Podría decirse que el siglo XX fue el siglo de las sociedades de masas, de las ideologías y los totalitarismos. Estos regímenes necesitaron las ideologías para sostenerse. En el ámbito internacional, sucedieron algunos acontecimientos que bien pudieron haber abonado el terreno para el nacimiento de regímenes totalitarios. En este caso el fascismo.

El mundo sale de la Primera Guerra Mundial en 1918. Cuatro años después Benito Mussolini marcha sobre Roma. En 1923, Hitler, junto a Hermann Goring, Rudolf Hess, y otros dirigentes del Partido Nazi, protagoniza el Putsch de Munich, un intento de golpe de estado contra la República de Weimar. Posterior a esto, en el transcurso de diez años, ocurren dos hechos que presagiaron la amenaza a Europa y al mundo.

En Italia en 1924, con la prohibición de los partidos políticos de oposición, y el secuestro y asesinato del líder opositor Giacomo Matteotti, queda instaurado con Mussolini el fascismo. En Alemania, en enero de 1933, Adolfo Hitler asciende al poder, y en marzo del mismo año, en Dachau, en las cercanías de Berlín, se construyó el primer campo de concentración. Cabe destacar, que el nazismo es la versión alemana del fascismo. Visto este cuadro, los intelectuales, como críticos de su tiempo, se propusieron levantar su voz. No podían permanecer ajenos al compromiso social.

En este escenario, ante el temor del auge del fascismo en Europa, del daño que produciría a la cultura y al mundo, y de que algo estaba socavando los cimientos de una precaria paz, se da inicio a los encuentros. Para el año 1934, se celebra en Moscú el Primer Congreso de Escritores Soviéticos. En el mismo, queda instaurado el Realismo Socialista, y a su vez surgió la idea de que los escritores celebraran un congreso internacional.

André Gide.

Este hecho originó, que en junio de 1935 se realizara en París el Primer Congreso Internacional de Escritores en Defensa de la Cultura.  Dicho congreso tuvo una destacada relevancia por el momento histórico que se estaba viviendo. Basta poner como ejemplo en su organización, a figuras de la talla de André Gide, Louis Aragón, Paul Nizan, André Malraux, Romain Rolland entre otros. También delegados del renombre de Robert Musil de Austria, Aldous Huxley de Inglaterra, Bertolt Brecht de Alemania, Ilya Ehrenburg y Boris Pasternak de Rusia. Un caso trágico fue el de René Crevel,- encargado de convocar a los escritores españoles-, entre ellos Lorca, Machado, Azorín-,  quien se suicidó dos días antes de la apertura.

Desde su inicio, este congreso tuvo algunas dificultades. Dice el notable filósofo y escritor cubano Eliades Acosta Matos, que en el congreso se encontraban 230 delegados de 38 países, y  que a la falta de recursos de los organizadores se sumaron las divisiones dentro de las fuerzas antifascistas. Las más significativas se produjeron entre surrealistas y comunistas; y trotskistas y estalinistas. A pesar de las diferencias entre grupos en el interior del congreso, es importante señalar, que este significó un indudable acontecimiento histórico. Fue una toma de conciencia de los peligros que se cernían sobre la humanidad. Un ejemplo de ello, fue la quema de libros por los nazis. El precedente de lucha de los escritores antifascistas quedó establecido. La celebración de este Primer Congreso Internacional de Escritores en Defensa de la Cultura fue exitosa. Se hizo necesaria una segunda parte; había que dársele continuidad.

El Secretariado de la Asociación Internacional de Escritores Para la Defensa de la Cultura decidió en junio de 1936,  que el segundo congreso iba a tener lugar en Madrid en 1937. Un mes después de dicha decisión, se produce el levantamiento de Francisco Franco contra la Segunda República. Cuando  llegó el momento de iniciar el Congreso,  España estaba sumida en la guerra. Con tantas dificultades para organizar este evento, la hora de la verdad había llegado para muchos intelectuales.

En Valencia, el 4 de julio de 1937, el Congreso se inicia con un gran espectáculo propagandístico. Pablo Neruda participó activamente en la organización del mismo, se reúne con André Malraux, Louis Aragón, Waldo Frank, Vicente Huidobro, Nicolás Guillén, Octavio Paz entre otros. La organización está llena de fervor revolucionario, pero, al igual que en el primer congreso, un elemento ha venido a desnaturalizar el mismo: comenzaron a surgir las diferencias.  El estalinismo abrió una brecha en los intelectuales que asistieron. Esto, como resultado de la persecución de Stalin a Trotsky y sus partidarios. Según Acosta Matos, una parte de los delegados extranjeros se encontraba en España antes del Congreso. Estos formaron parte de los más de 40,000 miembros de las Brigadas Internacionales que habían llegado para combatir al franquismo por iniciativa de la Internacional Comunista.

De su lado, la escritora costarricense Marjorie Ross, en el libro El secreto encanto del KGB, dice que ahí estuvo infiltrado Iósif Griguliévich, un espía al servicio de Stalin. Según Ross, este maniobró para servir como traductor en el Congreso. Afirma que Griguliévich un mes antes había participado en la muerte de Andreu Nin, fundador del POUM, un partido de orientación trotskista que estaba combatiendo en la Guerra Civil Española.

Las diferencias cada vez más salían a relucir. En 1936, André Gide viajó a la Unión Soviética, y su visita coincidió con la muerte de Máximo Gorki el 18 de junio. En la Plaza Roja, pronunció un discurso en los funerales del gran promotor del Realismo Socialista. Cuando Gide regresó, escribió Regreso de la URSS, un libro donde alertó a los dirigentes soviéticos sobre la burocracia que allá se estaba creando. Dentro de los temas que se escucha con insistencia en el Congreso, es el repudio a André Gide por sus críticas a la URSS. Solo Octavio Paz y Malraux defendieron públicamente a André Gide. Era obvio: la politización había permeado al congreso, los antifascistas estaban divididos entre trotskistas y estalinistas. En el ambiente se hablaba más de política que de cultura. Como ejemplo de esta realidad, el discurso del ruso Alexei Tolstoi se fundamentó en exaltar los valores del Realismo Socialista y a criticar a Trotsky.

León Trotsky.

Es importante señalar, que no todos los escritores se enfrascaron en esas  diferencias. El poeta peruano Cesar Vallejo abordó un discurso crítico,  donde sostuvo que la mayoría eran fascistas, y otros indiferentes y cobardes al no asumir sus deberes en momentos de definiciones. En el mismo, Vallejo agregó: los responsables de lo que sucede en el mundo somos los escritores, porque tenemos el arma más formidable, que es el verbo. (Acosta Matos, Eliades, De Valencia a Bagdag. Los intelectuales y la defensa de la humanidad).

Hacer mención de todos los miembros que participaron en el Congreso y enunciar sus discursos es imposible. Cuando la cultura está amenazada, como ocurre con el avance del fascismo, se hace necesario defenderla con las armas materiales, dijo Bertolt Brecht. Escritores internacionalistas como el británico George Orwell, el poeta holandés Jef Last y el alemán Ludwig Renn, fueron combatientes. De su lado, el cubano Pablo de la Torriente Brau, el húngaro Máté Zalka, y los británicos Ralph Fox, Jhon Cornford, y Christopher Caudwell, murieron en el frente defendiendo la República. Esta fue una característica del Segundo Congreso, que algunos miembros se integraron a la lucha y otros escritores, sin serlos, llegaron a España a combatir.

César Vallejo.

Los congresos de París y Valencia no dejaron indiferentes a mucha gente en el mundo.  Pienso que no fueron en vano, pero tanto para la defensa de la cultura como de la República, hizo falta unidad.  Y eso es lo que más odiaba el fascismo.

 

Rafael Andrés Guzmán Torres en Acento.com.do