La presentación de un libro es un acto bautismal, en el cual al autor le conviene asumir que mediante este está poniendo en libertad a una criatura hecha con la sustancia de la cual también están hechos los sueños de la vigilia, pero dirigidos. Este ya no le pertenece; y si desde ese momento a algo pertenece es al lenguaje, a la tradición (como diría Borges). De manera, que se trata de un hijo que debe crecer, viajar en el Caballo de Troya de una marejada de neuronas que viajan en el tiempo, y hacerse adulto, ser capaz de librar sus propias batallas, contra molinos de viento si es necesario; pues, sin lugar a dudas un solo crítico imbatible e imparcial hay (el tiempo); por lo que provocar motivos para que a quien se creía su padre se le conceda escuchar hablar al alguna vez del color de la suerte con la que discurre en la historia aquel que pensó como suyo.
Si un libro no es capaz de defenderse solo, de decir lo que le corresponde desde su hecho singular, sin el manido recetario del cual muchos autores lo hacen acompañar, nada ni nadie lo podrá hacer por él; esta parte, y a su modo, certeza es en el decir de Umberto Eco: “Todo texto es una aventura en busca del sentido”. Y este es un postulado imparable, inmoble como el Absoluto.
Por lo establecido hasta el momento, no pretendemos hacer apología alguna sobre AHORA QUE TODO PASA, del poeta José Miguel García. Lo que sí bosquejamos es la justicia que merece desde la carencia de nuestro criterio, lo que sí merece decirse; no se trata de un ejercicio de bombero ante la llama sobre su igual. Tenemos en él un evangelio experienciado, un testimonio de verdades de vida, algo que nos convoca a decirle, tienes alas, espacio hay, echa a volar, viaja hacia la alta alcoba de la memoria; siempre has estado codificado en vibraciones de energía pura en el akasha, la matriz dorada de la Conciencia Cósmica Universal.
Ahoa que todo pasa, es la segunda entrega de José Miguel García y 4ta muestra del cultivo del ideario estético tacuántico. En ella, da cuenta de sus más intimas apelaciones, anhelos, vivencias e ideal de vida; se abraza de modo entrañable al postulado de la taocuántica, haciendo de ella su estilo de vida, de manera que al poetizar no inventa, no se da al imaginismo, al mero andamiaje de un lenguaje que conduce hacia ninguna parte, sino que testimonia sus vivencias experienciadas vía lo vívido, por el acceso directo de la intuición como sendero íntimo, como verdad del Ser de las cosas, revelaciones, develaciones, epifanías, contemplaciones, reflexiones como alto ejercicio del pensamiento y por entrelazamiento cuántico, en cuanto todos formamos parte de una red, un telar de conciencias dentro de La Gran Conciencia Cósmica Universal, el Tao, esa única Realidad Pura que nos contiene, en la que somos junto a todas las manifestaciones, un hecho propio de la Unicidad.
El poeta de Pimentel, como es muy bien conocido José Miguel García, en su condición de signatario del ideal taocuántico y cofundador de la Comunidad Literaria Taocuántica, testimonia en altura la otra ladera de la realidad, a través del lenguaje que le es singular, discurriendo en planos lexicosemánticos propios de un cultor de la poesía esencial y que surte de sinceridades, de verdades de vida el hecho poético.
En Ahora que todo pasa, el poeta de Pimentel despierta en la certeza de la naturaleza espiritual de la poesía como vía de atajo hacia el Ser de lo manifiesto, expresión sensible aun de lo inmanifiesto, de la realidad pura, en el plano causal de la Suprema Frecuencia vibratoria de la energía sustantiva del Tao, lo que solo se experimenta en danzante amor, pues cierto es que de nada estamos separados… En Ahora que todo pasa el poeta nos está diciendo que desde una nueva mirada mira todo lo que también le está mirando.
José Miguel Gracias, prevalido de una peculiar madurez, se realiza en esta su segunda entrega, abrazado al ideal estético que le entraña con su Yo Soy, lo que ya para él es un estilo de vida, su unánime convicción de que el sentido es celebrar en gratitud esta aventura que vamos siendo en el viaje, en la dicha de ser manifestación de lo que sin nombre se le devela mediante la belleza, como resplandor de la Suprema Verdad, en su espiral toroidal, cuyas órbitas giran hacia todas direcciones, porque esto sabemos; que el amor crea, sostiene y transforma todo; y es justamente desde el amor que nuestro poeta se extiende hacia el ser de todo en lo que se ahonda y le apela, cuando en amor se mira en las cosas que empinadas, también sabe él, le están mirando…