La muerte de Ulises Heureaux que, como todo caudillo abortaba los liderazgos competitivos lo que augura siempre que su ausencia del poder genera vacíos políticos. El mesianismo, el providencialismo, el populismo, el autoritarismo, y el personalismo y culto a la personalidad del acompañan muy de cerca. Pero no olvidemos que todo caudillo se cree poder eterno, por tanto, cerca de sus aspiraciones está la reelección, el continuismo y las artimañas para extender el período cuando los cálculos no le dan para seguir encima de la silla presidencial.
No tiene amigos ni colaboradores, más bien incondicionales y a cólicos que le cantan como sirena la melodía de adulaciones y lambonismo, al que se acostumbran sus oídos, por eso viven a veces en la estratosfera, y con frecuencia pierden el sentido de la realidad. Esta es su radiografía, muy cónsona con sus acciones y estilo de ejercer el poder.
Ulises Heureaux, Lilís, fue un perfecto dictador y caudillo: de extracto social pobre, de procedencia familiar apellidos cuestionados en la cúspide del poder social, de definición racial prejuiciada, para el poder político y los prejuicios dominicanos, aliado o engendro inicial del partido Azul y de su líder Gregorio Luperón que vio en las destrezas de las armas y la valentía que media los hombres de ese momento como su medio de movilidad social, se hizo acompañar de una inteligencia natural y astucia política que lo colocó en la cima de la política dominicana finalizando las dos últimas décadas del siglo XIX.
Cinco veces presidente, su ausencia de la vida política nacional de forma abrupta generaría para la estabilidad política del país, incertidumbre y nuevos horizontes y líderes, para lo cual el país no se había preparado y ese vacío político, nadie lo pudo llenar, porque esos lideratos prefieren que después de ellos entre el mar.
El descontrol provocado por las luchas caudillistas, que no permitían el dominio de uno sobre otro, generó gran desesperanza y desasosiego.
Con su asesinato en Moca el 26 de julio del 1899, le reemplaza en la presidencia Wenceslao Figuereo su vicepresidente y los auspiciadores del atentado continuaron su lucha en la Línea Noroeste, Ka Vega, Moca llegando hasta Santiago donde se enfrentaron a la resistencia encabezada [por el general perico Pepín leal al antiguo régimen. La renuncia de Wenceslao Figueroa el 30 de agosto, crea una Junta Popular Gubernativa encabezada por Mariano Cestero y tres más, sustituida el 4 de septiembre por un gobierno provisional dirigido por Horacio Vásquez.
Estas acciones se definen con la declaración presidencia de Juan Isidro Jiménez y Horacio Vásquez como presidente y vice el 15 de noviembre formalizando el proceso de transición iniciado luego del asesinato de Lilís. La crisis económica heredada y el pago de la deuda imposibilitaban una buena gestión, panorama que generó incertidumbre, intrigas, chismes y conjeturas que terminaron separando los dos líderes.
Esta situación produce el manifiesto de La Vega, de Horacio Vásquez, el 26 de abril, rompiendo con su presidente. Entre a la ciudad el 2 de mayo y se hace aliado de militares de procedencia lilisista. Aunque de naturaleza civil el gobierno de Jiménez se considera de los primeros en que lo militar no era el símbolo de mando, hizo importantes acciones como recuperar las Aduanas de la Improvemente y CO., y redefinir la línea fronteriza en la zona de Dajabón.
Desde las cárceles repletas de presos políticos se inicia una revuelta que pone al gobierno en jaque, y renuncia alrededor del 23 de abril y ya había un gobierno provisional encabezado por Alejandro Woss y Gil. Luego del triunfo revolucionaron quedaron electos como presidente y vicepresidente a Alejandro Woss y Gil y Eugenio Deschamps, respetivamente.
El desprestigio del gobierno se hizo cargo de debilitarlo y en Puerto Plata ese mismo año, se proclamó Carlos F. Morales, aliado con horacistas y otros, se hace presidente en noviembre del 1903, todo acompañado del temor al estallido de una guerra civil considerada inevitable en ese momento por la gran inestabilidad política que se vivía y la falta de liderazgo. El descontrol provocado por las luchas caudillistas, que no permitían el dominio de uno sobre otro, generó gran desesperanza y desasosiego.
Así, bajo ese manto de nubarrones, se desangraba la nación por estas luchas intestinas y se le sumaron aires proteccionistas en medio de tanta desolación. El 4 de enero se proclama a Carlos F. Morales presidente formal.
Bajo su gobierno se toman medidas favorables como el reconocimiento de la deuda con el Improvement CO, hecho por Lilís, fortalecimiento de la justicia, recuperación de la Guardia Nacional y los inicios de negociaciones con los EU del convenio Modus Vivendi, antesala de la Convención de 1907 para normalizar el pago de la deuda externa con este país. Por la presión política recibida renuncia Carlos Morales en diciembre del 1905, y le sucede su vicepresidente Ramón Cáceres, que asume la presidencia el 29 de diciembre y es proclamado como presidente el primero de julio del 1908. Con altas y bajas, fue asesinado en Güibia, en el malecón de la capital, el 19 de diciembre del 1911.
A la muerte de Ramón Cáceres se sucedieron los gobiernos de Eladio Victoria (designado por el Congreso Nacional como presidente interino, precedido por un gobierno provisional del Consejo de secretarios de Estado que en ese momento era Senador). El arzobispo Nouel le sustituye como presidente interino y designado igualmente por el Congreso Nacional, tomando juramento el primero de diciembre del 1912. Su salud lo desborda, además de la presión social, y renuncia en abril de 1913. Luego de escaramuzas, levantamientos y revoluciones promovidas por distintos caudillos a nivel nacional, sobre todo en la Línea noroeste y el Cibao.
Juan Bordas Valdez, también interino, lo reemplaza. Ya el primero de septiembre de ese año se levanta Horacio Vásquez y, producto de estas revoluciones, renuncia varios meses después Dr. Ramón Báez, como presidente interino, y en sus 100 días de gestión llamó a elecciones que gana Juan Isidro Jimenes, tomando posesión el 5 de diciembre de 1914. Agobiado Jimenes por las demandas de sus allegados, las presiones de los americanos para controlar las finanzas y la oposición, rompe con su aliado Desiderio Arias, que era su Ministro de Guerra, renunciando para evitar que su gobierno siguiera, pero solo con el apoyo norteamericano, hecho acaecido el 7 de mayo de 1916.
Finalmente, consumado el hecho de la ocupación, se logra un acuerdo para designar un presidente que siguiera las riendas del país, recayendo en Francisco Henríquez y Carvajal, ilustre y de buenas intenciones asume la presidencia el 4 de agosto, pero era un gobierno muy débil en lo institucional y lo económico. La llegada de las tropas norteamericanas producen su renuncia el 29 de noviembre del 1916, dolido porque la presencia del ejército norteamericano de por sí implicaba la pérdida de nuestra soberanía, y no quería ser parte de ese juego político.
Al menos este período de inestabilidad, desangramiento y luchas por el poder sin tregua terminó con dominicanos dignos que se pusieron al frente de la patria para defender su honra y su honor nacional.
Con poca trascendencia que hicieran en su ejercicio político de gobierno, con raras excepciones, estos gobiernos eran la expresión de una irracional lucha por el control del estado, una falta de definición del proyecto nacional por parte de los grupos dominantes que, mostraban un gran atraso social, económico, político y de mentalidad. Además de un caudillismo que se alimentó de esa ruralidad dominante durante todo el siglo XIX y parte del XX.
Asimismo, el autoritarismo era su estilo y por supuesto, el atraso social, político y cultural de la nación, donde el militarismo se impuso al civilismo en la definición del perfil presidenciable y las luchas militares y cacicales, al entendimiento y diálogo para guiar a sus hombres, mujeres e instituciones, con un resultado nefasto de más de 12 a 13 presidentes en apenas 16 años, dando motivo a la ocupación norteamericana del 1916, período en el que de nuevo esos vientos trajeron, esas tormentas.