Los diálogos platónicos, por medio de un estilo elegante y altas elucubraciones dialécticas, llevan al lector atento a elevarse en abstracciones que le orillan a pasar lista a los tiempos presentes. Es esta la motivación que impulsa a pensar la idea del placer contenida en el «Filebo», para dar luz respecto al camino a seguir en la búsqueda del bien y el mayor de los placeres.

El texto que anima a este uso de escritura presenta dos vidas: la tendente al deleite y la consagrada al cultivo del espíritu. La primera de estas es presentada por quien hace de musa a la titulación de escrito, aludimos al personaje Filebo, quien plantea «el bien para todos los seres animados consiste en la alegría, el placer el recreo y todas las demás cosas de este género» (Platón, 1871, pág. 19), mientras que a Sócrates le merece que esta concepción no se corresponde con la realidad, asevera: «no es esto, sino la sabiduría, la inteligencia, la memoria y todo lo que es de esta misma naturaleza» (Platón, 1871, pág. 19).

Lo cierto es que estas posturas tomadas en la extensión en que son sostenidas, no constituyen el modelo de vida: buena, mesurada, inclinada a la plenitud, la paz y el sosiego a la que es propicio llegar.

La primera tesis (de matiz hedonista) subordina el placer a la razón. En ello hay contenido elementos que suponen para quién proceda conforme a esta noción, un desequilibrio que le impide alcanzar la armonía necesaria para vivir de forma íntegra.  Como enseña Platón, el hombre está constituido por el alma y el cuerpo; de la armonía y el acuerdo de estos, depende el equilibrio de este.

No se concibe a un ser en perfecto estado físico y mental, si pusiera todo su esfuerzo en satisfacer las apetencias a la que le inducen los sentidos. La plenitud se da cuando alimentamos todas las facultades a la que estamos sujetos como entes racionales.

Una vida que concibe el placer como motor de la existencia y se dedica a vivir conforme a tales preceptos, difícilmente se ve resuelta a cumplir su objetivo.  En la medida que se entrega a lo propuesto, la demanda de lo sensible se hace tan fuerte que sencillamente se ve impedido de satisfacer lo deseado. Somos seres sociales y finitos, nuestros esfuerzos por satisfacer los deseos conducirán a la represión social y al término de la vida debido a los excesos.

La tesis presentada por Sócrates, es la antítesis de la concepción hedonista. Esta se enmarca en la concepción intelectualista y antepone la razón al placer. Lo que nos hace humanos, no es solo la capacidad de pensar sino también la empatía, la capacidad de comprender al otro: disfrutar del arte, la buena música, colaborar a gran escala, sobre todo, la inteligencia emocional. La vida intelectual sin medida contiene en sí misma contradicciones que lleva al ser humano a perder la categoría que le es propia, para ocupar la categoría de máquina.

Una persona desprovista de goce y de lo sensible, se ve en los mismos problemas que aquella que considera el placer como la medida de lo humano. Al ejercitar la razón sin los afectos, se ve cohibido de ver en el otro a un ser al que podemos afectar con nuestras acciones, así que se ve en la misma situación del sujeto descrito con anterioridad; al no poseer una inteligencia emocional conjugada con la lógico-racional, se puede ver en inconvenientes de tipo legal por atentar contra la vida del prójimo y tentar contra la vida de sí mismo, debido a que sencillamente está desprovisto de emociones.

La vida buena se pone del lado de la mesura; del goce espiritual y sensible, «ya es evidente para lo sucesivo, respecto a estas dos vidas, que el bien no se encuentra ni en la una ni en la otra; puesto de que, si así fuese, sería cada una suficiente, perfecta, digna de ser elegida» (Platón, 375 a. C., pág. 40). La vida que vale la pena vivir es aquella que nos conduce a vivir la verdadera racionalidad, en la que estamos en armonía con la naturaleza y nosotros mismos.

Esta forma de vida buena no es una vida utópica e idílica. Es posible cristalizar; solo demanda un poco de disposición para caminar las sendas que pueden hacer de nuestra existencia algo mejor para sí y para el prójimo.

Para dar al traste con ella, Platón (1871) traza unas directrices que es bueno poner sobre el tapete. Es necesario equiparse con herramientas, que lejos inducirnos al exceso, nos permitan la libertad plena al abrazar «la medida, el justo medio, la oportunidad y todas las cualidades semejantes, que deben mirarse como condición de una naturaleza inmutable» (pág. 138).

En conclusión, el diálogo Filebo o del placer presenta dos formas de vida: una dedicada al fomento del gozo y los placeres y otra consagrada al cultivo de la ciencia y el espíritu, ambas tomadas en sí mismas conducen al desequilibrio y a la mala constitución del individuo. La vida buena y el mayor de los placeres conforme al bien, debe buscarse en la mezcla de estas, provisto de:  la medida, la oportunidad y el justo medio.

Bibliografía

Platón. (1871). Filebo o del placer (Vol. lll). (D. P. AZCÁRATE, Trad.) Madrid: Editorial Arenal.

Frailyn Esteban Pérez, San Francisco de Macorís, es poeta y ensayista, licenciado en filosofía por la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) y miembro cofundador de la Comunidad Literaria Taocuántica.