La influencia de los astros, los planetas o los cuerpos estelares sobre los individuos, los colectivos de la especie humana, el reino animal y vegetal, en todos los sentidos, ha sido objeto de estudios desde diferentes disciplinas como la ontología, antropología, biología, botánica, física, metafísica, filosofía, entre otras. Esas influencias pueden estar asociadas a los estados de salud del cuerpo, la mente y el espíritu. En metafísica se habla de que el individuo tiene hasta siete cuerpos: físico, vital, astral, mental, de la voluntad, de la conciencia, y del espíritu (el íntimo) (Aún Weor, S. 1978).
Aunque la ciencia y sus métodos no alcanzan a comprender muchos postulados metafísicos, vistos como vertientes de la filosofía, bien es cierto que con el adelanto de la tecnología se han realizado estudios para lograr no solo el avistamiento del “aura humana”, sino también del cálculo del “peso del alma”.
Científicos como Immanuel Kant, Arthur Schopenhauer, Martin Heidegger, han considerado la metafísica, dentro de sus estudios —incluso llegando a catalogarla— como “Necesidad inevitable” o calificando al hombre como “animal metafísico”.
Si analizamos como independientes a los cuerpos antes mencionados, se puede suponer que cada uno tiene su propio origen, crecimiento y desaparición, y que cada uno de ellos tiende a enfermarse. Se enferma el cuerpo físico, el mental y el íntimo. Explicaciones de las enfermedades de los demás cuerpos tendrán sus campos explicativos desde la metafísica, pero nos limitaremos los análisis en este momento por las escasas posibilidades que nos brinda la ciencia para aproximarnos a la realidad fenomenológica.
Algunos indicadores que pueden justificar la existencia de estas enfermedades en esos cuerpos, por ejemplo: He escuchado en nuestro espacio cultural a personas agobiadas, hartas de la desazón de la vida, impotentes ante la dureza humana, expresiones como las siguientes: “Estoy enfermo del espíritu” o “estoy enfermo del alma”. ¡Como si en verdad la gente se enfermara del espíritu! Y nadie sabría definir los conjuntos de sensaciones producidas por las emociones y el estado bioelectroquímico del cerebro de manera tal que se puedan describir estos tipos de “enfermedades espirituales”.
La salud
La Organización Mundial de la Salud –OMS– (1948), definió la salud como “el estado de completo bienestar físico, mental y social, no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”. En 1985 se le adicionó al concepto de salud “la capacidad de realizar el propio potencial personal y responder de forma positiva a los problemas del ambiente”.
Es más fácil describir el estado de salud del cuerpo que el de las enfermedades. ¿Pero el estado de salud puede coexistir con la enfermedad? ¡Claro que sí! Se puede aprender a vivir sintiéndose sano, estando enfermo, asumiendo la enfermedad como un elemento constitutivo del cuerpo. Si la enfermedad produce dolor, la actitud ante ella amplía o baja el umbral del dolor. Cuando se vuelve intolerable, los medicamentos que la controlan forman parte de esa manera de afrontar la vida. He conocido a personas que desde recién nacidas han desarrollado enfermedades como la diabetes; toda su vida se han medicado insulina y ese acto forma parte de su propia concepción de la vida, como necesaria y racional. O personas que han sobrevivido al cáncer y han sobrellevado la enfermedad por décadas dentro de un marco de tolerancia, logrando coexistir. En cambio, hay otros que, con solo anunciarles que están “enfermos”, firman su sentencia de muerte.
Enfermedades desde la cultura
Hay quienes consideran algunas las enfermedades como producto de la cultura, y ciertamente dentro de ese grado de complejidad, muchas son generadas en los espacios culturales. Para ser curadas se acudía y se acude a la magia y al espiritismo, aunque desde la irrupción de Hipócrates, empezó a desmitificarse esa práctica y a cambiar en cierta forma las mentalidades, aunque no se ha erradicado, ni se va a erradicar completamente. Los nahuas creían que las fuerzas sobrenaturales, podían entrar en el organismo por medio de las articulaciones para alojarse en los huesos y consideraban la epilepsia como una enfermedad del corazón (Villaseñor, 2002).
Muchos petroglifos presentan dibujos de enfermedades que afectaron al mundo antiguo. Enfermedades en todos los tiempos y civilizaciones han diezmado, en su momento, partes de importantes poblaciones. Recordemos la lepra, la peste bubónica, el cólera, la malaria, la tuberculosis, la fiebre amarilla, la sífilis, el Sida, la Covid-19, entre otras.
El caso de las enfermedades virales y bacterianas, dentro del espacio natural, las maneras de relación con ese espacio y de vivir juntos generan contaminación, producto de los manejos de agentes y vectores.
Ciertas enfermedades mentales están relacionadas con la cultura, como por ejemplo: “A nadie que no tenga por lo menos algún conocimiento de la historia europea se le ocurriría creerse Napoleón” (Bartolomé, 1976) o enfermedades como Wendigo o Wetiko, que sus impulsos a cometer actos de antropofagia se les atribuyen a elementos meramente culturales. También, en este contexto, se debe mencionar la enfermedad denominada Saka que es “una forma de histeria que se da entre las mujeres de la tribu Wataita en Kenia”, y la llamada Pibloktoq, presente en los esquimales del norte de Groenlandia. Se presenta la persona con un padecimiento de ataques convulsivos, se duerme y luego lo olvida todo al despertar. Previo a los ataques, parece retraído y luego tiene arranques violentos, grita, rompe las ropas y sale corriendo sobre el hielo. (Bartolomé, 1976).
Se tiene la referencia de que muchas enfermedades son propias en ciertos tipos de tribus o grupos de individuos que ellos mismos las crean y las padecen. En determinados espacios culturales, amén de la predisposición genética y natural, existen enfermedades genéricas en esos espacios.
Por otro lado, el dolor. Es un riesgo afirmar que el dolor es producto de la cultura, pero sí, la cultura influye en la creación de los umbrales psicológicos de tolerancia al dolor. Los faquires han demostrado su capacidad para vencer el dolor, mientras que en las mismas circunstancias, otros no lo toleran.
Supone entonces que la capacidad que tiene la mente humana para vencer los dolores que provocan las enfermedades es manejable, pero en los espacios culturales en donde se desarrolla el individuo, la educación es escasa o nula en esas prácticas.
Enfermedades mentales
La locura estuvo por mucho tiempo asociada a una relación del individuo con los astros o fenómenos estelares. Las creencias de que las fases de la luna influían o influyen en animales y plantas, siempre han inquietado a muchas personas y muchos mitos recorren el mundo antiguo y moderno sobre el origen de las enfermedades en ambos reinos. Tanto así que a los que padecen alguna enfermedad mental suelen llamárseles “lunáticos”. Sobre ese pensamiento, siendo muy joven y con poca capacidad reflexiva, relacionaba cada estrella del firmamento con cada neurona del cerebro, y que a la hora del nacimiento del niño, según la posición de los astros, así estaban dispuestas las neuronas en el cerebro, asumiendo que las estrellas giraban y cambiaban de posición dinámicamente.
Ahora bien, cuando una persona se volvía demente, era porque había una explosión sideral y se desordenaban las estrellas y así mismo en el cerebro se desordenaban las neuronas y el individuo perdía la razón. Confieso que no sé si esta idea la tomé de mis largas lecturas, si las escuché, si las deduje del principio del horóscopo (que en mi niñez solía leer en los periódicos). En verdad, llegué a creer que la locura era producida por los astros, impactado por esa idea mítica y apoyada en mi ignorancia sobre el tema. Les confieso que siempre he sido imaginativo y me he visto varado entre absurdidades. No sé si eso es propio de los que escribimos ficciones.
Las enfermedades mentales y neurológicas como la epilepsia eran consideradas como productos de posesiones demoníacas y se apelaba a Dios a través de conjuros y oraciones para sanar a las personas. Muchas de estas creencias han sido superadas por saberes científicos que han dado respuestas positivas a través de terapias y suministros de medicamentos.
Cuando se refiere a las enfermedades desde la perspectiva científica, suele reducirse la idea a las enfermedades físicas, mentales y somáticas. Se conoce que los agentes causantes pueden ser de tipo biológico, físico, químico, mecánico y huésped. Agentes de origen biológico pueden ser bacterias, hongos, metazoarios, protozoarios y virus, para dar una idea de esta tipología, pero poco se sabe sobre las enfermedades de los “otros cuerpos”, que hablan los metafísicos, porque no resisten explicaciones científicas.
El mundo moderno se ve afectado por los hábitos alimenticios, los cuales son causantes de centenas de enfermedades que afectan a millones de personas. Los excesos en el consumo de azúcares, grasas y sal, se han convertido en los enemigos de la salud del cuerpo humano.
El conocimiento del mapa genético aporta mucha información de cómo prevenir enfermedades que provienen del componente hereditario. La manipulación a nivel de las cadenas de ADN le presenta desafíos a los investigadores y el debate bioético adquiere dimensiones políticas, sociales, religiosas y dogmáticas. Ya que el estudio de aminoácidos y proteínas específicas plantea a corto y mediano plazo, en términos científicos, nacimientos de personas libres de enfermedades como la diabetes, esquizofrenia y epilepsia, para solo mencionar tres.
Los remedios
Junto a las enfermedades, aparecen los remedios, y en este tema encontramos la más extraordinaria manifestación de la creatividad humana para combatirlas. Y existe toda una gama de creencias espirituales, desde el antiguo Egipto a los pueblos primitivos de América, desde las regiones heladas del polo norte a las del polo sur.
En todos los rincones del mundo, los humanos han buscado remedios a sus dolencias. El instinto de conservación va asociado a la sobrevivencia, la imaginación, el mito, la fe, las creencias…
Las artes han sido también fuentes creativas para tratar la mente y el cuerpo del individuo y otras especies animales. Los faraones y reyes tenían a sus servicios magos, chamanes, sacerdotes y médicos para garantizar su salud, tradición que se mantiene en algunas culturas. Aunque los avances de la ciencia, la tecnología y la medicina hayan cambiado esas formas culturales de intervenir a las enfermedades.
Las plantas y los minerales han sido fuentes primarias como remedios a las enfermedades. Algunos rituales e invocaciones a los “Elementales” de las plantas para el uso de las hojas, tallos y raíces, han sido y son utilizados hoy en día. Se le pide permiso al “Elemental” para que intervenga por medio de la infusión de tés o baños del cuerpo. Muchas historias son relatadas desde la orilla del Tíbet o la selva amazónica. Las creencias van más allá de lo imaginado, y los testimonios de sanación siempre han sido numerosos. Esas medicinas de las plantas, llamadas hoy alternativas, son utilizadas cada vez más por la ciencia, tomando como base las composiciones químicas de las mismas.
La medicina basada en los minerales tiene su origen también en tiempos ancestrales. Las propiedades de las aguas minerales, el cuarzo, sal, jaspe, jade, ópalo, carbón, amatistas, turquesas, turmalinas, ónix, citrinos, ámbar; muchas de ellas son para tratar el sistema nervioso. En fin, una gama de opciones de origen mineral para los tratamientos de las enfermedades del cuerpo.
Los remedios van desde el tratamiento del órgano o los órganos hasta la aplicación de cirugías. No debe olvidarse que el cuerpo humano es una maravillosa máquina, capaz de autocurarse; aunque algunos sostienen que nunca sana, posee todas las cualidades y capacidades para hacerlo.
Muchos se refugian en la fe y los testimonios de “curaciones milagrosas”. La sacralización de las cosas ha influido mucho en este aspecto. La sugestión utilizada como terapia ha tenido muchos logros, el uso de los placebos, también. Los testimonios de las curaciones colectivas por vía de la fe o la sugestión son frecuentes en actos masivos, aunque muchos reportan, después de cierto tiempo, que han vuelto a sentir las mismas dolencias: unos que han mejorado su condición y otros que han sanado. En todo esto entra la extraordinaria complejidad humana, esa que intenta aproximarse a diversas explicaciones de la interrelación del individuo y la sociedad.
Domingo 7 de enero de 2024
Virgilio López Azuán en Acento.com.do