Sin duda que uno de los mitos principales construido por el hombre sobre la superficie de la tierra, con el que ha convivido a lo largo de su historia y en todas las civilizaciones, es el infierno. Dotado de cierto poder de la imaginación, es permitido que el hombre tenga derecho a considerar el infierno como un escenario diabólico. Tal vez Dante, como poeta haya sido uno de los culpables en ayudar al hombre a tener una idea subjetiva del infierno. Como imagen de la eternidad, el infierno es la representación simbólica de una maldición con la que transita el hombre día a día, con la que se entristece, duerme y padece. Como parte de ese mito, el infierno es además, morboso y ha sometido al campo de la duda y el temor a infinitas generaciones de creyentes, por eso los individuos sociales se restringen de ciertas maldades terrenales, lo que implica un atajo antes de cometer actos dolosos y atentatorios contra la buena moral social.
Con la ausencia del infierno el mundo se convertiría en un caos porque los hombres estarían sometidos al libre albedrío de sus caprichos y más perdidos en el bosque de la maldad. Para muchos, el infierno opera como venganza al imaginar que nuestros enemigos deben caer en el más feroz de los pozos infernales. Sin embargo, uno de sus fundamentos es infligir el miedo y el castigo relacionados con la serie de actos dolosos que hayamos cometidos en la tierra. De ahí nace la esperanza sobre la utilidad del infierno, cuyo fin sería apaciguar las maldades de los miles de temperamentos detestables. Y yo pregunto: ¿Quién es el artífice principal del infierno?, Pues sin duda debe ser una figura endemoniada con ojos saltones, pelos, barbas y pezuñas engarfiadas. Seguramente que en lo que se inspiran las trece figuras del infierno, estéticamente está amparada en la figura de Argel representando uno de los nueve círculos en los que está dividida La divina comedia de Dante, cuya imagen es, el propio demonio.
Descrito por Dante, los demonios serían los convocantes de los padecimientos terrenales. ¿Qué tipo de demonios provoca estos padecimientos? ¿Será posible una clasificación de los demonios, a cuya variedad obedecen los nueve círculos? Esta idea ha tenido un seductor influjo en numerosos autores: Para Georges Minois “el infierno ha sido el terror de generaciones de creyentes y una de las más viejas pesadillas de la humanidad”. El escritor mexicano Ignacio Padilla citando a Salvador Elizondo sostiene que una idea subjetiva del mundo “origina la idea de que existe un número infinito de infiernos subjetivos y la idea de que cuando pensamos en el infierno, no solo estamos en él, sino también somos ese infierno”. De acuerdo con esta opinión, cada hombre es un infierno individual, y en cada cabeza hay un infierno diferente. Eso es una muestra de que los seres humanos somos seres infernales por naturaleza.
Escasamente pensamos en la posibilidad del infierno para nosotros mismos y cuál sería el tipo de infierno que estamos en capacidad de enfrentar.
¿Quiénes estarían a la vanguardia de los infiernos? ¿Serán los políticos demócratas o dictadores, los empresarios o los científicos, pichones del demonio, quienes sirven además para provocar padecimientos como las hambrunas, las guerras y las pandemias? Para mí que, en su tiempo, la esclavitud representó una las figuras principales del infierno. Cortar un pie a un esclavo durante la época colonial como forma de castigo representó una de las esferas del infierno. Podríamos afirmar que el hambre es un padecimiento natural provocado concienzudamente por quienes planifican las economías mundiales y por quienes sustentan las grandes riquezas materiales. La guerra sigue siendo una forma económica para sustentar la carrera armamentista, no importa quien padezca este drama. A los “sicópatas de la guerra”, –así se les llama– no les importa que mueran niños inocentes, ancianos y minusválidos, recluidos en hospitales y escuelas como recientemente ha sucedido en la invasión a Ucrania por parte de Rusia, pues en ese contexto de fuego y destrucción, muerte y derrota, triunfa el mal, que es a su vez el prototipo infernal de una masacre humana.
Para los miles de esclavos africanos traídos a América durante los siglos XV y XVI, esta captura no constituyó el purgatorio. Con el destierro, tampoco se conquistó la gloria y mucho menos lo fue cuando el esclavo se enfrentó con su verdugo en la larga travesía de los océanos. Si nos detenemos con plena conciencia a examinar la historia de la humanidad, podríamos descubrir con asombro que el mal ha triunfado por encima del bien, lo que nos permite pensar que las maniobras de Satanás han marcado más la conciencia de los hombres que las maniobras divinas. Por más que millones de feligreses, católicos, protestantes, evangélicos y Testigos de Jehová hayan rezado y elevado sus plegarias en todas las iglesias del planeta, no ha habido manera de atajar el alma diabólica de los hombres.
Las enfermedades catastróficas nos dan una imagen y una idea concreta del infierno, en función de que la única posibilidad de vida del padecido, solo es posible desde el ámbito del dolor físico, por lo tanto, el enfermo aprende a vivir día a día con el dolor como alternativa, que es su vez, la causa infernal de su mal. De manera que los hombres, mientras estén sometidos a este designio, su infierno pertenecerá al campo de lo terrenal, no así al campo sideral.
Suponemos un infierno, nos lo imaginaremos en función del odio que le tenemos a nuestros enemigos. Nadie pide un infierno para sí, de manera que el infierno no es una cuestión consustancial a nuestros deseos y nuestras aspiraciones personales. Escasamente pensamos en la posibilidad del infierno para nosotros mismos y cuál sería el tipo de infierno que estamos en capacidad de enfrentar.
Hay también infiernos morales que se sobreponen a la vida de los seres humanos y socavan la conciencia. En las civilizaciones antiguas o modernas el adulterio, representó en su momento un infierno moral. Antes, el hurto lo era, y el que lo cometía pagaba con el socavamiento de su persona. En la Letra escarlata de Nathaniel Hawthorne, los personajes viven un infierno moral que se impone en sus cabezas como una “mancha indeleble”. Hoy, el robo, el hurto y el engaño representan proezas de las almas “inteligentes” y de los espíritus privilegiados.
Modernamente, los demonios morales pueden llegar a provocar catástrofes personales como el suicidio. Los tentáculos del demonio apuntan al detritus del alma melancólica, a cuyo padecido solo le espera la muerte como único recurso. Las torturas políticas a los prisioneros de guerra no representan imágenes del purgatorio, ni son antesala de la gloria, sino especie de pozos infernales. Si la cueva de Montesinos en Don quijote de la mancha es una idea que tiene Cervantes del infierno, esta alegoría cobra particular fuerza en las cantidades infinitas de infiernos que habitan en la tierra. Los desaparecidos y enterrados vivos en pozos, sin duda que caen en las garras del infierno, de igual forma los quemados vivos. Por ejemplo la niña quemada con napalm en las afueras de la aldea de Trang Bang durante los bombardeos de Vietnam 1972, vivió el drama de la violencia indiscriminada. ¿Quién crea los padecimientos del infierno? El demonio con sus extrañas jugadas extiende sus tentáculos para que sus representantes actúen con el mazo de la crueldad. El infierno es sin duda, la sinfonía del mal porque se posa en la piel de los enfermos agónicos.
Es así como el infierno se define según el dolor de quienes lo padecen en situaciones alarmantes, sin defensa propia y sin destino. El padecido del infierno, está empantanado en un pozo cenagoso. Generalmente se lo traga el propio infierno porque no tiene manera de liberarse. Lo consume el fuego, lo acosa el hambre o los efectos psicológicos de la enfermedad, para la cual no tiene cura ni remedios. Parece pues, que este escenario ideal como es el infierno no es tan sideral como creen los humanos sino, algo material que se padece todos los días en la faz de la tierra.