Victor-Hugo-JPG
Victor Hugo

Rosa, viento, céfiro, horizonte, agua, mirto, junco y horizonte articulan como signos-símbolos la superficie poética de estos bloques estróficos, legibles en La Leyenda de los siglos del poeta, novelista, dramaturgo, artista y teórico Victor Hugo; de tal manera que, el relato poético se sitúa en la relación borde-centro de dicho poema.

Los íconos constitutivos del poema apoyan las cualidades verbales y perceptosensibles que presentifican y dinamizan la obra reconocida como suma de acciones estructuradas mediante movimientos axiales y verticales. Lo usos de situación y discurso motivan los tonos e intensidades de la significación poética, allí donde la voz interna desoculta los hilos y puntos mágicos de su transcurso verbal. Lo enunciado aquí expresa y visibiliza el contenido-forma y  la forma-sustancia del poema.

En efecto, la práctica poética de Victor Hugo trasmite los ritmos del verso que marca el aliento largo, la respiración de los versos que determinan las particularidades emocionales y psicológicas de la expresión poética. En este sentido prosodia y significación articulan y materializan el ciclo ascendente composicional de La leyenda de los siglos.

El análisis del verso, así como el análisis de la poesía se benefician de un campo de relaciones en el que lo leído como convención, es leído como tradición o traducción (véase: Roman Jakobson: Question de poétique, Ed Seuil, París, 1973). Los Principes de Versification de Jakobson, (ver,op.cit.pp. 40-55), facilitan una lectura-descripción de las leyes, fórmulas y medios de reconocer la significación prosodemática del verso tradicional y moderno.

La articulación del verso moderno, desde el romanticismo hasta nuestros días, (ver, Javier del Prado, 1994, y Henri Clouard, 1969), solicita para su análisis un tratamiento rítmico-acentual y libre para así definir el uso de dicha articulación. La unidad significante del verso focaliza el contenido-forma y la sustancia-expresión como intento de homenaje a lo visible y lo invisible en la perspectiva de las oposiciones poéticas mostradas en las citas de esta obra epocal.

Los procedimientos de centralización de las imágenes míticas y simbólicas, llevan al lector a un enriquecimiento y pronunciamiento de la memoria histórica y cultural. Así, en Un Poeta es un mundo (pp. 275-276), la definición arquetipal se expresa también en la genealogía mítica y fundacional de toda creación:

“Un poeta es un mundo encerrado en un hombre…

Todos los santos poetas, parecidos a las madres

Han sentido a muchos removerse en sus entrañas.

Su fruto crece en su frente como en vientre de mujer.

Van a soñar a lugares desiertos, tienen en su alma

Brotes de azul eterno que resplandece y sonríe…”

(p.275).

El poeta es arquetipo del mundo. Pero el homenaje es lo que Victor Hugo asimila como Poien o poiemata desde el hacer mismo del poema sostenido en su lenguaje mítico y simbólico.

A partir de una estética genealógica y genética de la poesía, la creación verbal es en La leyenda de los siglos el universo significante constituido por grupos métricos y cardinales de significación que gobiernan todo el trazado continuo del poema. Una visión polimétrica y metafórico-sintética construye el verso desde el ritmo de una poesía de honduras míticas y ancladas en el plano de profundidad de cada parte singularizada por la unidad temática y formal del poema.

  1. S. Kirk (1974 (2000) analiza la problemática del mito y su naturaleza como reconocimiento de un espacio donde la ambigüedad revela los diferentes usos verbales y epistémicos de la narración originaria. Pero el mismo G.S.Kirk en otra obra que le antecede a La naturaleza de los mitos griegos, enfoca la teoría del mito dentro de la relación naturaleza-cultura (véase, El mito, 1970 (1990), pp.141-179)

El conocimiento de los mitos griegos en el ámbito de la cultura clásica y moderna, hace que Victor Hugo le acuerde una función significativa en su poesía a los mitos de vertiente trágica y filosófica. De ahí que su lectura de Platón, Aristóteles y los mitógrafos griegos se observe como uso y tratamiento, por demás enriquecedores en la vasta superficie poética de La leyenda de los siglos (1859), pero también, en Las contemplaciones (1856), Las canciones de las calles y los bosques (1865) y El año terrible (1872).

La relación entre mitología, poesía y sociedad se hace tan visible en la poética de Victor Hugo, que la misma incide en el dispositivo de creación dinámica del poema y el mismo justifica la intuición fundante del mito como realidad trágica y cultural. La vastedad expresiva que el mito revela en la obra de Victor Hugo es tal, que la raíz mitopoiética engendra el operante ritual y dramático desde un movimiento ascensional de las estructuras históricas y culturales.

El teórico y estudioso de la literatura Northrop Frye en su obra El gran código (1982 (2001) analiza los mitos como Mythoi o narraciones que funcionan como relatos originarios, argumentos metonímicos y descriptivos, alegorías, parábolas, cuentos, leyendas o mitos en sentido particular y simbólico. El teórico canadiense, autor también de la canónica obra titulada Anatomía de la crítica (1977) (1991) entiende que:

"Una mitología arraigada en una sociedad específica transmite un patrimonio de alusiones compartidas y de experiencias verbales, y de esta manera la mitología puede crear una historia cultural". (El gran código op. cit.p.59).

En el caso de La leyenda de los siglos, el mito se reconoce ligado a la poesía, la historia y la cultura desde una relación, anclaje y movilidad que acentúa el tramado poético en tanto que narración, fábula y discurso de la historia. Así, en El tiempo presente (p. 293), el poeta evoca el acontecimiento histórico y fundador desde un presente que motiva el viaje mítico y agónico.

Pero es en Plena mar y en Pleno cielo donde la historia y el mito hacen posible la inscripción abismal y agónica del poema. El poeta convierte la travesía en abismo y arquetipo fundante de la vida y de la muerte entendidas como términos opuestos fundamentales. En Plena mar (pp. 297-303) la voz mítica de la historia se transforma en función abierta de la metahistoria y así, el poema se abre a la “decibilidad” simbólica y genésica:

“El abismo; algo ignoto, terrible, que está gruñendo;

El viento; la oscuridad descomunal como el mundo;

Hay olas por todas partes; por doquiera que alcance el ojo,

La ráfaga que se ve ir, venir y atravesar;

Las olas son el sudario; el cielo es el sepulcro;

Las tinieblas sin el arca y el agua sin la paloma;

Las nubes allá en lo alto se asemejan a una selva.

Si un espíritu viniera, cerniéndose no sabría,

Entre las aguas sin fondo y los espacios sin límite,

Cuál es el más sombrío, y si este tétrico horror,

Que producen la ceguera, el estupor y los ruidos,

Procede el mar inmenso o de la noche sin fin.”

(p.297).

El símbolo del agua y el abismo trasmiten, además, el movimiento de los orígenes como forma secular trágica:

“¡Oh, mar triste!, ¡sepulcro donde todo parece vivo!

Estos dos grandes atletas hechos de furia y de viento,

El pertinaz cabeceo y el airado balanceo,

Luchando sobre esta balsa fúnebre entre la niebla,

Sin tregua, en cada instante arrancan algún destello

A la quilla o al puente en su negro pugilato;

Por momentos en el cenit se agujerea una nube,

Cae un poco de luz lúgubre y, sobre la proa,

Un resplandor, que tiembla con el soplido del ábrego,

Pálido, ilumina a medias la palabra Leviatán…"

(p.298).

Los arquetipos de Pleno mar invaden también la cardinal significativa de Pleno cielo, acordándole en este tenor valor fundacional a los elementos constitutivos. Sueño, agua, noche y profundidad parecen conformar el movimiento visible de la creación originaria, de suerte que, la polivocalidad o pronunciamiento de registro variado, textualiza el orden expresivo del poema:

"Allá en la profundidad, fuera del agua y las noches,

En un desgarrón de nubes, que deja ver por encima

de los mares la alegría celeste, inconmensurable,

Un punto vago y confuso aparece; entre los vientos,

En el espacio, este punto se mueve porque está vivo;

Sube, desciende, remonta; hace lo que quiere hacer;

Se acerca, adquiere forma, viene hacia aquí; es una esfera;

Es un bajel sorprendente, es un barco inexpresable,

Globo como el mismo mundo y pájaro como el águila;

Es un navío que avanza ¿Dónde? ¡En el éter sublime!”

(p.304).

Pero también se observa en esta fase del poema que Victor Hugo se le adelanta a Freud y Jung a propósito de la creación de una escena del inconsciente abierta a impulsos antropológicos y teologales desde el transformante poético. El sueño es el foco que autoriza esta escena de la escritura poética:

“Como en un sueño se ve cernirse un trozo de cumbre;

¿Quizás la cima de un monte, bajo este cielo de estrellas,

ha sido dotada de alas y de pronto se ha escapado?

¿O quizás una hora inmensa que ha sonado en los destinos,

ha hecho que la nube errante se transforme en un bajel?

¿Es la Fábula mostrándose a nuestra vista engañosa?

(…)

¿Es un ser trasfigurado que parte y que resucita,

que se eleva, transportado, rescatado de la tierra,

sobre un carro volador, hecho de éxtasis y luz,

y se acerca por instantes para que se vea un poco,

desde el fondo de este mundo, la alegría de su huida?”

(pp.304-305).