La transición de la economía del oro a la economía hatera produjo una reubicación de los esclavos africanos de los ingenios azucareros hacia los hatos ganaderos de la región Sur hacía el Este y a la parte central de la media isla de La Española.
El cambio de vida fue responsable de nuevas relaciones sociales de convivencia y de tolerancia entre amos y esclavos, diferentes a las del ingenio azucarero las cuales se reflejaron en las expresiones religiosas y culturales con una mayor dimensión de libertad. Se creó un espacio de identidad de fronteras imaginables que abarcaban lo que hoy es San Cristóbal, Villa Altagracia, Cotuí, Sabana Grande de Boya, Monte Plata, Yamasá, etc. con nuevas respuestas religiosas, artísticas, culturales, musicales, danzable y gastronómicas, identificado como “La Sabana del Espíritu Santo”, que hoy son parte de la cultura popular y de la dominicanidad.
La diversidad constituía la riqueza de la criollización de la cultura dominicana. Negros cimarrones originales del Congo, Ghana, Benín y Angola de la colonia francesa de Haití, aprovechando los conflictos Francia-España, pasaron a este lado de la isla en la búsqueda de la libertad, fundando entre 1676 y 1679 el pueblo de Los Mina, los cuales fueron responsables de diversos manieles como Mendoza, La Victoria y Villa Mella, la cual esta última por su composición étnica-cultural fue responsable de la mayor diversidad cultural.
El sincretismo fue el camino de la diversidad. Encontraremos los Palos o Atabales, el Pri-Prí. La Salve, un profundo culto a los ancestros y a los difuntos con el novenario, el Cabo de año y el Banco, ceremonias mortuorias estas últimas, al cumplir el difunto un año y después de esa fecha. Todavía se mantiene la tradición musical-bailable del Pri-Prí, Vale Toño (Fallecido recientemente) y la Salve con la Reverenda y Enerolisa.
Como expresión musical-danzable y de los ancestros, está el complejo de los Congos, en honor del Espíritu Santo, con instrumentos únicos (Palo Mayor, Conguito, Canoíta y Maracas), con un ritmo africano y un coro con el solo y la respuesta, expresión que no existe en ningún otro lugar del país y hoy en día es parte del listado del patrimonio intangible de la humanidad de acuerdo con la Unesco donde existió un lenguaje particular, el “Pororó”, mezcla de elementos africanos y españoles, prohibido por la dictadura Trujillista, donde ha logrado sobrevivir, además, una gastronomía particular del chicharrón ,el bobote y el pan de Guayiga.
Algunos de estos Congos, se trasladaron a Cotuí y con los esclavizados africanos de la mina de oro que habían allí, creación el culto y los rituales en honor del Espíritu Santo, pero con los Atabales como instrumentos acompañantes diferentes a los de Villa Mella, donde hay una paloma sagrada y simbolizaciones de San Juan Bautista.
En Hato Mayor las fiestas patronales en honor de la Virgen de las Mercedes, expresión española-católica compartió la festividad con expresiones afro con Atables, a tal punto que como herencia de esta realidad, desde hace tiempo, la novena se realiza en la iglesia católica y después de terminada la ceremonia, el pueblo se dirige a una enramada en un barrio popular, donde cada noche del novenario hay Atables para bailar, con una comunidad rural diferente, responsable de una riqueza folclórica única, como no existe en ningún otro lugar del país.
Como expresión de esa sociedad hatera, en Bayaguana, en honor del milagro Cristo, los creyentes le ofrecen un toro como ofrenda como promesa, los cuales son recogidos muchos días ante, los cuales son llevados y entregados a la iglesia el día ultimo y son subastados el primero de enero, cuya venta a nivel popular ingresa para las obras sociales de esta institución.
La noche antes de la llegada de los toros, existían jornadas de “cantos de toros”, poesía popular improvisada de porfía, a capela, que se repite en las tres cruces esperando la llegada de los toros-ofrenda.
En Higüey, los días 14 de agosto de cada año, acorde con la tradición y como expresión de esa sociedad hatera, todavía son llevaos como ofrenda a la Basílica Nuestra Señora de La Altagracia por los creyentes y entregados los toros-ofrendas a la iglesia.
En las comunidades de San Cristóbal tiene vigencia la Salve y los Atabales en todas las comunidades rurales, que culminan con más de cuarenta años de celebración del Festival de Atabales de Sainaguá.
Con más de cien años de existencia, exactamente 119, la familia Guillén realiza la tradición del San Antonio Negro en Yamasá el domingo más cercano al 13 de junio, en promesa de su abuela Albertina Torres, precursora de esta festividad, devota de este Santo, a tal punto que el segundo nombre de todos los Guillén es Antonio.
Este domingo 11 como todos los últimos años, es una convocatoria a las organizaciones populares religiosas, creyentes, familiares, amigos de la región y varios lugares del país, donde prima la diversidad en pequeñas enramadas en una propiedad colectiva. Hay grupos musicales de Atabales, de Gerapega, de Salves, de Perico-Ripiao y de Gagá, los toreros del Cristo de Bayaguana, de acompañados de una gastronomía popular y de un contexto de reproducciones de Cemí y elementos de la cultura Taína.
Los hermanos Guillén son los artistas más trascendentes en la recreación del arte y la tradición indígena nuestra, manteniendo viva la tradición de San Antonio en Yamasá, contribuyendo de esta manera a la revalorización de nuestra cultura popular y a la enseñanza y difusión de una variable importante de nuestra identidad nacional.