En 1939, termina la Guerra Civil Española con el triunfo militar del franquismo. Pío XII es elegido papa. En la prensa francesa se conoce el mensaje que el sumo pontífice le ha enviado a Franco, el cual, expresando gozo por su triunfo le dice: Levantando nuestros corazones hacia Dios, damos sinceras gracias con su Excelencia por la victoria católica de España. Lo que deja traslucir, que después de la ayuda de la Italia fascista y la Alemania nazi, la Iglesia Católica había apoyado a los sublevados. Se inicia la era de Franco, también la Segunda Guerra Mundial. Con estos dos hechos, la unidad de propósitos entre los intelectuales antifascistas que participaron en los congresos de París y Valencia volvió a resquebrajarse.
Derrotada la Alemania nazi, y terminada la Segunda Guerra Mundial en 1945, con tantos muertos, y cometidas tantas atrocidades, no cabe dudas que la cultura mundial sufrió un golpe mortal. Después que Estados Unidos lanzó las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, Stalin sabía que estaba frente a un enemigo poderoso. En ese sentido, se produce una competencia económica, militar, científica, ideológica y cultural conocido como Guerra Fría. Una nueva realidad va a caracterizar las relaciones internacionales: El mundo quedó dividido en dos bloques. Ahora la lucha no es contra el derrotado fascismo. Es la disputa por dos visiones distintas del mundo; y cada uno utilizará sus armas culturales. Los intelectuales de ambos bandos van a tomar partido según el grupo al que pertenezcan.
La Unión Soviética había establecido en 1934 el Realismo Socialista como política de Estado. Este consistió en un programa cultural impuesto sobre la base del hombre nuevo que significó el triunfo de la Revolución Bolchevique de 1917 y el nacimiento del socialismo ruso. Independientemente de las críticas que pudo haber tenido, hay que tomar en cuenta lo que significó este hecho histórico a la luz del mundo. Fue un estremecimiento en una sociedad que de agraria y casi medieval, produce un cambio brusco, y en base a eso, el nuevo sistema necesitó establecer una literatura y una estética que retratara su realidad.
Escritores como Dostoievsky y Tolstoy eran considerados innecesarios, pues reflejaban la interioridad del individuo y lo abstracto. Por esta causa, el Realismo Socialista rechazó movimientos como el surrealismo y el impresionismo. Esta nueva corriente necesitó de una literatura que glorificara al proletario, la militancia y la lucha. Cabe resaltar las novelas Lucharon por la Patria de Mijaíl Shólohov (Premio Nobel de Literatura 1965), la cual exalta el heroísmo de los combatientes en la Batalla de Stalingrado, y Así se templó el acero de Nikolái Ostrovski.
De su lado, Estados Unidos tuvo como buque insignia de su política cultural la libertad del individuo y la democracia liberal. Implementó además, un programa estratégico de descrédito a los fines de lograr la derrota de la Unión Soviética y el socialismo.
Ante el auge que estaba teniendo el Marxismo Leninismo en escritores de Europa y buena parte del mundo, como líder de Occidente en este enfrentamiento, Estados Unidos aplicó su doctrina de contención. Organizó congresos, exposiciones y conciertos. Fundó revistas que atacaron el comunismo y exaltaron el arte abstracto como contraparte del arte soviético de contenido social. En el libro La CIA y la guerra fría cultural, de la historiadora británica Frances Stonor Saunders, ella dice que esta agencia usó diversos canales y que elaboró una política corruptora con los intelectuales que se dejaron seducir por los beneficios que obtuvieron. No cabe dudas que en la Guerra Fría cultural, el enfrentamiento literario se expresó con mucha virulencia.
Este programa se extendió de manera tal, según Stonor Saunders, que muchos intelectuales fueron promovidos y pagados por la CIA. Entre estos, Annah Arendt, Raymond Aron, Robert Lowell, Arthur koestler, Bertrand Russell. Otro aspecto a tomar en cuenta, es el aprovechamiento que se tuvo de escritores que tuvieron vínculos con el comunismo y que supuestamente estaban arrepentidos. George Orwell, el cual fue combatiente y miembro del POUM en la Guerra Civil Española, fue usado y sirvió a este propósito de la CIA. No es fortuito que su novela Rebelión en la granja, sea una crítica al totalitarismo de Stalin. André Malraux, de manera consciente o no, también les sirvió. Aunque ya él se había separado de los ideales comunistas supuestamente disgustado por el pacto Germano-Soviético de 1939.
Otro acontecimiento relevante en esta competencia, fue el Congreso por la Libertad de la Cultura. Fundado en Berlín Oeste en 1950, y que se extendió hasta 1967. Según Stonor Saunders, fue un programa encubierto de la CIA. Temas tratados, como El ciudadano en una sociedad libre, Cultura libre en un mundo libre, evidencian que fue una especie de tapadera para criticar a la sociedad soviética y alejar a los intelectuales que estaban siendo atraídos por el comunismo. En su momento de más auge, llegó a estar presente en 35 países, lo que podría decirse, que Estados Unidos creó una OTAN cultural en su enfrentamiento contra la Unión Soviética. Además, persiguió promover la idea de las bondades de la democracia y exaltar el sueño americano.
Según el historiador cubano radicado en nuestro país Eliades Acosta Matos, Mientras la CIA proclamaba, abiertamente, a través de estos voceros inteligentes y refinados, las ideas a que deseaba oponer a las del socialismo, destinaba en secreto ingentes cantidades de dinero a la nada elegante tarea de comprar voluntades, de sobornar inteligencias para fundar, a lo que diese lugar, lo que Denis Boneau llamó red de élites pronorteamericanas.
Cuando Joseph Stalin murió en 1953; le sucedió en el poder Nikita Jrushchov. En 1956 produjo en la URSS el famoso deshielo, donde en un discurso secreto, Jrushchov denunció los crímenes de Stalin e inició cierta apertura. Sin embargo, ese mismo año las tropas del ejército soviético invadieron a Hungría cuando esa nación exigió que se le permitiera autonomía y apertura democrática.
También en Checoslovaquia, en el año 1967 se celebró en junio el VI Congreso de Escritores Checoslovacos, donde protestaron contra el totalitarismo del sistema. En dicho congreso, el escritor Ludvík Vaculík pronunció el Manifiesto de las dos mil palabras, un discurso donde los escritores reclamaban apertura y el pluralismo político. Intelectuales como Milán Kundera, Iván Klima, Pavel Kohout y el mismo Vaculík fueron exiliados de su país y sus obras prohibidas.
Es innegable que después de la vida, la libertad es el bien más preciado, y que el sistema socialista fue y es represivo. Pero tanto de un bando como del otro hay que decir las cosas sin ocultamientos. Lo paradójico de estos intelectuales financiados por la CIA, fue esa supuesta búsqueda de la verdad y su defensa de la libertad y la justicia. Fue penoso un Orwell, de prestigioso escritor a vulgar informante, según James Petras, citado por Acosta Matos. Sin embargo, para 1954, en Guatemala, se le dio el golpe de estado a Jacobo Arbenz y hubo intervención imperialista en Irán.
En 1967, en Grecia, la instauración de la dictadura de los coroneles suprimió la libertad de expresión. En 1968, cuando los tanques del Pacto de Varsovia invadieron a Checoslovaquia en la Primavera de Praga, en Estados Unidos mataron a Luther King. También hubo una feroz discriminación contra los negros. ¿Dónde estaba el discurso crítico de los intelectuales del Congreso por la Libertad de la Cultura contra esos hechos? Por eso dije en principio, que cada cual iba a responder a sus intereses.