El Museo de Arte Moderno ha estado muy activo en estos últimos meses celebrando los aniversarios de dos instituciones que fortalecen la creación artística. En primer lugar, conmemorando el establecimiento de la Escuela Nacional de Bellas Artes, surgida como una consecuencia directa de las actividades de parte del exilio republicano español de 1939-1940, quienes fungieron como sus organizadores y primeros profesores. Estos festejos incluyeron la exhibición de dos muestras sobre este período: “Almas latentes II/Colección Báez-Tavárez” y “Conexión G, Clara y Gausachs”.
En segundo lugar, la organización de una nueva edición de la Bienal de Nacional de Artes Visuales, que cierra en este fin de semana con un programa un premio que hace mucho tiempo es una institución nacional y que, en este año, incluyó la creación de espacios de reflexión para ir más allá de las instalaciones, pinturas y esculturas, permitiendo que estas creaciones se decantaran más profundamente en los espíritus de quienes las apreciamos. Estas charlas abordaron los temas de: “Las estadísticas de la BNAV en el siglo XXI”, “Panel con los jurados de la premiación del a XXX BNAV”, “Procesos sociales y el arte contemporáneo”, “La bienal y el mercado del arte en RD”, “Percepción e interpretación, decodificación de los ideolectos artísticos” y "Encuentro con los artistas premiados". Se trató de un círculo completo que permite contextualizar los esfuerzos artísticos nacionales en el tiempo, el espacio, la sociedad y el mercado.
De la suma de todos estos coloquios se desprende que hay una serie de artistas demostrando que el arte contemporáneo dominicano está presente y puede ser apreciado en sus dimensiones de llamar la atención a fenómenos sociales (una muestra de ellos serían las instalaciones de Jorge Pineda denunciando el embarazo infantil a través del tiempo), de ser espacio de preservación de memoria (“El último caudillo” de Rosa Tavárez), y en su función de servir como ornamento y acompañamiento de la cotidianidad. Con cuatro millones y medio de viviendas en el país, aunque haya muchas disparidades en el poder adquisitivo, es evidente que hay muchas paredes donde colgar cuadros y muchos espacios donde alojar esculturas. El crecimiento urbano también ha permitido una mayor proliferación del arte mural, que se inició dentro de los espacios creados por el gobierno (los murales de Vela Zanetti, por ejemplo) y que evolucionó hacia el grafitti y el aprovechamiento de la realidad del teleférico para crear y apreciar arte desde lo alto.
Además, estas reflexiones organizadas por el Museo de Arte Moderno evidenciaron una genuina apreciación por parte del público que adquiere estas obras y la labor de unos analistas que lo comentan. Más sorprendentemente aún, se vieron evidencias de que, a pesar de tratarse de un área de actividad eminentemente subjetiva, hay cierto consenso en la valoración de obras que llaman la atención y donde el público se siente interpelado. Trascendiendo el refrán español que sostiene que “sobre el gusto no hay nada escrito”, empieza a haber una tradición de reflexión seria sobre los gustos compartidos. Aprovechen este fin de semana para disfrutar las obras. La bienal se desmonta a partir del lunes 18 de diciembre.