Con el interés de seguir poniendo en valor nuestras tradiciones dominicanas, desde este espacio, he querido compartir esta reflexión vinculada a las leyendas folklóricas, que generación tras generación escuchamos y nos cuentan, sobre todo los mayores.
Egna Garrido en la obra: “Reseña del Folklore Dominicano”, habla de este tema en el capítulo: “Lenguaje, narración y otras expresiones orales”, así como: Dagoberto Tejeda. José Castillo y Franklin Domínguez, en la obra “Calendario Folklórico Dominicano” hace referencian al “Cuco”, en la parte de creencias y tradiciones del país.
En tiempos de la cuarentena mundial, fruto del coronavirus o covid-19, en el que tuvimos meses y meses en casa, me surgió la idea de ir organizando algunos conceptos sobre la temática y con la consulta y lectura de varias obras, comencé a preparar algunos escritos que tengo la intención de ir compartiendo con los lectores de esta columna periódicamente.
Es importante destacar que es una puesta en valor sobre las leyendas como expresión folklórica, siempre planteando, que, aunque mucho de estos trabajos ya han sido recogidos, documentados y publicados, existe una generación que no conoce sobre esto, y mi intención es, que ellos aprendan y desaprendan con estas lecturas.
Hablemos de la leyenda antes de entrar al cuco
La Real Academia Española de la Lengua (RAE), establece que, el termino leyenda, proviene del latín legenda, “lo que ha de ser leído”. Define como narración de sucesos fantásticos que se transmite por tradición. Según la REA, existen dos tipos de leyendas, las negras: relatos desfavorables infundados por algo o alguien y la urbana: historia inventada que circula entre la gente como si fuera verdadera. Otros tipos de leyendas según su tema se pueden distinguir entre leyendas históricas, terror, religiosas o etiológicas y por su origen, pueden ser urbanas, rurales o locales.
Las leyendas forman parte del folklore y patrimonio cultural de una sociedad. Se transmiten oralmente de una generación a otra, por lo que perduran en el tiempo, recogiendo valores, costumbres y tradiciones que marcaron el comportamiento de una comunidad o región. Sin embargo, esta característica hace que la versión original de la historia se vaya perdiendo y se adapte a las necesidades de las personas en el presente.
Características de una leyenda
Estas son de tradición oral, se vale de la descripción, mezcla elementos reales y fantásticos, se desarrolla en un espacio, los hechos ocurren en un tiempo determinado y experimentan una distorsión. Por ejemplo: la leyenda de La Llorona tiene diferentes versiones en los países de Latinoamérica, sin perder el eje central del relato, que es el alma en pena de una mujer.
¿Por qué los investigadores nos interesamos por estos temas?
En muchos espacios se nos pregunta, a quienes nos dedicamos a este tipo de trabajos, por qué, con tantos temas que existen, nos interesamos en estos en específico, y la repuesta que particularmente suelo dar es. Que todos estos temas lo investigo, me interesan y escribo sobre ellos, primero como profesional de las Ciencias Sociales, segundo, como investigador y tercero, por pasión, amor y compromiso de poner en valor estas tradiciones. No es fácil dedicar tiempo a la investigación, lectura, consulta de fuentes y luego organizar para publicar.
Las leyendas cumplen una función social en el colectivo
La razón fundamental es, que estos temas cumplen una función social, son parte del colectivo y la vida diaria del pueblo, en el caso de las leyendas, busca orientar los comportamientos y acciones de las personas al compartir códigos morales o formas de orientar el comportamiento individual o de grupos sociales. Además, contiene una enseñanza, a través de las situaciones y experiencias de los personajes, la leyenda muestra aquello que se espera que haga o no una persona, el resultado de tales conductas. Puede reforzar un comportamiento social positivo.
Carlos Andújar, hablando sobre el interés de los investigadores por estos temas, establece: “Estas formas y creencias que alimentan la inmaterialidad del ser, cumplen una función social que es donde radica su importancia como tema de estudio y búsqueda de una explicación lógica o no, de sus prácticas. Por ello opinamos y nos interesa el tema, además de que tiene que ver con las mentalidades que reflejan el compartimiento de los pueblos, por eso su importancia, y por eso los estudiamos”.
Las leyendas son de origen antiguo, pues el ser humano siempre ha tenido la necesidad de preservar y transmitir su historia, tradiciones, códigos morales, anécdotas y la valentía de ciertos héroes. Este término se comenzó a utilizar, aproximadamente, el siglo XVII para referirse a los relatos de tipo religioso relacionados con la vida de los santos. Se trataba de historias que mezclaban elementos reales y fantasiosos. Se caracterizaron por ser anónimas y transmitir historias que, en un principio, tenían mayor credibilidad entre las personas. Estos relatos han sufrido modificaciones, por lo que las percepciones primarias del narrador se han perdido en gran medida. Antes las personas creían en gran medida en la veracidad de los hechos narrados, en la existencia de espantos y seres sobrenaturales. Con el invento de la imprenta, muchas leyendas han sido recopiladas y escritas a fin de preservarlas y resguardarlas.
Diferencias entre mitos, tradiciones y leyendas
Una tradición siempre tiene como base un hecho real, ocurrido, histórico, no importa cuántas deformaciones imaginativas sufra después. Además de estar montada sobre un hecho real, la tradición requiere un carácter social, de participación colectiva. Sería absurda una tradición que no fuese compartida, patrimonio de una sola persona. Las notas características de la tradición son el hecho auténtico y la participación social. Una leyenda, como lo sugiere la propia palabra, es algo hecho para leer. No importa que una leyenda pueda ser contada y alcanzar vigencia colectiva. La leyenda puede ser inventada por un poeta, un escritor o por cualquier persona. No requiere ningún fundamento en la realidad.
Henríquez (2014), establece: “Una tradición puede ser escrita y una leyenda puede ser contada, sin que esto obscurezca la diferencia entre ambas realidades. El mito, en cambio, tiene un carácter arqueológico que nos remite a la más remota antigüedad. Los mitos son creados por los pueblos primitivos como explicaciones mágicas acerca de los hechos fundamentales de la vida humana”.
El origen de la vida, el origen de la materia, la realidad de la luz, la existencia de los mundos, son los hechos sobre los cuales “se edifica” el mito. Las civilizaciones nuevas, filiales de otras más antiguas, no crean estos mitos básicos, sino que viven y trabajan sobre los viejos mitos ya existentes.
Los mitos chinos, los mitos bíblicos, los mitos griegos, son los viejos mitos que nos atrapan intelectual y sentimentalmente. Una tradición tiene que ser creída, aunque al cabo de un largo tiempo ese crédito decrezca. Es entonces cuando una tradición declina o muere. La leyenda no nos exige creencia; se percibe como tal leyenda, como mero invento con el cual no tenemos que identificarnos íntimamente. Va de suyo que en la leyenda no hay que creer. El mito no es anecdótico, no se refiere a aspectos circunstanciales o contingentes de la vida humana. El mito se refiere a lo fundamental y permanente de la realidad del hombre. Mientras una tradición es efímera, aunque dure un largo tiempo, el mito pervive impertérrito a través de las edades. El mito sigue pareciendo la realidad misma. (La feria de las ideas;1985).
El Cuco
Según la Real Academia de la Lengua Española, (REA), el cuco "viene del término portugués côco, que es un fantasma que lleva una calabaza vacía, a modo de cabeza". El escritor español Federico García Lorca, en tanto, sostiene que "se trata de una abstracción poética, y, por eso, el miedo que produce es un miedo cósmico". La creencia también está arraigada en Galicia y tendría su origen en el culto celta de las cabezas cortadas, claro que en el norte de Portugal es representado por un dragón.
El origen de su nombre no está claro. Unos dicen que viene del latín "cocinero" y según los etimólogos Corominas y Pascual, el coco fue el primer nombre infantil de frutos esféricos europeos. La primera vez que apareció en un cancionero fue en el de Antón de Montoro en 1445, y la técnica para hacer dormir a los niños dura hasta nuestros días, aunque ya está en desuso. El termino coco conocido en Portugal, España y países de América Latina; También conocido como Cuco en algunos países del Cono Sur y el caribe, Cuca en Brasil y Cucu en Paraguay, es un personaje popular caracterizado como asustador de niños, con cuya presencia se amenaza a los niños que no quieren dormir.
La costumbre otoñal e infantil de vaciar calabazas y tajar en su cáscara ojos, nariz y boca buscando una expresión severa, está lejos de ser una costumbre estadounidense importada. En Portugal, Galicia y otras partes de la península esta es una tradición ancestral que tiene raíces en el culto celta de las cabezas cortadas.
Para el nombre de este personaje y su caracterización se han sugerido muchas posibilidades, desde el latín coquus, “cocinero”, hasta el náhuatl kojko, “daño”. El coco se representa como un fantasma con una calabaza vacía, a modo de cabeza con tres agujeros, imitando los ojos y la boca.
El etimólogo Joan Corominas afirma en su obra “Breve diccionario etimológico de la lengua castellana”, que los hombres del almirante portugués Vasco de Gama llamaron así al fruto homónimo por comparación de la cáscara y sus tres agujeros con una cabeza con ojos y boca, como la del coco. Todavía hoy se llama coloquialmente coco a la cabeza, en expresiones como: “comer el coco”, “tener mucho coco”, “estar mal del coco” o “patinarle a uno el coco”. En varios pueblos de la región norte del país he escuchado la expresión.
La forma cuco, mayoritaria en Hispanoamérica, puede deberse a un cruce entre el coco europeo y alguna deidad de origen africano (el diablo bantú Kuku) o maya (el dios Kukulcan). También se postula que es una deformación de la palabra cucurucho, que es el nombre del capirote que usaban los condenados por la inquisición en sus manifestaciones callejeras y asustaban a los niños físicamente por la forma grotesca que tiene y psicológicamente por ser personas "malas" frente a la Iglesia Católica.
Variantes
Existen otras variantes: en México la forma Kukui (Zacatecas, Michoacán; también Nuevo México), escrita a veces Kookooee para acomodarse a la pronunciación inglesa. En la zona estadounidense, los chicanos emplean con frecuencia el nombre Cocoman (en paralelo al Sacoman u Hombre del saco). En Cuba, el Coco alarga su nombre en Cocorícamo. En Perú, la forma Cucufo es uno de los nombres del Diablo en persona. En España la forma "Coco" es la más usada, pero también son conocidos como asustadores el Cocón y la Cucala, así como el Coco Cirioco.
El cuco en América
La escritora dominicana, Elizabeth Balaguer en su obra, “El Cuco”, establece que la leyenda llegó a América, a través del conquistador español, como han llegado otras costumbres y tradiciones europeas y se han criollizados y que cada país ha adaptado. Su intención es que los niños conozcan la leyenda como tal, pero que se familiaricen con el personaje mítico sin sentir miedo. Hasta ahora, el testimonio más antiguo en lengua castellana que se conoce de la palabra coco se encuentra en el Cancionero de Antón de Montoro, de 1445. Leemos allí estos versos:
"Tanto me dieron de poco, / que de puro miedo temo, /
como los niños de cuna,/ que les dicen cata el coco"
En nuestro país se usa esta canción de cuna, que muchos recordamos:
"Duérmete niño, / duérmete ya, /
que viene el cuco, / y te comerá".
El escritor español Miguel de Unamuno, también considera al cuco hijo de un mundo tenebroso. "las nodrizas le han creado para gobernar a los infantes rebeldes principalmente ante el sueño", sostuvo. Federico García Lorca, en tanto, considera que “Nunca puede aparecer, aunque ronde las habitaciones. Y lo delicioso es que sigue desdibujado para todos. Se trata de una abstracción poética, y, por eso, el miedo que produce es un miedo cósmico". El cuco es un monstruo extremadamente feo que si no haces lo que te dicen tus papas: ¡te lleva el cuco!, ¡por ahí viene el cuco! Y ¡te come el cuco! Cuando niños nos decían en nuestras casas lo que yo he organizado, como las razones por las te llevaba el cuco:
-Si no te comías la comida que estaba malísima.
-Si no te bañabas.
-Si no te cepillabas los dientes.
-Si te portabas mal.
-Si no te querías dormir.
-Por cualquier otra razón que tus padres quisieran.
El cuco en la isla
Una de las tradiciones populares dominicanas que ha sido más común, es la de meterles miedo a los niños diciéndoles que "ahí viene el cuco".
Casimiro de Moya, recogió en "Episodios Nacionales", la historia de un malhechor a quien la gente le llamaba, "el negro incógnito" y luego, el comegente. Las fechorías de este personaje, según el propio autor del relato, ocurrieron hacia finales del siglo XVIII y sus escenarios fueron los campos de La Vega en el Cibao del país. Otros autores como el padre Amézquita y Manuel Ubaldo Gómez, también se refieren al cuco. Entre las "artes diabólicas" del comegente figuraban la de trasladarse a grandes distancias en corto tiempo, hacerse invisible «desde que asomaba alguno con arma de fuego» y transformarse en viento.
De Moya refiere otra variante de la leyenda del comegente, narrada por señor Domingo, un campesino del Cibao. Tiene como foco central una escritura grabada con un punzón en el tronco de un Algarrobo y descubierta por los perseguidores del malhechor, que era quien la había hecho. Estos no pudieron descifrarla porque, estaba escrita en inglés o cabalí. El misterio de esa escritura hubiera continuado indefinidamente si, varios años después, las tropas de Dessalines y Cristóbal, que iban de retirada tras su frustrado intento de invadir la parte española de la isla, no hubieran tropezado con ella cuando hicieron alto en los alrededores del algarrobo. Informado del suceso, Cristóbal ordenó venir a un papá bokó que tenía como consejero de su Estado Mayor. El brujo informó que aquella escritura era el testamento de un "bonda o bouda", uno de los más grandes sabios de su secta.
Por otro lado, en Monte Plata se hace mención de "El Come Gente", pero en este caso se trata de una leyenda diferente, dado que el «comegente de La Vega, apareció a finales del siglo XVIII y el de Monte Plata ha mediado del mismo siglo, además de las características físicas diferentes, plantea Edgar Reyes Tejeda, 94 citando a Miguel Ángel Monclús, en historia de Monte Plata. El mismo Reyes Tejeda narra la leyenda de Benito, existente también, entre los pobladores de Monte Plata:
"Este singular individuo según la fábula, había caído de las nubes, y engendró una vasta descendencia marcada por sus peculiares características fisonómicas.
A la numerosa prole de este Benito se les denominó Benítez y todos, además de nariz achatada y rostro mofletudo no presentan uñas ni en las manos ni en los pies, por lo que son llamados bolos. De acuerdo a Monclús, constituyen un tipo humano exclusivo de Monte Plata ya que en ninguna otra parte del mundo se registran individuos de tales características".
Como la cultura se transforma para la necesidad del colectivo, reitero que la finalidad de compartir esta serie de reflexiones con estas temáticas, es ponerla en valor, ya que es indiscutible que esta generación ha sido muy poca asustado con el cuco o quizás ni conoce la leyenda.
En nuestro país el cuco forma parte de la identidad nacional, a este se le ha dedicado canciones, como el dembow "llego el cuco" de Rochy RD F, Los Pikilao x Napo, y el merengue "el cuco” de Máximo Antonio del Rosario, conocido como Toño Rosario, que también le dicen "el cuco" y "el cuquito" y tiene un merengue muy famoso, que de seguro muchos han bailado y disfrutado, que dice:
Y yo te miro y te machuco
Te vas conmigo, te sale el Kuko
El Kuko, el Kuko, Eso me da risa a mí
El Kuko, el Kuko, Yo no soy ningún Kuko
Te vua' machucar, Te vua' machucar
A la gozadera, A la bebedera
A la gozadera, A la bebedera
Fuentes:
Joan Corominas (1990). Breve diccionario etimológico de la lengua castellana, pág. 156. Editorial Gredos.
Andújar, Carlos. Guaguá y racionalismo moderno. Acento Digital. 2019
Federico Henríquez Gratereaux, Listín Diario, mitos y tradiciones, diciembre 2014.
Garrido, Edna. Reseña Histórica del Folklore Dominicano. Editora Búho, 2006. Procedencia del original, Universidad de Indiana.Balaguer, Elizabeth. El Cuco. Editora Manatí, 2012. Santo Domingo. Consultado el 8 de junio del 2023
Labourt, José, Sana, Sana, Culito de Rana. Editora Taller. 1979. Santo Domingo
Tejeda, Dagoberto. Domínguez, Iván, Castillo Méndez, José. Calendario Folklórico Dominicano. Series Grupo León Jiménez. Editora Santo Domingo. Grupo León Jiménez, 2000.