UNO
1) A veces quiero abrazarme plenamente al mundo y otras quisiera huir definitivamente del mundo. Pero es como si no me fuera posible lo uno ni lo otro. Supongo que así oscila la vida de la mayoría de las personas: cualquier camino nos expulsa de otro; cualquier sendero asumido es renuncia; toda renuncia casi siempre es dolor. Una vez se está o creemos avanzar en el camino, pensamos que tal vez debió ser otro el elegido. Los humanos somos esencialmente inconformidad, incertidumbre, indefinición.
2) Pienso que mientras más hablamos, más nos alejamos del pensar. Y mientras más intentamos asumir el pensamiento, deseamos hacernos más silenciosos y, por supuesto, más solitarios. De todas maneras, cuando escribimos casi siempre traicionamos nuestros mejores pensamientos; o quizás más bien ellos nos traicionan.
3) Si un fuego, una inundación o cualquier otro fenómeno destruyera mis libros, sería para mí un evento devastador, pero no menor lo fuera perder las páginas que he escrito y no he dado a la publicación, aunque estas tal vez no valgan gran cosa, ni vean nunca la puerta de una imprenta, y que en lo porvenir yo mismo las de al fuego, al río, al mar o al zafacón de la basura.
4) Qué es el hombre sino un triste animal, una criatura intermedia entre la bestia y el ángel, un caminante extraviado entre la ilusión y la evidencia; entre el sueño y la verdad.
5) Toda la vida de la criatura humana es un aprendizaje de la muerte. Vivir es sencillamente ir muriendo. Como lo dice mi amigo Montaigne: “Cuando nacemos, nos aproximamos tanto a la vida como a la muerte”. Y como dice el personaje de la milonga de
: “Morir es haber nacido”.
6) La idea de Dios es la idea del más alto ideal del hombre: la idea de la suma justicia, la suma belleza, la plena sabiduría y la bondad sin límites. Como el discurrir de la historia ha probado la imposibilidad de establecer esos “valores”, entiendo que el concepto Dios debe ser redefinido, o tal vez, mejor, echado al zafacón del olvido. Una de las cosas que me entusiasmaban del socialismo era que entendía éste podía contribuir grandemente al destierro del Dios tradicional. En todos los ensayos fracasados de esta forma de organización política, la gente siguió profesando sus mismas creencias religiosas. Con la derrota definitiva de las ideologías es como si también se hubieran multiplicado los fanatismos religiosos. El hombre ha creado un dios a imagen y semejanza de sus miedos, de sus esperanzas y sus miserables egoísmos. Para los creyentes, Dios siempre opera de acuerdo con sus intereses; la gente de “fe” siempre busca la manera de que esta se ajuste a sus distorsionadas y a veces pervertidas limitaciones.
7) Hay que hacer el viaje indispensable. El viaje hacia el interior de uno mismo. No importa lo maltrecho que salgamos de tal exploración. Nuestro despedazamiento espiritual, moral, y probablemente material, será mucho más terrible si nos resistimos a ese viaje imperioso, que sería lo mismo que negarnos a fortalecer lo mejor de nuestras reservas interiores. Si nos decidimos y hacemos el viaje, probablemente habrá momentos en que lo lamentemos, en que queramos echarnos atrás, porque tropezaremos varias veces, imploraremos luz en medio de las tinieblas, pediremos que aparten de nosotros el cáliz con la amarga bebida, que llegue lo inexorable.
Si es que podemos llegar hasta el final del trayecto, no habrá dios que valga. Estaremos frente a la conciencia de la inutilidad de todo lo que hacemos, creemos y queremos. Sin embargo, tenemos que hacer el viaje, porque sólo este nos dará fuerzas en medio de la muerte que es nuestro vivir; sólo de esta manera podrá sobrevivir en nosotros el único dios que realmente debe importarnos: el dios de nuestra conciencia, de nuestra espiritualidad, de nuestra creatividad; el dios de nuestra libertad.
8) E.M Cioran es uno de los grandes desengañados del presente, un lúcido no apto para “creyentes” y optimistas, para gente de “fe”; un maestro del asco.
9) El pasado me persigue inmisericorde. El presente me abruma con pocas treguas. Los horrores que sospecho del futuro me inquietan con frecuencia, pero nada me atormenta tanto como los prolongados estados de esterilidad creativa. Perdida la fe en casi todo, ahora solo quiero soledad de personas, compañía de libros y disposición de tiempo. Ahora quiero silencio de gentes, en procura de ser digno de lo que entiendo mis virtudes mejores; sólo de esta manera podré entregar mi música más alta.
10) Hay personas cuya filosofía esencial de vida se circunscribe al miedo. Ay de nosotros si para que estas criaturas no sufran (o sufran menos) las acompañamos en su temor, es decir, en su negación de vida; es la forma más segura de perdernos con ellas.
11) Si por lo menos pudiéramos decir como el Cristo “todo está consumado”, pero aún nos faltan muchos tengo sed, y probablemente en cada una de esas súplicas siempre nos darán vinagre en vez de agua. Inútilmente pediremos que aparten de nosotros la amarga bebida; algunos se atreverán a exclamar: “¡Padre, ¿por qué me has abandonado?”!, y hasta encomendarán su espíritu a Dios por temor a que se pierda.
12) Sólo creo en la vida, luego de ahí todo me parece sueño. Y sin embargo, sólo por el sueño me llevo mejor con la vida.
13) El gran escritor italiano Cesare Pavese, en su diario El oficio de vivir, quizás el libro de este género más agudo que he leído, escribió estas palabras que comparto: “La recompensa por haber sufrido tanto es que después nos moriremos como perros”. Mi amigo Montaigne, uno de mis más entrañables maestros, escribió en la primera parte del tomo II de sus Ensayos: “El Papa Bonifacio VIII llegó a su cargo, según dicen, como un zorro, portóse en él como un león y murió como un perro”.
14) Sólo viviendo en rebelión permanente nuestra vida puede cobrar algún sentido. Hay que insubordinarse incluso contra todo lo que vaya a favor de nuestra propia comodidad o bienestar. Si nos acomodamos al “buen vivir”, es como si muriéramos para la verdadera vida, que siempre debe ser riesgo y aventura; que deberá siempre ser exploración.
15) Los momentos difíciles siempre nos muestran que tenemos menos amigos de los que creíamos. Sin embargo, sin estas decepciones tampoco podríamos contactar las maravillas de tantas manos que se extienden generosas hacia nosotros, de tantos corazones que se abrazan cálidamente a los nuestros, bondades provenientes de personas que apenas conocíamos, o a las que nos ligaban pocas cosas. Es entonces cuando nos entusiasma un nuevo comienzo, un deseo de dejar atrás o a un lado muchas cosas; todas aquellas “cosas que nunca debieron ser y que no han sido”, como dijo el poeta.
16) El cuchillo y la bala buscan la carne para desgarrarla. No cesa el espanto sobre el mundo. El sentido de utilidad arrodilla árboles, pudre mares y ríos, devasta santuarios vegetales. La ignorancia se escuda en iglesias y doctrinas. La belleza hiere y no redime. El amor no es suficiente. La música no enjuga nuestras lágrimas. La Historia vomita sobre nuestra fe. Las almas generosas no pueden detener la hecatombe. ¿A dónde huir entonces? Tal vez hacia la vida, a pesar de sus desiertos; quizás hacia uno mismo.
17) Ahora sólo me salva el silencio. Sólo me salva la palabra en silencio. Ahora quiero cortar mi lengua, privar mis ojos de luz, sellar mis oídos, acallar los lamentos de mi corazón, estrenar nuevos pensamientos, perfumados, desesperanzados o alegres. Ahora quiero… pero tal vez sea tarde y hablo demasiado.
18) Pascal dejó dicho en sus Pensamientos que no debemos asombrarnos de que las gentes simples crean sin razonar. Y de ahí aquello de que “el corazón tiene razón que la razón no conoce”. Esto me parece cierto, pero también me lo parece el hecho de que casi todas los horrores del mundo las han ejecutado hombres que profesan una religión o la creencia en alguna divinidad. Y de estos son demasiados los que han divinizado a grandes matadores de hombres. Todos necesitamos una fe, y supongo que, con más razón, los asesinos.
19) Es posible que ni siquiera en los momentos de mayor lucidez Nietzsche llegara a pensar que su grandiosa aventura filosófica sería coronada con la locura.
20) La historia del Job es uno de los ejemplos más claros de la vocación masoquista de la mayoría de los cristianos, de su capacidad de creer en fábulas y patrañas, de aceptar resignados que su dios negocie con el Diablo para permitirle a Éste que torture al pobre Job de la manera más cruel que pueda imaginarse, entre otras linduras que sólo caben en la mente de la gente de “fe”.
21) Supongo que la mayoría de los cristianos no leen novelas, poemas ni cuentos, etc. Tengo entendido que la gran mayoría no lee ni siquiera la Biblia, porque si la leyeran, y lo hicieran con sentido crítico, no estarían tan presto a creer y justificar el montón de fábulas que consigna su libro “sagrado”.
22) Sólo nos ha sido dado el consuelo de la esperanza, es decir, de la espera. Y mientras esperamos, nuestras vidas se consumen en una humillación decadente. Y para mayor horror, no nos ha sido dado siquiera el aprendizaje de la muerte.
23) La lluvia se desploma sobre la tarde como en una especie de magia bravía. Estoy dichosamente entre la gente; venturosamente apartado de la gente. Escribo bajo el dulce amparo un café y el empuje de la lluvia. ¿A quién le importarán estos signos y este hombre que los traza? Probablemente aquí solo a mí me importe testificar el milagro de la tarde bañándose en la lluvia.
¿Acaso no debería yo sólo ser un hombre entre los hombres? Un individuo al que le baste comer, rezar, laborar, regresar alegre con la compra, disfrutar de algún deporte, compartir unos tragos con amigos, leer libros que me indiquen cómo alcanzar la felicidad y la prosperidad económica. No sé, pero prefiero ser este hombre que casi nada entiende, que cree en muy pocas cosas, que lee libros que nada tienen que ver con fórmulas para alcanzar felicidad o riqueza económica, o que prediquen doctrinas o catecismos políticos o religiosos. Prefiero simplemente ser este hombre que reverencia, casi como en éxtasis, el milagro de la lluvia sobre la tarde, de la tarde bañándose en la lluvia.
24) A veces a uno lo invade el pensamiento de que todo representa una prisión. Que la ciudad es una prisión, el país una prisión, nuestra casa una prisión. Y que hasta el amor deviene en prisión. Sin embargo, en medio de este oscuro túnel del vivir siempre asoma una pequeña luz de esperanza que brilla en medio de las tinieblas. Y por esa luz vivimos. Y ese pequeño fulgor nos hace fuerte ante el odio de los otros, ante tantas miserias humanas, tantas cobardías e hipocresías. Sobre todo, ante tantas mentiras; sólo esta claridad mínima nos hace soportable el peso de la conciencia de esta oscura jaula en que vivimos.
25) De repente me invadió una sensación de desamparo, un gran desasosiego. Por suerte recordé que tenía a mi lado libros maravillosos, que disponía de papel y tinta, que en mi despensa había pan, vino y café, que en el jardín me sonreían las flores estrenando sin lamentos sus efímeras existencias, que la mañana vestía de transparente suavidad, que los pájaros tenían montada su fiesta en el huerto, celebrando el inicio de la mañana, que una tierna brisa jugaba en el follaje; pero sobre cualquier otra cosa, recordé que en la noche anterior yo había escrito una página que no me decepcionaba del todo.