Unos versos fascinantes
En esta secuencia de análisis sobre temas literarios hemos tratado algunas ideas de las posibles razones para la tristeza del pensamiento presentadas por George Steiner (1929-2020). De ahí, conceptos relacionados, nos han permitido llegar a un poema del cantautor cubano Silvio Rodríguez, titulado “¿A dónde van?”
Las letras de las canciones de Silvio son poemas musicalizados. La mayoría van más allá de la descripción y percepción sensorial, de la protesta social, de la defensa de sus ideales, de la vida y la naturaleza. Sus versos son patrimonio cultural del Caribe y en el año 1997 fue proclamado como Artista Unesco por la Paz.
“¿A dónde van?” Es un poema donde sus versos son solo preguntas de estilo libre. Este tipo de composición suele ser compleja para tascar los campos semánticos con la sensación de dejar un estado de completitud en el lector. Por un momento olvidemos la canción y sus tonadas imperdibles, centrémonos en el poema propiamente dicho.
¿Qué relación tiene el texto de Steiner con la canción de Silvio Rodríguez? Avancemos unos versos del poema “¿A dónde van?”: “¿A dónde van las palabras que no se quedaron? / ¿A dónde van las miradas que un día partieron? / ¿Acaso flotan eternas, como prisioneras de un ventarrón o se acurrucan, entre las hendijas, buscando calor? / ¿Acaso ruedan sobre los cristales, cual gotas de lluvia que quieren pasar? / ¿Acaso nunca vuelven a ser algo? / ¿Acaso se van?”
Apresados en la escritura
Dice Steiner en su libro, Diez (posibles) razones para la tristeza del pensamiento, “Casi en su totalidad, el incesante conjunto y suma del pensamiento pasa fugaz, inadvertido, sin forma y sin utilidad”. “Satura la consciencia y muy posiblemente el subconsciente, pero se seca como una delgada lámina de agua sobre la tierra abrasada.” (Págs. 43- 44). Aquí el autor hace referencia a los pensamientos que nunca llegan a ser articulados y no se cristalizan; forman parte del acto consciente y hasta del inconsciente, pero se esfuman, ¿a dónde van?
Lo mismo pasa con aquellos pensamientos con cierta forma y utilidad, aquellos habitantes temporales de la memoria por su carga emocional, lógica, sentimental, etc. Aquellos pensamientos agazapados justo al lado de lo consciente, listo para saltar a la sala a bailar el tango de los recuerdos. Aunque no necesitamos apelar a Steiner para saber del desvanecimiento del pensamiento, él nos lo recuerda. “Pero, con mucho, la masa del iceberg del pensamiento humano se desvanece, sin ser percibida ni registrada, en el cubo de la basura del olvido.”, (pág. 45). Esos pensamientos, esas memorias, pueden ser apresados en una escritura o texto, una pintura, una pieza musical, etc.: “Como mucho, puede haber quedado apresado en la escritura o codificado en alguna otra modalidad de marcador semántico”, (pág. 45).
El primer verso del poema, en estudio, dice: “¿A dónde van las palabras que no se quedaron?” Tomaremos en cuenta las palabras creadoras de un pensamiento articulado y otras que no llegan ni siquiera a ser ideas o conceptos. ¡Imagínese la cantidad, los millones de palabras o ideas en la mente de alguien que no llegan a ser tomadas en cuenta para construir un pensamiento! Otras corren con mejor suerte y son fundadoras de teorías, pero no llegan a materializarse para ser ejecutadas con sentido de utilidad. ¿A dónde van?
El poema de Silvio Rodríguez habla de palabras, de angustias, de las cosas comunes de todos los días: “los terribles encantos del hogar”, “el mantel de la mesa”, “el café de ayer”, “los viejos zapatos”, “las hojas de los árboles”, ¿A dónde van? Versos capaces de asomar nostalgias, cuando evocan la memoria, pensamientos trepados en los veleros del lenguaje con la finalidad de rezumar paisajes, nostalgias, alegrías o ayeres.
Palabras en procesión
Imagine, esas palabras, esos recuerdos perdidos. El cantautor se pregunta, ¿Acaso flotan eternas, como prisioneras de un ventarrón o se acurrucan, entre hendijas, buscando calor?” Esta es una imagen portentosa, con raíces filosóficas que penetran a una órbita de la supraconciencia, donde las palabras viajan en los ventarrones de la imaginación. Esas mismas palabras pueden estar haciendo su viaje en procesión hacia la muerte, hacia regiones inhóspitas, en el ataúd del olvido. O quizá no transitan hacia la muerte sino que van a otras regiones con su carga de luz. Las palabras y los recuerdos, se hacen cuerpos luminiscentes al ser llevados al estado consciente y, visto desde otro ángulo, podrían estar viajando al infinito sin dejar de brillar. Así lo hace conocer el cantautor en un verso-pregunta. ¿A dónde van ahora mismo estos cuerpos que no puedo nunca dejar de alumbrar?
A propósito, las palabras, los recuerdos, ¿acaso flotan eternos, prisioneros de un ventarrón como expresa el verso? Steiner dice: “Los vientos del pensamiento —un símil antiguo—, sus fuentes más allá de la recuperación, soplan a través de nosotros como por innumerables grietas.”, (pág. 23). El lenguaje prisionero en las palabras y a su vez en los recuerdos se escabulle por nuestras grietas de la mente y el alma. Pero, ¿a dónde van? Es hacia allá donde se dirigen todas esas preguntas, a ese lugar, cerca o lejano; flotante, fijo o en movimiento. Quizá algunos estudiosos de la Física tendrían salidas teóricas, razones explicativas para desaguar suposiciones. En el sentido poético o filosófico, conocer la verdad no es la finalidad, solo es vivificante el tránsito a una posible, la cual no tiene que ser única.
Si seguimos los principios de la Física, el pensamiento no debiera perecer, solo transformarse. Puede adquirir forma de energía o material atómico, no materia o quizá volverse, transmutarse en otra cosa, pero no desaparecer. ¿A dónde van los pensamientos, las palabras? ¿Dónde yace el “Cubo del olvido”? ¿Cómo seguir el rastro a la naturaleza, composición y evolución del pensamiento y su material constituyente? Quizá algunas de estas preguntas vayan a parar al “cubo de la absurdidad”. Entonces, ¿por qué naturaleza serían absurdas? No existe ninguna explicación para disolver lo absurdo, sin no es desde su dimensión no utilitaria. Aunque parezca fuera de texto lo no utilitario alcanza la categoría de útil partiendo de una serie de variables y dimensiones espacio-temporales.
Un ejemplo sencillo
Hay un ejemplo sencillo a ser tomado en cuenta en este texto. Si usted toma una cinta magnetofónica donde guarda un tipo de grabación, por ejemplo su voz o una canción, desde hace 30 años. Utilizando la tecnología se puede volver a escuchar esa grabación, sin variaciones significativas. Así como se graba la voz o la imagen en algún aparato electrónico creado por los individuos humanos, ¿dónde se graban las voces, las imágenes, los actos, el brete de una flor, la ola al desaguarse en la playa….? ¿La naturaleza posee una manera de archivar todos los eventos de la naturaleza y el universo? No es la primera vez que filósofos, místicos y científicos se han hecho esa pregunta. Desde hace tiempo se habla y escribe de cierto receptáculo o memoria llamados Registros Akáshicos, considerados para algunos como una fisión de la mente; aunque para otros, como un conjunto de archivos que guardan la memoria universal de la existencia, donde se incluyen palabras, pensamientos, emociones, intenciones y un largo etcétera.
Desde el punto de vista teórico-deductivo, podría tener sentido la existencia de estos registros. Para acceder a ellos se alude al desarrollo de la conciencia o la supraconciencia individual, capaz de romper las barreras sesgadas del conocimiento. De esa manera resultaría ser un acto reflexivo la posibilidad de acceder a esos espacios.
Para los religiosos, Dios es un ser omnisciente, con el atributo de tener el conocimiento de todas las cosas reales y posibles, como consta en la Biblia. En el genoma está la huella de todo un pasado que viene arrastrando el individuo y lo va definiendo como tal, es el rastro escrito en papeles biológicos. De alguna manera, el individuo humano y la naturaleza tiende a escribir con tintas de eternidad todo lo es lo que ha sido, es y será. En esos textos siempre quedarán muchas cosas por escribir.
Para los religiosos Dios es un ser omnisciente, con el atributo de tener el conocimiento de todas las cosas reales y posibles, como consta en la Biblia. En el genoma está la huella de todo un pasado que viene arrastrando el individuo y lo va definiendo como tal, es el rastro escrito en papeles biológicos.
De alguna manera el individuo humano y la naturaleza tiende a escribir con tintas de eternidad todo lo es lo que ha sido, es y será. En esos textos siempre quedarán muchas cosas por escribir.
Si es así, las palabras, los pensamientos, los recuerdos, los ayeres…, todo iría a un archivo X universal. Después de esta afirmación las preguntas se multiplican más y más. No llegaremos a una verdad concluyente. Ese no es el objetivo. Lo importante es la caminata reflexiva, el tránsito, la búsqueda. Mientras tanto, las palabras, los pensamientos, las memorias, ¿a dónde van?
¿A dónde van?
(Silvio Rodríguez)
¿A dónde van las palabras que no se quedaron?
¿A dónde van las miradas que un día partieron?
¿Acaso flotan eternas, como prisioneras de un ventarrón
O se acurrucan, entre las hendijas, buscando calor?
¿Acaso ruedan sobre los cristales, cual gotas de lluvia que quieren pasar?
¿Acaso nunca vuelven a ser algo?
¿Acaso se van?
¿Y a dónde van?
¿A dónde van?
¿En qué estarán convertidos mis viejos zapatos?
¿A dónde fueron a dar tantas hojas de un árbol?
¿Por dónde están las angustias que desde tus ojos saltaron por mí?
¿A dónde fueron mis palabras sucias de sangre de abril?
¿A dónde van ahora mismo estos cuerpos que no puedo nunca dejar de alumbrar?
¿Acaso nunca vuelven a ser algo?
¿Acaso se van?
¿Y a dónde van?
¿A dónde van?
¿A dónde va lo común, lo de todos los días?
¿El descalzarse en la puerta, la mano amiga?
¿A dónde va la sorpresa casi cotidiana del atardecer?
¿A dónde va el mantel de la mesa, el café de ayer?
¿A dónde van los pequeños terribles encantos que tiene el hogar?
¿Acaso nunca vuelven a ser algo?
¿Acaso se van?
¿Y a dónde van?
¿A dónde van?
¿Y a dónde van?
¿A dónde van?
Domingo 8 de septiembre 2024
Día de Nuestra Señora de los Remedios, Patrona de Azua.
Publicación en Acento: No. 118
Virgilio López Azuán en Acento.com.do