Como lectores y modos de leer haya, hay tantas razones para leer la novela Tantas razones para odiar a Emilia, de José M. Fernández Pequeño (Pequeño en adelante) y anclarla en un determinado punto de vista.
Cada uno tendrá su por qué o su qué se yo para perseguir las trazas de Emilia, ese difuso personaje que atrae y concentra la curiosidad no por la trama misma de la obra sino por un punto de vista que se impuesto en su lectura, que necesariamente no es el que permite reconstruir el sentido raigal de ese texto.
Desde la expresión atribuida a Gustave Flaubert “Madame Bovary soy yo“, quedó patentizado en la novela el símil entre el novelista y sus personajes.
Valga la irónica aliteración: en literatura nada es literal. Cuando se habla de personaje se habla de representación —máscara, de careta, como en la etimología de la palabra persona—. Y, claro, en la citada expresión flaubertiana, Flaubert y Emma no se confunden, no son las mismas entidades de lo real.
Con base en ese modelo, sin duda, refiriéndome a la relación entre la novela Tantas razones para odiar a Emilia y su autor José M. Fernández Pequeño (Pequeño en adelante), una vez afirmé:
“Lo mejor de esta novela es que se va deshaciendo del autor, a quien nombro aquí para que el pobre José M. Fernández Pequeño no quede en el olvido”.
Sin embargo, en realidad, lo que ahí quise subrayar no era la ausencia de Pequeño en su obra, sino todo lo contrario: la marcada relación analógica entre el autor y su obra, hasta el punto de encontrar su expresión en ella.
No digo identificación plena. Ninguna obra ni ningún personaje, como lo entiende Saramago, subsumen la vida de la persona autor. Pero se amalgaman en los elementos biográficos y contextuales en los que enmarca la propuesta literaria.
Así, de acuerdo con la figura flaubertiana, podríamos decir que Osvaldo Bretones, el protagonista de Tantas razones para odiar a Emilia (las tantas razones son de este personaje ), es el mismo Pequeño.
El otro personaje de importancia en la novela es Marcos, también muy cercano biográficamente a Pequeño .
Y fíjense que no hablo de Emilia, personaje cuya participación es mínima en trama de la novela. El valor de Emilia no es desdeñable, pero solo en el plano sentimental, emotivo y nostálgico.
Eso nos dice que el peso de los personajes en una novela no se mide por el volumen de su aparición en la anécdota. Quizá, por eso, ese personaje salió premiado en la ostentación rubricada en el título de la novela.
En el sentido de los acontecimientos que se narran, Reina es un personaje de mayor importancia que Emilia. Pero, aquí no haremos semiótica de personajes y no nos interesa destacar su jerarquía en esa obra.
Lo importante es dejar claro que, como sucede entre Flaubert y Emma Bovary, entre Pequeño y, por lo menos Osvaldo Bretones y Marcos Soria CreeK, hay vínculos de cercanía vital manifiestos en la novela. Pero, ni siquiera eso motiva este comentario.
No, lo principal es decir que, en este momento, no me interesan los personajes sino lo que ellos representan y lo que les asigna sentido y pertinencia como sujetos psicosociales ficticios o reales: Santo Domingo y, por extensión, República Dominicana.
El espacio y los ambientes de Santo Domingo presiden esa novela desde el exergo. Tantas razones para odiar a Emilia abren sus páginas de las manos de la “Décimas del Maguey Escrito en una acera del Parque Mirador Sur, Santo Domingo”, texto de Pequeño, de cuyos diez versos tomo los dos primeros:
La letra está en el café,
La música en el pitido.”
Y los dos últimos:
“la patria no está por parte,
Lo dice el maguey cantando.”
El cruzamiento producido en ese intertexto, el tema principal de la décima, que es lo que el maguey apunta, “la patria no está por parte” así como el anclaje de la escritura en el espacio “ una acera del Parque Mirador Sur, Santo Domingo”, son indicadores fundamentales del carácter intertextual, intergenérico, intercultural y transnacional de la novela de Pequeño.
Tantas razones para odiar a Emilia es una novela de ambiente. Los personajes y las cosas que se narran tienen poco valor en relación con las situaciones, los lugares y los momentos que le sirven de hábitat y anclaje. Ese ambiente es el país República Dominicana.
La segunda característica de importancia de esta obra es que es una novela de viaje o tránsito. Y en ese aspecto, entorno en el que vive y desde y hacia donde se viaja o transita es República Dominicana.
En ambos sentidos , República Dominicana es el verdadero y más importante personaje de esa obra. Aún más, es desde ese lugar que la lectura de esa obra adquiere su plena dimensión literaria y antropológica. Y con eso, ya he dicho dos cosas que nos ubican en la propuesta de esa obra.
Es el espacio cultural y vivencial en dirección hacia y desde se transita, poblado de múltiples magias creativas, diversos escenarios diversos, formatos comunicativos , voces, registros de habla, situaciones numerosas desde la más difíciles hasta las más risibles.
Y ese tránsito es la trama misma de esta obra, representado por el viaje hacia el Caribe, el transitar por esa geografía. En términos de la anécdota, estructuralmente esa novela se rige por el esquema ABC: una salida, una llegada y regreso.
El accionar de Osvaldo Bretones es en lo fundamental, un trayecto: “Avanzo, trac-trac-trac, las ruedas de la maleta y las juntas del piso repican su porfía , multiplican un sonido que se expande por la nave del aeropuerto sin que los afanosos viajeros …”
El viaje de Santo Domingo hacia un seminario cultural en una isla del Caribe y el retorno a la capital dominicana. Luego, en la novela se genera una gran complicación de los formatos escriturales que, a su vez, de modo factual y ,sobre todo psíquico, hacen de la trama un pandemonio.
En esa dimensión subsidiaria participan todos los personajes : las peripecias del viaje de Osvaldo , el recuerdo constante del protagonista a Emilia, el deambular de Marcos por Santo Domingo, los diversos ambientes y actividades suplementarios que completan el cuerpo de la obra, en su mayoría ubicados en Santo Domingo.
Me sacude el rol de Pequeño en Tantas razones para odiar a Emilia: él es aquí esencialmente un voyeur de la realidad dominicana en la cual, a través de sus personajes está inmerso y de la cual forma parte. Por lo tanto, lo dominicano es lo más significativo en esta obra a través de la mirada de Pequeño. Mirada de diferentes perspectivas.