Estrella Ureña saliendo del palacio de la Confederación Helvética, en Suiza, tras presentar sus cartas credenciales como Ministro Extraordinario y Plenipotenciario

Dos días después de recibir la lisonjera carta de Trujillo, Estrella Ureña hizo pública su respuesta al tirano, el 30 de mayo de 1945. Fue su última y penosa claudicación; el postrero y definitivo reconocimiento de que su taimado y poderoso enemigo le había ganado la partida, pues cabe preguntarse: ¿qué era el Partido Republicano en 1945, sino apenas una gris reminiscencia; unas siglas tan mustias y moribundas como su vencido y otrora carismático fundador?

A continuación el texto íntegro de la referida carta:

Generalísimo Rafael L. Trujillo M.
Jefe Supremo y Director del Partido Dominicano

Estimado amigo:

Tengo el honor de dar contestación a su muy interesante carta de fecha 28 de los corrientes, la cual me fue entregada por el Lic. Julio Vega Batle, Secretario de Estado de la Presidencia en presencia del Honorable Presidente de la Cámara de Diputados, Lic. Porfirio Herrera, comisionados por Ud. para tal fin.

En su citada carta, después de las fundamentales consideraciones que la informan, me invita Ud. a que reorganice el Partido Republicano, que yo había venido dirigiendo desde su fundación.

Circunstancias adversas de índole interna; las complicaciones que había creado la actual guerra mundial, cuyas fatales influencias afectan la vida de nuestra nación; y, finalmente, el hecho de encontrarme desde hace casi tres años desempeñando el cargo juez de la Suprema Corte de Justicia; todas esas circunstancias, repito, me habían decidido a apartarme, definitivamente, de toda participación en la política activa y militante de mi país.

En tales condiciones, ha tenido Usted la bondad de honrarme, enviándome su carta, la que ha merecido de mi parte alto aprecio y detenido estudio y consideración.

Comprendo que tiene Ud. mucha razón al propiciar la reorganización de los partidos políticos para que tercien en las luchas cívicas, saludable actividad que tonifica, vigoriza y exalta las virtudes más nobles que poseen los pueblos, y sin la cual, esos mismos pueblos caen, por falta de estímulo y de movimiento, en un fatal estado de inercia, de indiferencia y de renunciación, enfermedades politicosociales, que no sólo acabaron con el prestigio y prestigio de Grecia y Roma, sino también con el prestigio y poderío de los pueblos que tuvieron la fatalidad de padecerlas, y ningún otro pueblo de la tierra, por razones de fatales condiciones creadas por la geografía, debe dejar de conservar las características viriles que le permitieron sobrevivir en medio de tantos peligros y agresiones, porque si las perdiera, estaría irremisiblemente condenado a la conquista, a la esclavitud y a la muerte.

No se me escapa, mi estimado amigo, que reorganizar un partido político no es tarea fácil. Conlleva ella, la asunción de muy graves y poderosas responsabilidades. Empero, como bien Ud. en su carta lo afirma: “actuar en la vida política es deber inexcusable, obligación de todos los que sientan el amor de la Patria y anhelan engrandecerla más cada día educando a los conciudadanos en el goce de las libertades y de derechos inalienables, llamándoles a la coordinación de sus fuerzas para obtener un renovado y selecto plantel dispuesto a fortalecer el Estado”.

Tales palabras me han soliviantado de mi estado de quietismo político; tales palabras han llegado a mi conciencia y me han hecho recapacitar y comprender, que, como lo dijera Martí, la patria es agonía y deber.

Por todo lo expresado, no puedo dejar de atener al llamado que Ud. me hace; por lo tanto, acojo, de manera favorable, su invitación, y le declaro, que me siento dispuesto a emprender la reorganización del Partido Republicano, tan pronto como me sea posible.

El éxito de la patriótica y trascendental iniciativa que Ud. acaba de tomar a pesar de sus evidentes dificultades, debe considerarse asegurado, dado que ella cuenta con su decidida voluntad, la cual creará el ambiente propicio para que puedan tener cabal realización los altos propósitos de Ud. indica en su ya histórica carta.

Ahora bien, en cuanto a lo que me dice: “que será día de alborozo”, para Ud. “ aquel en que el Partido Republicano aparezca de nuevo en el ágora, bien para la cooperación con el Partido Dominicano, ya para enfrentarse a él, con programa e ideología opuestas”, quiero contestar que también será placentero para mí, el día en que los partidos que dirigimos, pudieran armonizar sus actividades, así como las bases de sus respectivas plataformas, en tal medida, que se pudiera ahorrar tiempo y energías útiles, y trabajar fraternal y armónicamente por el bien y felicidad de nuestro pueblo y por la gloria cada vez más creciente, de nuestra Patria.
Hágole notar, con gran satisfacción para mí, que algunas de las bases de la plataforma del Partido Republicano ya han sido cabalmente cumplidas por Ud., como por ejemplo, la supresión de la Convención domicoamericana de 1907, ratificada luego en el año 1924; la solución del problema fronterizo; el problema monetario y la fundación del Banco de Reservas.

Ante la evidencia de tales realizaciones, no dudo que pueda haber un perfecto acuerdo en las restantes bases de las plataformas de nuestros partidos.

Al felicitar a Ud., sinceramente, por la iniciativa que ha tomado, para que se lleve a efecto la reorganización de los partidos políticos, me complazco muy especialmente en renovarle la expresión de mi alta y distinguida consideración.

Muy atentamente,

Rafael Estrella Ureña.

Para consumar la humillación, al siguiente día de hacerse pública su contestación a Trujillo, la prensa del régimen publicaría en primera plana que este Estrella Ureña renunciaba ante el Senado como Juez de la Suprema Corte de Justicia para dedicarse a organizar el Partido Republicano, paso con el cual “inicia la campaña política que va a llevar a cabo”.

Y dos días después, siguiendo un ritual muy propio de la propaganda del régimen, publicaba la prensa oficial un titular en el cual se señalaba que continuaban inactivos los antiguos miembros del Partido Republicano, contrario a los antiguos miembros del Partido Nacional, los cuales, desde que recibieron la invitación de Trujillo a organizarse, sí lo estaban haciendo.

Y para mayor escarnio, citaba una selecta matrícula de connotados hombres públicos, la mayoría de los cuáles, habían devenido en fieles adherentes del Trujillismo al tiempo que filtraba con sorna y veneno sutil una mortificante insinuación: “no sabemos si nuestra memoria nos es infiel, pero creemos que los señores que apuntamos más arriba son o fueron del Partido Republicano”.

Fueron mencionados, entre otros, el Lic. Rafael F. Bonnelly, Jafet D. Hernández, Lic. Huberto Bogaert, Mario Fermín Cabral, Rafael Vidal, Lic. Juan Tomás Mejía, Lic. Julio Ortega Frier, Lic. Julio F. Peynado, Lic. Gustavo Adolfo Mejía, Teódulo Pina Chevalier, Lic. Arturo E. Mejía, Andrés Pastoriza, Joaquín Sánchez Recio, Adriano Mejía, Lic. Arturo Despradel, Lic. Gilberto Sánchez Lustrino, Lic. M. A. Peña Batle, Lic. Eudaldo Troncoso de la Concha, general José Estrella, Lic. Pablo M. Paulino, Luis Felipe Vidal, Dr. Héctor Read y Lic. Leoncio Ramos.
En la larga lista, como para salvar la apariencia, figuraron los nombres de dos ciudadanos reconocidos públicamente por no cohonestar con el régimen, como lo fueron Don Américo Lugo y Enrique Apolinar Henríquez.

Y como final de la farsa burlesca contra Estrella Ureña, el 4 de junio de 1945 iniciaba una encuesta, invitando a quienes al momento eran fervorosos trujillistas para responder mediante dicha encuesta a dos cuestionantes:

1.- ¿Es cierto que Usted perteneció al Partido Republicano?
2.- ¿Cuál es su manera de pensar respecto al llamamiento que el Presidente Trujillo le ha hecho a los antiguos partidos para que se reorganicen?

Muchos respondieron con las consabidas justificaciones, negaciones o evasivas, sabedores del peligro que suponía dar muestras públicas de cualquier vínculo pasado o presente con el político caído. ¿Acaso no le había valido a Balaguer su transitoria desgracia con Trujillo, haber encomiado en un libro de su autoría titulado “Trujillo y su obra”, en 1934, mientras servía funciones diplomáticas en España, las dotes políticas y tribunicias de su otrora admirado líder Estrella Ureña?

El astuto político Rafael Vidal, respondería la encuesta con su acostumbra habilidad, desde su arcadia de Pontezuela, remitiendo una ilustrativa carta para reafirmar su adscripción trujillista y explicar su participación política en la etapa precedente al ascenso del tirano:

Pontezuela, Santiago, R.D
Junio 6 de 1945

Señor Director:

El error en que ha incurrido ese periódico al incluirme en una lista de posibles republicanos es mucho más lamentable cuando se piensa que ello supone una ignorancia absoluta de lo que podemos llamar la historia política del país en los últimos veinte años.

No es solamente que yo no he sido republicano, sino que fue ese grupo político al que tuve que tuve que combatir con mayor decisión en 1930, cuando no había sido fundado aún el Partido Dominicano.

Conviene recordar cómo la actitud que adopté entonces me obligó a renunciar a la posición que ocupaba en el Gabinete de Estrella Ureña, cuando ya elegido Trujillo sólo faltaban unas cuantas semanas para la fecha de su juramentación.

Mi actuación en la política no se presta a equívocos. Ella ha sido tan clara, tan leal, tan sencilla que no ha tenido nunca que hacer rectificaciones hasta el presente y espero no tener que hacerlas en el futuro.

Me inicié en la política a los dieciséis años, en el partido jimenista siguiendo lo que era para mí una tradición de familia. Muerto don Juan Isidro Jimenes, jefe de aquel partido y virtualmente disuelto el mismo por esa causa, después de haber cumplido todo mi deber en la campaña nacionalista que se desarrolló mientras duró la ocupación militar, presté mi concurso a la Coalición Patriótica de Ciudadanos que postuló la Presidencia de la República don Francisco J. Peynado en las elecciones de 1924.

La Coalición fue una organización de emergencia que reunió en su seno a todos los antiguos jimenistas, y yo fui fiel a mi origen político prestándole mi concurso en una espontánea manifestación de simpatía.

Si como he dicho ya fui jimenista por tradición, esto explica mi presencia en los sucesos de febrero de 1930.

Soy miembro fundador del Partido Dominicano y mis obligaciones como tal constituyen mi único compromiso político, compromiso que sólo puede ser condicionado por mis vinculaciones personales con el Jefe de ese partido, el Generalísimo Trujillo, que como todo el país lo sabe son anteriores a la fundación y organización del referido partido.

De Usted atto. s.s

Rafael Vidal

El propósito de la encuesta no era otro que recabar públicas reafirmaciones de lealtad al tirano, exaltar su obra y dejar en evidencia ante la opinión pública, en intencionada contraposición, que la otrora refulgencia de Estrella Ureña se había consumido para siempre, apagada por el designio implacable del júpiter tronante que todo lo devoraba, aquel en quien un día, el más aventajado discípulo de Guzmán Espaillat, errando en sus cálculos- ya juzgará la historia si con recta intención o impremeditado oportunismo- hizo depositario de su adhesión política.

Estrella Ureña en el centro de la foto mientras se desempeñaba como ministro extraordinario y plenipotenciario del gobierno de Horacio Vásquez en Roma, Francia y Suiza.