele negro al asunto

Porque Dios duerme la siesta

Vaya a ver si la injusticia

O el hambre que lo despierta

Ya viene cambiando el tiempo

Y no se puede aguantar…

Si negro llora de noche

No es que negro se acobarde

De rabia que no de miedo

Negro llora por el hambre

Y si pierde la paciencia

Habrá que ver lo que pasa

Mi negro no es el culpable

La cadena y la mordaza