Todo es mundo, o en todo hay un mundo, o muchos mundos: en el pájaro que canta en la copa del árbol, en el pez que nada, en el perro que ladra, en una piedra olvidada en el camino… Y esos mundos “hablan”, tienen sus expresiones, pero el individuo humano todavía no ha explorado muchas de sus dimensiones. No tiene los sentidos físicos ni espirituales desarrollados para eso, salvo raras excepciones, que han logrado desentrañar misterios mayores de la naturaleza, aunque siempre de manera limitada y hermética.

En estas tres primeras décadas del siglo XXI existe la tendencia al pensamiento light, o pensamiento ligero, a esquivar los lenguajes profundos y a vivir como en una pompa de jabón. Hay lenguajes que pueden ser complicadísimos códigos, que manejan unos pocos y son puestos al servicio de la mayoría, encubiertos en los productos de las tecnologías, “muchos saben lo que hacen las tecnologías, pocos saben cómo lo hacen”. Y en cierta forma lo que más les interesa a todos son los productos que ofrecen.

El lenguaje del mundo actual es esencialmente tecnológico, todos los modelos de pensamientos a esta fecha han sufrido una contracción, han perdido el sentido de la ética y el compromiso; han perdido identidad y su plataforma moral, o mejor dicho, se están creando otros códigos morales, otras éticas y otros compromisos.

En ciertos sectores de poder, la moral desapareció en el siglo XX, ahora se está en una etapa de transición a otros modelos de lo ético-moral. Se están creando lenguajes distintivos de ese modelo, con la amenaza de que tendrá que soportar la versatilidad del tiempo, la variabilidad de las posiciones morales en decadencia y la virtualidad frente a la realidad. Hoy más que nunca “cada cabeza es un mundo”, o mejor dicho, “cada cabeza es muchos mundos”. Se ha dimensionado el valor de la célula, del átomo, del quantum. Cada átomo es más que un mundo.

En cada mano, cada mirada o aliento de vida, hay un mundo o muchos mundos. Están pletóricos de conocimientos, lenguajes, pensamientos y valores para la ciencia, la magia y las artes.

Nunca como hoy, en que se están descorriendo grandes cortinas oscuras de ignorancia y sojuzgamiento, se ponen de relieve los mundos y pensamientos del individuo humano. Las redes sociales por medio del internet —con su explosión de actividades virtuales— han multiplicado diferentes maneras de comunicación, han democratizado la información, volviéndola instantánea. Han construido otros lenguajes que en poco tiempo han impactado en la relación de los individuos a escala planetaria. Se dicen tantas cosas al mismo tiempo que los secretos, los misterios, los archivos clasificados, los mitos, los tabúes y cualquier simple información, son develados en un santiamén. Con estas redes ya lo oculto ha perdido su sentido.

El llamado mundo real, en las primeras décadas del siglo XXI, no puede dar crédito a que el “mundo virtual” se le ha robado principalía entre los seres humanos. Ha despertado ese gigante frío como una complementariedad, como una amenaza, como una oportunidad de escrutar “otras realidades”. Su desarrollo, si bien fortalece, también debilita. Si bien amplía el sentido de libertad, también amplía el sentido de dominación. Los lenguajes de los mundos reales y mundos virtuales enfrentan una falta de identidad filosófica; antagonizan y se complementan.

El lenguaje del mundo real que conocemos está basado en lo natural y se enfrenta con el lenguaje del mundo virtual, con la certidumbre de que se pueden desarrollar inteligencias y pongan en peligro la especie humana.

¿Y por qué ha ganado terreno el mundo virtual ante el mundo real conocido? Porque el individuo humano en su conformación genética, en su antropología siempre ha tenido ansias de evasión o sentido de mudanza y desarrollo. Las palabras dichas por Jesucristo “mi reino no es de este mundo” soporta muchísimas explicaciones que entran en un terreno complejo del campo místico, mítico, teológico, cósmico, metafísico, entre otros. Pero no se debiera excluir que se refiera a un mundo virtual.

Existen lenguajes que unen al mundo virtual y al mundo real conocido, por ejemplo el de las matemáticas, la física y las artes. Son capaces de interconectarse, explicarse e identificarse. Ese mundo virtual podría suponerse como espiritual, pero no lo es. Existe además el mundo mental, que está plagado de mundos en constantes batallas, afirmaciones y negaciones, que les fueron inyectadas por el razonamiento. Las batallas de los mundos, son batallas del lenguaje, son batallas del conocimiento.

Los llamados mundos mentales, que incluyen los emocionales, aprenden los secretos de la violencia y la paz, del odio y del amor y de todos los pares opuestos que le inocula el conocimiento. Con el tiempo, son capaces de crear sus nichos, sus guaridas, sus cavidades y disposiciones cerebrales, donde habitan y forman parte de la memoria genética del individuo humano. Los mundos emocionales son los más versátiles: dulces y explosivos, amorosos y agresivos… Forman parte del complejo de los mundos mentales como si fueran submundos, invaden los pensamientos de donde provienen muchas veces, establecen grandes batallas y dan estocadas de muerte a las razones. Lo más parecido a los mundos virtuales es el mundo astral, que puede ser un tipo de mundo virtual, pero visto desde la metafísica. Los mundos virtuales pueden ser definidos desde la física cuántica. En el siglo XX la física cuántica provoca que algunos declaren la muerte a la metafísica, olvidando que ambas forman parte de una red de conceptos que pueden ser complementarios.

La complejidad del lenguaje nos revela apasionantes mundos. Funciona como una bola mágica reveladora, lo que limita sería la capacidad de interpretación en los individuos humanos. Se desprenden análisis que apuntan a todos los sentidos, desde el más simple al más complejo, desde el más irrelevante al más sustancial, desde creíble al menos creíble, desde el más real al más imposible. Y eso es le da sentido a la vida, esa es la torre de babel del lenguaje, esas podrían ser las “lenguas extrañas”.

Todo lenguaje apunta a interpretaciones infinitas, solo que las sociedades crean el canon, los modelos, las verdades aceptadas, y se establecen los vínculos entre los individuos. Existe entonces, el momento de la aceptación, de la organización del lenguaje como contrato social.

El pensamiento se gesta en la mente, cada individuo tiene su mente y cada uno tiene la capacidad de producir su propio lenguaje.

El pensamiento fluye por medio de canales, de espacios “intramentales”, y si toma el canal de la poesía produce un lenguaje poético, si toma el canal de música produce un lenguaje musical. Si lo hace por el canal matemático, domina el cálculo; si lo hace por el canal del amor, domina el amor. Así, la violencia, la ira, la codicia, la tolerancia, la humildad, la solidaridad y todos los valores, todas las tendencias y todo lo que el individuo humano pueda sentir o crear. Cuando se habla de canal estamos aludiendo a procesos cerebrales dominantes en ciertas circunstancias.

Ilustración López Azuán

Es indudable que donde tenemos más mundos concentrados es en el cerebro, luego en los órganos sexuales y después en las manos. Pero, como ya se ha expresado, en la naturaleza existen mundos, hasta llegar a los mundos atómicos y subatómicos que semejan —al mismo tiempo— un modelo planetario o cósmico.

El pensamiento y lenguaje, partes principales del cuerpo de la conciencia.

 

Domingo 10 de diciembre del 2023

 

Virgilio López Azuán en Acento.com.do