Demos gracias a las personas que nos hacen felices; ellas son los encantadores jardineros que hacen florecer nuestra alma…(Marcel Proust, novelista francés, 1871 – 1922)
La eterna sonrisa de Leonora Ramírez. Fotografía cortesía del diario Hoy.

Aquellas conversaciones del tiempo por venir.

Las maravillosas ideas del arte y sus colores.

Las conversaciones previas al almuerzo,yo como siempre rápido para llevar un texto, apenas terminado, porque el tiempo apremiaba.

Tu fabuloso llamado a la calma… (Mi gran vacío confesado)…

Tus preguntas sensibles sobre mi hija Alida Helena y sus inicios en Altos de Chavón, nada de eso lo olvido…

Humor crítico a borbotones…

El que no tiene la grata memoria de recordar lo que es y cuándo es,
traiciona, hasta en la muerte…

Como siempre sucede, los mejores o las mejores, no se quieren ir, no se rinden, porque sus altas misiones no han terminado.

A ti también te tocó, pero por suerte: la ofrenda amistosa del amor siempre devuelve y a tiempo Leonora, siempre…

Puedes confiar: una cantata de lágrimas sinceras, se vierten en tu nombre de melómana auténtica y sin presumir de ello, siempre fuiste de nosotros y de ellas: quienes han amado la música sin privar de nada, solo gozándola…

La sonrisa como eterno principio de saludo y encuentro, tu signo…

En más de una ocasión, me persuadiste con tu natural candidez, dejar pasar, mirar más allá del muro de las confrontaciones y te lo agradecí en persona y hoy también te lo agradezco.

Loyda Peña, Leonora Ramírez, Doris Pantaleón, Marien Aristy Capitán y Altagracia Ortiz Gómez..

Amiga querida, nada de olvido, te recuerdo en los mejores momentos de tu brillantez profesional, reconocida por todos y que bueno, este no es un país que tiene el hábito de hacerlo en vida, Leonora.

Atónita te vi ante esos titulares absurdos, porque discreta y juiciosa también, como a todos de nuestra generación, te dolía este país gigante e inmenso, cuyas fuerzas de espíritu, que conocías muy bien , desbordan los límites insulares impuestos por la vieja naturaleza.

Como en la novela de Marcel Proust, si él hablaba de la búsqueda del tiempo perdido: desde hoy cada vez que vengas con tu dulce rostro al recuerdo, al margen del novelista francés, te habremos recuperado con dolor y alegría, con la fuerte ilusión de haber disfrutado de tu compañía en los momentos de trabajo, en los momentos divertidos de risas y absurdos que te encantaban…

Contigo, en la sinceridad de la vida vivida en estas redacciones inhóspitas, habíamos ganado un pasatiempo de lo lúdico y el mejor humor, porque esa bella sonrisa será un sello de ti, en toda la eternidad. Leonora nuestra, amiga. (CFE)

 

Carlos Francisco Elías en Acento.com.do