La lucha entre sociedad civil y sociedad política es un permanente tema de la sociología política, sobre todo en sociedades aún pendientes de institucionalidad, prácticas autoritarias y falta de diálogo entre los actores que confluyen en los mismos espacios e intereses societales.

Esta verticalidad del ejercicio político ha distanciado los agentes protagónicos de los hechos sociales, ha sustituido liderazgos y ha mermado la iniciativa social, el ímpetu hacia la participación de los individuos, entes determinantes en el juego democrático y por supuesto, ha confrontado a veces por falta de arbitraje, lo político de lo social, y ha producido lamentables resultados que pudieron haber tenido mejor suerte, solo por falta de dialogo o entendimientos en los procederes.

Nuestros países no tienen una tradición dialógica, impera mucho la verticalidad, el yoísmo, el personalismo, el protagonismo sustituto de verdaderos portadores y la ausencia de vida y sentires democráticos. Tal vez, la nuestra sea una sociedad muy marcada por el eje de poder y poco familiarizada con acciones desde la sociedad civil y aprobadas por la sociedad política, y esta última, muchas veces termina imponiendo su mirada de las cosas, y por demás, distante del que la mayoría tiene.

Esta ausencia dialógica impide a veces cosas menores, iniciativas conjuntas, acompañamientos solidarios, ayuda y colaboraciones. Es pues como vemos, una barrera también de prejuicios, dudas a veces justificadas, temores mal fundados y desconfianza en la buena intención de ciertas iniciativas.

Siempre que se ofrezca una oportunidad de construcción social participativa entre sociedad política y sociedad civil, nunca se pierde el tiempo

Reconozco que las dudas y desconfianzas se han alimentado de decepciones y malas prácticas de coordinación y apoyos que no llegan o se quedan en palabras sueltas. No obstante, siempre debemos dejar un ápice a lo posible, a la esperanza y a las nuevas ideas en el ejercicio de lo público en su relación con los sectores desprovistos de poder político, recursos financieros y apoyo mínimo a sus propuestas y proyectos. Lo último que se pierde es la esperanza.

Denominados Diálogos Culturales 2023, esta gestión del Ministerio de Cultura encabezado por Milagros Germán retoma viejas ideas y propósitos diluidos, para entablar diálogos con los distintos sectores de la vida cultural en el territorio nacional a través de estos encuentros que les permitirá reunir un perfil o diagnóstico de la real situación del sector, sobre todo después del impacto negativo del COVI 19.

De entrada, solo el hecho de escuchar y no imponer políticas culturales me agrada. El hecho mismo de ir a escuchar y no esperar a que le cuenten es otro factor positivo que multiplica la curiosidad de quienes a veces son presos de incertidumbres y quejas, válidas y fundamentadas muchas. Escuchar en sociedades donde no hay tradición de dialogo es mucho, pero no lo es todo.

El Consejo Nacional de Cultura tiene unas potestades legales o jurídicas para enrumbar y definir las políticas públicas del sector cultural, sin embargo, ir a construirla desde los cimientos de quienes son igualmente parte de ella, es más humilde, sensato y democrático.

Por eso los Diálogos Culturales 2023, puede que a algunos les parezca ruidos, a otros, espumas, pero siempre que se ofrezca una oportunidad de construcción social participativa entre sociedad política y sociedad civil, nunca se pierde el tiempo, y si se hace acompañar del simple oído, como si fuera el Juez Oidor de la época colonial, hace pensar de sus buenas intenciones.

Este diálogo no es tampoco ir a escuchar las políticas públicas ya definidas, sino al revés, oír a otro protagonista decir sus pareceres, no rebatir sus opiniones, aclarar las necesarias, y tejer una propuesta compartida.

Sabemos que el sector cultural ha carecido tradicionalmente de atención presupuestal, pero debemos también tener opciones de gestión que nos permitan ver además del sector oficial, cuáles cosas se pueden impulsar con iniciativas propias, sin que ello invalide las responsabilidades del estado en promover esparcimiento, fortalecimiento de nuestras identidades, divertimento sano, ocio, arte y cultura como parte de su compromiso institucional y de estado, eso lo asumimos como un hecho incuestionable.

Del diagnóstico de estos encuentros o diálogos, la ministra es la representante oficial y arbitro para, no solo incluir inquietudes y buenas ideas, sino focalizar fondos posibles para impulsar programas a gestores individuales, agrupados o asociados fuera del estado, pero tan necesarios, como los del aparato estatal, pues debemos vernos como un sector con intereses comunes.

Descender a los grupos responsables del sostenimiento de un programa cultural nacional como es el caso de muchas iniciativas individuales y grupales, es meritorio, debe ser apoyada para potenciar los esfuerzos de lo público, lo privado, la sociedad civil organizada relacionada al tema cultural, así como los individualmente presentes en el quehacer cultural, para que se pueda entonces pensar en una gestión de políticas públicas para el sector cultural, no definida desde escritorios, sino desde los escenarios del quehacer cultural, con los gestores y artistas.

Si bien todo no sería absolutamente resuelto con estos diálogos, ni todos los fondos estarían definidos para muchas de estas iniciativas, solo escuchar, dialogar, aclarar, compartir y acompañarnos, es ya una buena iniciativa que debemos promover y que continúe como parte de la dinámica del Ministerio de Cultura. Enhorabuena.

 

Carlos Andújar Persinal en Acento.com.do