Contrario a lo que mucha gente afirma, el libro impreso no está en decadencia ni presenta síntomas de que vaya a desaparecer, pero los diccionarios y las enciclopedias en formato físico son hoy día víctimas de una inminente obsolescencia, pues resulta más cómodo y rápido acudir a un diccionario virtual a través de un celular o una computadora; de ahí que, asimismo, Wikipedia sea actualmente la enciclopedia predominante en todos los ámbitos del saber. Pero no se puede negar que para algunas personas es bastante deleitable leer en formato físico una que otra página de enciclopedia; por desgracia, es sumamente escaso el número de personas que lo hace. Sin embargo, las enciclopedias en formato físico eran, durante mucho tiempo, de consulta obligada en el mundo del conocimiento. Uno de los grandes amantes de las enciclopedias fue, por ejemplo, Jorge Luis Borges: En su biblioteca personal poseía los tomos completos de varias enciclopedias, tales como la alemana y la italiana, en especial (valioso regalo de su padre) los 32 tomos de la Enciclopedia Británica de 1910, la cual leía con fervor desde la niñez.

Jorge Luis Borges.

En uno de los cuentos más geniales de Borges —el titulado Tlön, Uqbar, Orbis Tertius—, el tema central gira en torno a la mención de más de una enciclopedia. Diversos son los puntos que convergen en este cuento, pero con un hilo conductor paralelo. Es preciso entonces saber qué es Tlön, qué Uqbar y qué Orbis Tertius. Desde luego, los lectores del cuento no ignoran que Tlön es un planeta ilusorio cuya cultura clásica comprende como disciplina única la psicología, de la cual derivan las otras. Sus naciones, su lenguaje y las derivaciones de su lenguaje (como la religión, las letras, la metafísica) son de carácter idealista. Su lenguaje, en el hemisferio austral, carece del uso del sustantivo; y en el hemisferio boreal, el verbo no es la forma básica, sino el adjetivo monosílabo. Su literatura es colectiva; abundan los poemas de una sola palabra y casi siempre sin firma porque no existe el plagio y un único autor es considerado el autor anónimo y plural de todo lo escrito. La geometría comprende lo visual y lo táctil, y la base de la aritmética se rige por los números indefinidos. Sus doctrinas son fundamentalmente materialistas, pero también marcadamente idealistas. Se alude que en Tlön las filosofías se multiplican de forma innumerable y, a la vez, se niegan y se invalidan entre sí, por lo que, de forma paradójica, el narrador dice que no hay básicamente ciencias ni propiamente razonamientos objetivos en Tlön. Cada pensamiento supone su tesis y su antítesis y cada libro encierra su contralibro. De ahí que la contradicción, la ambigüedad, la insuficiencia y la subjetividad constituyan la columna vertebral del saber en Tlön.

En el cuento, luego de que se haga alusión a una frase correspondiente a un artículo de una enciclopedia defectuosamente basada en la Enciclopedia Británica, el Borges narrador, alter ego del Borges escritor, inicia, junto a un Bioy Casares personaje, minuciosas indagaciones sobre la existencia de un falso país llamado Uqbar, que es mencionado en el volumen XXVI de alguna edición de The Anglo-American Cyclopaedia de 1917, una versión pirática de la Enciclopedia Británica de 1902. Lo que al inicio aparece sobre Uqbar es bastante vago y contradictorio, además de que el artículo que habla sobre Uqbar es de dudosa certidumbre, pues está inserto en cuatro sospechosas páginas adicionales de una desvaída enciclopedia que Bioy compró en un remate de libros, lo que, no obstante, refuerza la curiosidad de Borges y de Bioy. La incesante búsqueda se convierte entonces en una obsesión.

Descubren que Uqbar es un país que tiene sus propias costumbres, su geografía, su historia, su idioma y su literatura; confirman que en Uqbar los hombres abominan de los espejos y de la paternidad; que su geografía se compone de ríos, de cráteres, de cadenas y de islas en las que procrean los caballos salvajes; descubren que en él los ortodoxos sufrieron persecuciones y que recibieron amparo en dichas islas; y que su literatura es de carácter fantástico y ajena a la realidad. Pero de modo estéril buscaron en "atlas, catálogos, anuarios de sociedades geográficas, memorias de viajeros e historiadores: nadie había estado nunca en Uqbar". Al inicio del cuento, el lector no tiene sobre Uqbar mayor información que esta, pero es que, desde los primeros párrafos, Borges trata de confundir y despistar al lector a través de las ambigüedades, las sutilezas y las contradicciones que definen a este excepcional cuento que es Tlön, Uqbar, Orbis Tertius.

Que esto es así, lo intuye el lector desde el inicio, pues ya en los primeros párrafos se nos dice que Borges y Bioy tuvieron "una vasta polémica sobre la ejecución de una novela en primera persona, cuyo narrador omitiera o desfigurara los hechos e incurriera en diversas contradicciones que permitieran a unos pocos lectores —a muy pocos lectores— la adivinación de una realidad atroz o banal". Esta es parte de la clave del cuento, pues dicha oración está escrita no porque sea superflua, sino porque real y efectivamente debe ser tomada en cuenta y aplicada a la propia lectura de Tlön, Uqbar, Orbis Tertius, el cual, ya lo dijimos, deliberadamente está revestido de ambigüedad, de caos y de contradicción. Que el tema de este cuento es una metáfora sobre la humanidad o, más exactamente, una parodia sobre el mundo, lo dilucidaremos en los párrafos siguientes, pero no sin antes seguir pormenorizando los puntos claves que lo envuelven.

Dos años después del narrador tener noticias sobre Uqbar, en una quinta de Adrogué aparece un enigmático libro que le fuera enviado al ingeniero de ferrocarriles Herbert Ashe, amigo del padre de Borges y miembro de una sociedad secreta que desde siglos antes se había propuesto la descripción total de un planeta desconocido llamado Tlön. Es decir, Borges ya sabe que Uqbar es un falso país, pero su curiosidad aumenta al tener ahora noticias no ya únicamente sobre Uqbar sino sobre algo que él mismo califica de "más precioso y más arduo", o sea: Tlön, el planeta desconocido.

El libro de Herbert Ashe no es otro que el XI tomo de la Primera Enciclopedia de Tlön y, en consecuencia, es el que aclara, al menos parcialmente, el enigma que dio paso a la incesante búsqueda del Borges narrador. Con este libro, Borges ahora "tenía en las manos un vasto fragmento metódico de la historia total de un planeta desconocido, con sus arquitecturas y sus barajas, con el pavor de sus mitologías y el rumor de sus lenguas, con sus emperadores y sus mares, con sus minerales y sus pájaros y sus peces, con su álgebra y su fuego, con su controversia teológica y metafísica. Todo ello articulado, coherente, sin visible propósito doctrinal o tono paródico".

Años después —en 1941, para ser más específicos— se descubrió una carta manuscrita de Gunnar Erfjord (un miembro de la secta) que había sido de Herbert Ashe. El gran enigma fue aclarado un poco más; se supo casi todo sobre Tlön y que Orbis Tertius era el nombre de una sociedad secreta y benévola que había creado a Tlön. Se supo que todo inició en el Siglo XVII con la propuesta de inventar un país y que esta ardua empresa debía ser continuada por sucesivas generaciones de miembros de Orbis Tertius. En 1824, Tennessee, que era un afiliado, conversa en Memphis con el millonario Ezra Buckley, quien se ríe del proyecto y, al mismo tiempo, le dice que "en América es absurdo inventar un país y le propone la invención de un planeta". Buckley propone la creación de una enciclopedia en inglés que describa detalladamente a Tlön, pero es envenenado en 1828. Empero, en 1914 los trescientos miembros de Orbis Tertius concluyen secretamente el último tomo de los cuarenta que integran la Primera Enciclopedia de Tlön, que es tenida por la Obra Mayor de los Hombres. En 1942, fueron encontrados y divulgados los cuarenta tomos y, por ende, los hechos quedaron del todo dilucidados. Se supo que estos tomos en inglés servirían a Orbis Tertius de punto de partida para una obra aún más vasta y ardua: Los cien tomos de la Segunda Enciclopedia de Tlön, la cual debía de ser redactada no en inglés sino en el enmarañado y primitivo idioma de Tlön.

Borges-libro.

Hemos dicho que Tlön, Uqbar, Orbis Tertius es una parodia sobre el mundo o, más bien, una metáfora sobre la humanidad. El Borges narrador sugiere, deliberadamente, que el planeta Tierra y el planeta Tlön no son el mismo, y sin embargo la analogía es asombrosa. De hecho, la finitud y la subjetividad de los conocimientos y los saberes en Tlön no son otra cosa que una muestra de la insuficiencia y la precariedad de la ciencia, la filosofía y la teología de la humanidad. La ingente empresa de Orbis Tertius es, pues, la labor incesante, cambiante, ardua y vasta de los hombres. Tlön es, de algún modo, el mundo real representado de forma simbólica. Por tanto, hablar de Tlön —de su modus operandi, de sus intelectuales, de sus hábitos, sus disciplinas, sus saberes, su geografía y todo lo que lo compone— es meramente hablar de la humanidad tal cual es. Tlön es el mundo en que vivimos. No en vano el narrador dice que Tlön fue creado con "el plan de exhibir un mundo que no sea demasiado incompatible con el mundo real".

El modo en que Borges juega con la forma y el fondo en Tlön, Uqbar, Orbis Tertius pone de manifiesto la influencia del Quijote en este cuento, puesto que la manera en que se habla en el cuento haciendo alusión a una historia dentro de la misma historia —como el ejemplo de aclarar y a la vez distorsionar los hechos mencionando este cuento dentro de este mismo cuento— es lo que hizo Cervantes mencionando el Quijote dentro del Quijote, pues, verbigracia, en una posdata imposible del cuento se aclara la inclusión en 1940 de Tlön, Uqbar, Orbis Tertius en la Antología de la literatura fantástica. También es visible la influencia de Kafka. De ahí que —como en La construcción de la muralla china, como en El puño de la ciudad, y como en tantos otros cuentos de Kafka— en Tlön, Uqbar, Orbis Tertius se hace alusión de forma simbólica a la humanidad. Borges, al igual que su maestro Kafka, juega sabiamente con este tema una y otra vez y para ello a veces se vale de ciertos objetos o materiales humanos, por ejemplo: en La Biblioteca de Babel, una biblioteca infinita es la metáfora del mundo; en El Zahir, lo es una moneda; en La lotería de Babilonia, un juego de azar; en El jardín de senderos que se bifurcan, un jardín en forma de laberinto inextricable; en Tres versiones de Judas, unos evangelios apócrifos; en El libro de arena, un libro de páginas infinitas; y en Tlön, Uqbar, Orbis Tertius, dos enciclopedias de varios tomos. Estos cuentos, vale decirlo, anuncian y preparan el camino de otro cuento igualmente perfecto: La autopista del sur, de Julio Cortázar, pues esa autopista del cuento es el mundo en miniatura, fraguado y visualizado —sin perder originalidad— a la manera de Kafka y Borges.

Como es de suponer, de la misma manera que en Tlön, Uqbar, Orbis Tertius los investigadores y los curiosos se preguntaban al principio quién inventó a Tlön, en este mundo en que vivimos la gente se ha hecho la misma pregunta con relación a este planeta. Es como si hasta ahora las hipótesis formuladas sobre la interrogante de dónde venimos y hacia dónde vamos fuesen sólo conjeturales y parcialmente estériles. En el mundo real, como en Tlön, "la hipótesis de un solo inventor —de un infinito Leibniz obrando en la tiniebla y en la modestia— ha sido descartada unánimemente. Se conjetura que este brave new world es obra de una sociedad secreta de astrónomos, de biólogos, de ingenieros, de metafísicos, de poetas, de químicos, de algebristas, de moralistas, de pintores, de geómetras… dirigidos por un oscuro hombre de genio". Como en Tlön, se ha creído de forma controversial que el mundo real es obra de uno o varios dioses, o de uno o varios demiurgos, o de un experimento extraterrestre, o fruto de un sueño, o de la casualidad, o de un virus o bacteria, o de otras especulaciones humanas que se multiplican de forma exponencial, dando lugar a numerosas hipótesis endebles y paradójicas.

Se ha llegado incluso a negar el tiempo, es por ello que en Tlön, como en el mundo real, una de sus muchas escuelas "razona que el presente es indefinido, que el futuro no tiene realidad sino como esperanza presente, que el pasado no tiene realidad sino como recuerdo presente. Otra escuela declara que ha transcurrido ya todo el tiempo y que nuestra vida es apenas el recuerdo o reflejo crepuscular, y sin duda falseado y mutilado, de un proceso irrecuperable. Otra, que la historia del universo —y en ella nuestras vidas y el más tenue detalle de nuestras vidas— es la escritura que produce un dios subalterno para entenderse con un demonio. Otra, que el universo es comparable a esas criptografías en las que no valen todos los símbolos y que sólo es verdad lo que sucede cada trescientas noches. Otra, que mientras dormimos aquí, estamos despiertos en otro lado y que así cada hombre es dos hombres".

Algo similar podemos advertir en el cuento La lotería de Babilonia, cuyo juego de azar es regido por la Compañía, una misteriosa secta similar a Orbis Tertius. Por ejemplo, el narrador de La lotería de Babilonia indica lo siguiente sobre el carácter secreto de la Compañía y sobre los diversos criterios especulativos que en una Babilonia simbólica versan al respecto, lo que, de una forma u otra, concuerda con las escuelas de Tlön y, en consecuencia, con las doctrinas del mundo real: "Ese funcionamiento silencioso, comparable al de Dios, provoca toda suerte de conjeturas. Alguna abominablemente insinúa que hace ya siglos que no existe la Compañía y que el sacro desorden de nuestras vidas es puramente hereditario, tradicional; otra la juzga eterna y enseña que perdurará hasta la última noche, cuando el último dios anonade el mundo. Otra declara que la Compañía es omnipotente, pero que sólo influye en cosas minúsculas: en el grito de un pájaro, en los matices de la herrumbre y del polvo, en los entresueños del alba. Otra, por boca de heresiarcas enmascarados, que no ha existido nunca y no existirá. Otra, no menos vil, razona que es indiferente afirmar o negar la realidad de la tenebrosa corporación, porque Babilonia no es otra cosa que un infinito juego de azares".

En ese orden de ideas, baste recordar que al principio se pensó que en Tlön (como también se ha pensado del mundo real en algunas culturas y sectas): "Una dispersa dinastía de solitarios ha cambiado la faz del mundo. Su tarea prosigue". Nótese que, desde tiempos inmemoriales, los avances científicos y tecnológicos, y los humanísticos y artísticos, han venido revolucionando el mundo cada vez más. Algunos entendidos afirman que ese progreso es relativo, pero sea como fuere: ¿Cómo será la vida de aquí a medio siglo? ¿Cómo será de aquí a uno o dos siglos? ¿No es la inteligencia artificial un débil síntoma de lo que nos espera para mañana? ¿Se aclarará —esto también es simbólico— el misterio de los demiurgos de Tlön? ¿Somos la obra de una secta secreta a la manera de Orbis Tertius? ¿Es el mundo real un mero experimento, es decir, un mero juego de una realidad libresca? ¿Es éste un mundo regido por un saber enciclopédico? ¿No sería Tlön una representación simbólica de Thot, el dios egipcio de la escritura? ¿No está Tlön o, mejor dicho, el mundo real, regido por las misteriosas manos de una secta secreta? ¿No es la vida humana un misterio insondable, inescrutable para el ser humano, tal como ocurre en Tlön? ¿Será el mundo, hoy por hoy, una creación inescrutable para el hombre? ¿No es tan impenetrable como el Gran Secreto que guarda la misteriosa e inaccesible secta que constituye el eje central del cuento de Borges titulado La secta del Fénix? ¿Está la vida regida por un complejo y enigmático juego de azar manipulado por una secta todopoderosa, tal como esa lotería controlada por la Compañía descrita en La lotería de Babilonia? Son acaso interrogantes cuyas respuestas resultan estériles, paradójicas y relativas. Pero, acaso con razón, observa el narrador de Tlön, Uqbar, Orbis Tertius que: "El contacto y el hábito de Tlön han desintegrado este mundo". Y anade: "El mundo será Tlön".

La humanidad, pues, avanza a pasos galopantes; para bien o para mal. ¿En qué estadio de la vida humana se encuentra el hombre con los avances tecnológicos y humanísticos que lo caracterizan en la actualidad? ¿Qué le depara el futuro? ¿Podrá el hombre tener alas y volar, o volar sin alas? ¿Mueven los científicos, los filósofos, los teólogos, los metafísicos o, más bien, los intelectuales en general, el curso actual de la humanidad? ¿Pueden las masas y los hombres de genio —con su supuesta evolución y sus avances en todas las índoles— cambiar radicalmente las costumbres humanas y descubrir algo hasta ahora inimaginable? ¿Pueden, como se vaticina simbólicamente en Tlön, Uqbar, Orbis Tertius, descubrir dentro de uno o dos siglos los cien tomos de la Segunda Enciclopedia de Tlön? Lo ignoramos, pero de todos modos la ciencia más objetiva ha demostrado hasta ahora que, en ocasiones, lo que ayer parecía imposible, hoy resulta fácil; por lo que, en virtud de esa lógica casi irrefutable, es entonces probable que lo que hoy parece difícil o improbable, mañana sea de suma facilidad o al menos parcialmente probable. Puede ser cierto; quizá sí, quizá no. Pero, para decirlo en sentido figurado, nada preciso sabemos sobre el futuro de Tlön, de Uqbar y de Orbis Tertius, salvo que —como ayer y hoy— en el día de mañana nada humano será infalible.