Nota uno: como me llegó el libro

Cerca del escrito de Eloísa, la secretaria de la Academia Dominicana de la Lengua, sin que sea intención, el ojo se desplaza sobre el plano del escritorio, veo un pequeño libro, cubierta color marrón claro, sin permiso lo tomo, le digo a Eloísa: no sabía que Moya Pons, mi profesor de historia, escribe también poesía. Ella me dice, se lo enviaron a Don Bruno. Me detengo con curiosidad real en el nombre: José Moya Pons. Leo dos versos de la página siete:  sorpresa. Voy a una página más adelante y leo dos versos más: misma sorpresa. No leo más, llamo a Bruno y le digo: aquí hay un libro de José Moya Pons. Ponle atención que es un hallazgo. Y después me lo prestas. Es mi método y nunca me ha fallado: un poeta, si lo es, nunca escribe un verso defectuoso, pues la poesía, cuando es, está en su parte, como en la totalidad.

Nota dos : ¡Albricias!

José Moya Pons,

Aquí hay un poeta en madurez plena. Esto me dije cuando leí unos versos de este extenso y formidable poema que ya debe de inscribirse en la historia y memoria viva de la poesía dominicana, y más distante de estos límites que nos bordean geográficamente. Esta es la conclusión a que llegué, y que con esta nota pretendo sustentar.

Y como forma de ir dando cuenta de su existencia en nuestro ámbito, fui hablando de él a cuanta persona podía interesarle. Uno, seco, sí, conozco al poeta, ah, qué bueno, pues lo buscaré, tanto así—–y pienso en la justeza de mi juicio y apreciación, hasta que me topo con Juan Carlos Mieses, y le pongo el asunto…y sin, un mínimo de titubeo, me dice: lo leí, es un estupendo libro, yo también voy a escribir de él. Y encontré un compañero…

Nota tres: la construcción, el poema

 Pertinente aquí es delimitar, con trazos, estos dos conceptos que corren paralelos tanto en voz como grafía, nos referimos a poema y poesía. El poema, en síntesis, es una construcción lingüística, en la que se encierra la imagen dramática, la poesía. El poema se caracteriza por una circularidad que se inicia con el primer verso y cierra con el último. La poesía, a su vez, ese elemento que hace que el poema sea poema y poesía a la vez; asombro, belleza El poema es una entidad física, medible, tocable porque está construido por palabras y estas, a su vez, de fonemas y sonidos, y fonema y sonido son visibles, se muestran en la grafía y en la articulación.

El poema puede existir, pero sin poesía. Poesía es asombro, belleza, sorpresa, y viven en todas las artes, la naturaleza primero. Y se materializa tanto hacia abajo, lo sombrío, oscuro, sucio, como hacia arriba, lo sublime, limpio, leve, diáfano. Ejemplifiquemos con la estructura por excelencia: el soneto. 

Nota cuatro: la estructura

Según se consigna en nota final, a manera de colofón, el poema se escribió hace 28 años: "Esta obra fue terminada de escribir en febrero de 1985 y permaneció inédita desde entonces la realización de esta edición, impresa en julio de 2021″.

Al recodo del último trazo

del cabo

nos unimos los hermanos de la costa

                                                       (pág. 11)

Así se inicia el poema: se canta, narra o poetiza desde la primera persona plural, del nosotros: los hermanos de la costa, asumiendo la colectividad.

Al corral

de Tom

de todos los mares, cruzando sus vientos

y guerra,

de todas las selvas, cortando sus ruedos

y vedas

venimos de lejos.

Llegamos a vivir la tierra.

                                  (pág.25)

Feliz este último verso que atrapa esa colectividad, ese nosotros. Verso que descansa en la preposición a. No a vivir en la tierra, ni a vivir de la tierra, sino a vivir, y ahí la modificación que propicia la iluminación, el acto, la expresión, el asombro, la poesía.

Y ese nosotros conducirá la historia, las procedencias, los ámbitos o escenarios, fundadores: marinos, bucaneros, lugares cercanos, en fin, suma o conjunción de personajes que construyen el yo plural que descansa, finalmente, en la singularidad, en Tom.

Traemos

De nuestros ahumaderos

La carne para las flotas.

Los leños para las rodas

Y los racimos de cuero.

Traemos

La carne cimarrona, salvaje,

que brota de las raíces

y deshoja las veredas de soledad.

Carne desde el follaje,

que recorre cortezas, anega llanuras,

remeda al viento montaraz,

resbala por los cerros y riberas,

 cruza ausencias y navas,

se detiene en las lagunas,

rastrea y salva todos los ríos,

estremece, ceñida de humo, sus cerdas y alas

su instinto,

y muere vestida de olvido. (pág.37). 

Ahora, Tom, el vocativo, a quien se invoca, a quien se dirige la voz colectiva, receptor y receptáculo a la vez, el nosotros, los fundadores de la tribu, la aldea, el poblado, la ciudad, la colectividad de todos nosotros en ámbito de agua, arena, sal, horizonte.

Juntos en tu cesta de anzuelos

Tom

hacemos la guarda

con nuestros trofeos y plata labrada.

                                                      (pág.129)

Iniciales señales de poblaciones, germinaciones y proyecciones en un ámbito virgen, las iniciales vidas procedentes de inmigraciones y de naufragios llegan para fundar nuevamente. Todo conduce a lo épico: En revuelo, trae con el rocío, la miel alucinante de la leyenda. Miel de la espesa fronda en la gruta rumorosa sin lugar. Densa, luminosa, brillante, (pág. 107.) responde a la naturaleza, a una razón esencialmente lírica, a pesar de los pormenores épicos que pueblan lenguaje, personas, escenarios, asuntos, lo lírico se impone como realidad poética pensada, buscada, concretada.

Y esta circularidad, requerimiento primero del poema, José Moya Pons lo alcanza en la construcción de los versos que se afirma en las imágenes y los hallazgos poéticos, en su misma expresividad y, muy especial, la redondez la traza con el mismo ámbito en que se desarrollan los asuntos que tejen la historia.

Este poemario contiene y atesora un ámbito redondo donde todos los elementos que constituyen al poema en su vasta extensión, en su amplitud de verso, de sentido, de atmósfera y Tomo confluyen en un punto, en un todo donde se reunifica el poema en su integridad y extensión. Tendido ámbito, escenario vital, la historia que se vivió y queda en papel para las memorias:

El sol oye y sube del mar.

Apoyado en el horizonte, se tiende y boga sobre

Las ondas plateadas de la bahía.

Alarga lejanías.

Ensancha grietas.

Varados al frente, los abrojos que bloquean

La senda del agua, descubiertos, relucen unidos.

 

La selva despierta.

Abre sus sellos y veredas. Murmulla.

 

La marea baja da paso al arroyo

que cruza hacia la taberna.

 

Entra el trueque.

Aguarda el rescate.

 

Se acerca la trata.

(pág.123).

El ámbito que forma y que sostiene a este poema es el mar con su elemento constitutivo, el mar en sí mismo con su orilla, con su ola, con horizonte a la derecha y a la izquierda. Asimismo, como el cielo de descobija con sus tonalidades azules, grises.  El cielo tendido, y dentro de ese cielo, los pájaros, las gaviotas, los otros pájaros. Todos un ir y venir y dentro de la tierra que sirve de sostén a ese techo, que es el cielo: están las malezas, los árboles, los arbustos, los árboles lejos, cercanos, los disímiles árboles y, desde luego, también ocurre que en ese tejido compositivo del ámbito aparecen los accidentes del mar y de las orillas y del cielo como los caracoles, los troncos secos, las jícaras de coco, como las plantas revolcadas. Todos los accidentes y todos los elementos constitutivos del mar que van formando ese tejido rítmico, ese tejido expresivo. Veamos como esa circularidad se tensa y cierra: 

Por el mar

y desde el rebate

venimos carteando la aguja 

Tom

a la caza partida de todas las guerras.

 

Del mar

y sus aguas revueltas

salimos

desde la caza furiosa rumbo al crucero,

la proa cargada de fusileros

desde la regata resuelta al botín, tromba de

granaderos

desde las pinazas

al de setenta de a ocho libras

y al de permiso,

con promesa de cien piezas oro

en tajadera sin cuartel

vale a la mejor cuchilla

sable al gollete abriendo cuentas por

nuestro tesoro

cuerda encendida,

fuego al velamen a la toldilla.

 

Desde lejos venimos a tu taberna

Tom

a vivir la tierra,

y al rescate de nuestro riesgo y cadenas

con rejo y boga en tu mar de humos.

                                                (págs. 45,47,49).

Poema, en su extensión, compacto en su tejido, en su textura, en su fluido, compacto en ámbito de tierra, mar, subrayando esa circularidad, coherencia primaria, derramada en sus componentes, sellando un tejido también compacto que le imprime esa belleza tocable, sentida.

El sol oye y sube del mar.

Apoyado en el horizonte, se tiende y boga sobre

las ondas plateadas de la bahía.

Alarga lejanías.

Ensancha grietas.

Varados al frente, los abrojos que bloquean

la senda del agua, descubiertos, relucen unido.

 

La selva despierta.

Abre sus vellos y veredas. Murmulla.

 

La marea baja da paso al arroyo

Que cruza hacia la taberna.

 

Entra el trueque.

Aguarda el rescate.

Se acerca la trata.

                           (pág.123). 

Esa circularidad necesaria en la construcción del poema, además del verso, Moya la alcanza con el ámbito mismo, esto es, acudiendo a los elementos ambiéntales que habitan el territorio en que se desarrollan los asuntos que dan cuerpo temático, iniciándose con el mar, siguiéndole el horizonte.

Finalmente, sobre esta observación, este poema exhibe y contiene esa circularidad de sentido que está dado, precisamente, por ese léxico que constituye ese ámbito marino, que es esencial del poema.

Parte 2

Recursos retóricos 

Nota 5: la construcción por el lenguaje

Argolla

de Tom

nudo, remo, fondo, lazo, baraja,

ruta, puerto, cabo. banco, boya

rumbo, barca, tierra, cuba, tinaja,

vela cuarteada,

ribera,

cauce, acabo, sello, remate,

aguas, abiertas y barra

aguas

de Tom

para su embate.

                      (pág.89). 

Uno de los atributos de vigor, que contribuye al milagro, al existir de este poema, esencialmente se encuentra en el léxico, preciso y pertinente en cada caso. Esta enumeración señala directamente a esa precisión indispensable. 

En este poema se advierte, en inicial lectura, uno de los elementos intrínsecos del acto poético: la precisión en el uso d cada palabra y dentro de ellas, la de cada fonema. Esa conciencia y aplicación es lo que conduce a la ambigüedad la naturaleza, de la literatura. Ambigüedad que se manifiesta en la multiplicidad de sentidos que habitan en el verso y la integridad.

No hay una sola palabra que no firme este atributo:  ancla, vela, desde el azar, arena, flecha. hollín, mecha, untada, humo. Y alcanza todas las formas y modalidades, como la de acudir a una palabra, reiterarla, y en cada reiteración un sentido distinto.  (Veo y siento en José Moya Pons, a un lector persistente de San Juan de la Cruz), y no solo por este hecho, sino por el poema integro) Veamos un caso donde el uso de la palabra humo, conservando su morfología, es otro en cada uso.

Vieja raíz

colgada del humo de su tabaco.

Cocida en el humo de la fritada.

Prendida al humo de los salados.

La palabra humo (once veces empleada) marca la relación semántica que habita en cada verso. Un inventario breve de las palabras que emplea José Moya Pons, nos lleva, inmediatamente, a una conciencia plena de que, en el lenguaje, fundamento del acto poético, mantiene total coherencia en los sentidos de cada palabra empleada, alcanzando los efectos reales buscados dentro de espacios y asuntos que dan cuerpo a la sugerida historia.

De ahí que vemos con total corrección de ese requisito esencial de todo acto poético, es decir, la conjunción de elementos que son necesarios, naturales, que fluyen con reales sentidos que son los adecuados. En otra forma de decir, cada palabra de este tejido responde a una específica situación enmarcada entre tierra, abajo; cielo, arriba, arena, abajo, cielo, arriba, sal, abajo, aire, arriba, sol arriba, arena, abajo. Y así, en circularidad, las palabras a usar, cada una, propiedad son de ese trazado.

Además de esa precisión exacta que conduce a la ambigüedad, la producción de sentidos, abordamos estos recursos recurrentes en este poema: el fonosímbolo, aliteración, sinestesia, adjetivación.

En este poema el fonosímbolo: la asociación de elementos constitutivos de elementos fónicos equivalentes se derrama en su extensión, de igual modo la aliteración, o sea, ese encadenamiento de grafía y su sonido se alzan en efectos que advertimos a primer golpe de lectura, y más, en las demoradas lecturas de las partes, de la totalidad.

La hoguera

En velada sin leva amarra a su carbonera

La sed del registro,

Ata a su entena los huecos de las partidas

Y a su gavia alta el regodeo de su humareda.

Viaja

En la selva

Y a vela llena navega en el juego.

El cuerpo sonoro de este fragmento, de limpia música, extendido el en poema, se logra mediante la aplicación de estos fonemas: consonánticos; l m, v y los vocálicos a, e.

El fonosímbolo es constante, ahí que asociado con otros elementos propios de la creación hay en el poema una realidad poética tangible y concreta que llama la atención, que son las creaciones de los estados, es decir, los estados abiertos, los cielos, la tierra, los horizontes, los estados interiores de esos personajes que van hacia esa cabaña, que es el punto de convergencia múltiple. En ese sentido es una especie de simbología de nosotros, la isla de Santo Domingo, que desde lo primario se confirmó en punto de convergencia y punto de salida hacia los diferentes países hispanoamericanos.

En este poema prevalecen esas sensaciones que provienen de los sentidos humanos, la vista, el tacto, el oído, el gusto constituyéndose muchas veces en amplias sinestesias y eso produce esa sensación de color, de amplitud, de belleza plena que permea o que anda en los versos del poema entero. Es un poema extendido por los puntos cardinales y también extendido en las aventuras, en las expediciones que se narran y se insinúan y, además, que están vivas en el mundo imaginario de la historia y en el mundo imaginario de la persona de nuestra historia.

Esa actitud templaría de belleza que se observa está precisamente matizado, dominado, marcado por esa preminencia de los sentidos que conducen a ese uso constante de los elementos fónicos sucesivos que van confirmando esos efectos fonosimbólicos de relación fónica musicales que se advierte y se da en la línea del poema.

Y dentro de este aspecto; los recursos retóricos a los que acude José Moya Pons, se eleva la adjetivación, aplicada de diversos ángulos, veamos:

Salimos

Tom

del monte nuboso, tibio y oscuro.

 

Desde el velo de las noches

cerradas y densas bajo los techos

verdes

junto a los ojos rojos, miradas en fuga entre ramajes,

(pág.29)

 

Desde perfectos epítetos consustanciándose con los sustantivos.

Y esta aplicación, desde el participio

 

Carne de centollos y pescado,

Y del mar abierto del sur

Perlas de carne

venida en canoa, desnuda, amarrada y callada

sin reclamos.

(pág.19). 

 

Nota final 6: donde se recoge el todo

Llegamos a vivir la tierra, este verso constituye el núcleo del poema. Llegaron para fundar, después de andar, ahora aquietarse, echar raíces, el lugar para vivir, para amar, existir, morir, para construir-r Este verso se repite, aparece en las páginas pág,25.

Al corral

de Tom

de todos los mares, cruzando sus vientos

y guerras,

de todas las selvas, cortando sus ruedos

y vedas

venimos de lejos.

Llegamos a vivir la tierra.

Y más adelante:

 Desde lejos venimos a tu taberna

Tom

A vivir la tierra.

                      (pág. 47)

 

A tu taberna

Tom

 

llegamos a vivir la tierra

                                  (p.57),

Y en la página 65 

Al rancho

de Tom

llegamos cantando, cubriendo cables y leguas

hinchando todas las velas.

 Y reiterando, siempre con un gesto diferente,

 Prepara la sentina

Tom

azuza el fuego, estiba los barriles,

llena las garrafas, tira tus cartas,

tu oro entierra

que llegamos con fuerza

a vivir

la tierra.

               (Pág.75).

Nota al margen

La verdad nunca hace daño. Tratar de situar el poema dentro de la lengua, primero, segundo, en la tradición viva de la poesía dominicana; despertar a otros frente a su existencia y, finalmente, grata experiencia su lectura.

 

José Enrique García en Acento.com.do