En un editorial de fecha 25 de noviembre de 2022, titulado “Hay que dar ocasión a lo mejor para que se revele y prevalezca sobre lo peor” (texto del héroe cubano José Martí), el periódico Acento se pregunta si las autoridades del gobierno central responsables del desarrollo cultural cumplen con sus funciones, igual los gobiernos locales, en municipios y distritos municipales.
Es una pregunta dirigida de manera sutil a los engranajes establecidos por los monstruos para impedir que la cultura avance sin ataduras ni manipulaciones por los rieles de la verdad.
Como los del gobierno no contestarán el Editorial de Acento, y aunque Acento conoce la respuesta, sabemos que ninguna de las instituciones del Estado cumple con el rol establecido en las premisas de la Constitución, sobre todo con aquellas que están llamadas a promover y desarrollar la cultura. No olvidemos que esas instituciones son controladas por fuerzas ocultas en trajes fantasmales para hacerse invisibles. Como no les conviene que descubramos quiénes son, actúan libremente desde la invisibilidad. No vemos su fisonomía, pero sentimos sus actuaciones.
Pero ¿quiénes son, en realidad, estos monstruos, que arbolan la bandera de una cultura de vulgaridad e ignorancia? Son los mismos que controlan los resortes tenebrosos de la violencia dirigida a hacernos daño entre nosotros: el muchacho de la esquina asalta a un dueño de colmado; una niña de doce años anda desnuda por el barrio, con un cartel que dice SOY PUTA; el dueño de la calle saca una pistola y mata a una mujer porque le dio la gana; el cómico de la televisión ridiculiza al campesino, al cojo, al homosexual; nadie duerme porque el ruido espanta y desespera; treinta cuchilladas sobre el cuerpo de un anciano anuncian el comienzo del año, el asesino se ha escapado y a esa muerte, como tantas otras, no se le hará justicia. Y lo peor: esto no se combate, porque de acabarse desaparecerían los monstruos, que son, he decirlo ahora, los representantes de una fe abigarrada y retorcida, que con historias inventadas allende los mares sombríos, y en componenda con los dueños y señores del dinero, nos oprimen la mente hasta idiotizarnos, que es un mecanismo de dominación y control.
De manera que somos como somos porque estamos bajo el influjo cultural y político de esos monstruos.
Nos han doblegado con el fuete de la mentira, y ahora nos sentimos seres inferiores. Por esto, y por otras razones, la violencia se expresa cada vez con más crudeza, y lo perverso y corrosivo nos impide vivir con dignidad.
La cultura de los monstruos tiene postulados muy bonitos: se vale demagógicamente de ellos para hacernos creer que lo peor no prevalecerá. En la Carta Magna de los diferentes países se le canta con elocuencia a la cultura: palabras y palabras que jamás serán cumplidas.
En el caso de la Constitución dominicana, echémosle una ojeada al Artículo 64– Derecho a la cultura: “Toda persona tiene derecho a participar y actuar con libertad y sin censura en la vida cultural de la Nación, al pleno acceso y disfrute de los bienes y servicios culturales, de los avances científicos y de la producción artística y literaria. El Estado protegerá los intereses morales y materiales sobre las obras de autores e inventores. En consecuencia:
1) Establecerá políticas que promuevan y estimulen, en los ámbitos nacionales e internacionales, las diversas manifestaciones y expresiones científicas, artísticas y populares de la cultura dominicana e incentivará y apoyará los esfuerzos de personas, instituciones y comunidades que desarrollen o financien planes y actividades culturales;
2) Garantizará la libertad de expresión y la creación cultural, así como el acceso a la cultura en igualdad de oportunidades y promoverá la diversidad cultural, la cooperación y el intercambio entre naciones;
3) Reconocerá el valor de la identidad cultural, individual y colectiva, su importancia para el desarrollo integral y sostenible, el crecimiento económico, la innovación y el bienestar humano, mediante el apoyo y difusión de la investigación científica y la producción cultural. Protegerá la dignidad e integridad de los trabajadores de la cultura”…
Sabemos que es pura mascarada de los monstruos, mas nos toca luchar por hacer realidad estos y todos aquellos principios derivados de la faena diaria. Logrado este objetivo, construiremos el futuro sobre bases culturales que alentarán el desarrollo de nuestra identidad.