Dentro de las corrientes filosóficas de la antigüedad, el estoicismo está viviendo una especie de resurrección o renacimiento, y esto acaso se deba a la necesidad del ser humano de hoy por procurar una vida apacible, ecuánime y serena. Resulta curioso y extraño que una filosofía tan antigua se haya puesto de moda en la época moderna. Aparecen seguidores y admiradores, y se multiplican las ediciones y reediciones de libros sobre (y de) los estoicos y el estoicismo. Existe incluso un grupo que realiza un evento mundial anual de estudio, análisis y reflexión, llamado Stoic Week, que se pasa una semana tratando de imitar –o emular– la vida de los estoicos antiguos, cuya organización recae en una institución denominada Modern Stoicism –y de cuyos miembros es John Sellars, autor del libro Lecciones de estoicismo. Filosofía antigua para la vida moderna ((2021).
El estoicismo es una de las filosofías de nuestro tiempo actual, pero tiene sus orígenes en la clasicidad griega. Sin embargo, es la vertiente romana la que adquiere notoriedad y proyección universal, y cuyos máximos representantes fueron Séneca, Marco Aurelio y Epicteto. Fueron ellos quienes postularon o abogaron sobre cómo vivir la vida, enfrentar sus adversidades, aprovechar el tiempo, controlar las emociones, atenuar las ambiciones y saber administrar las relaciones con los demás. Los estoicos perseguían, con sus ideas y estilo de vida, orientar en la búsqueda no del placer –como los epicúreos–, sino de la vida mesurada y contemplativa. Nacida en Atenas, hace más de 2 mil años, fundada como escuela filosófica por Zenón de Citio en el siglo III a. C., esta doctrina, sin embargo, adquirió mayor relieve en Roma, y hoy perdura y se actualiza, por su importancia en la vida práctica, política y espiritual del hombre moderno. Ha trascendido del ámbito filosófico a los negocios, los deportes, el mundo del coaching y la superación personal; y más aún, se ha popularizado, después que Elon Musk ha instado a practicar el estoicismo, cuando confesó que la lectura de las Meditaciones de Marco Aurelio, le cambiaron su vida. Dijo que aplica la perseverancia y la resiliencia en todas sus acciones de vida, y que enfrenta todos los problemas con serenidad, atento a las oportunidades y en calma, sin dejarse provocar por los deseos ni seducir por las fantasías y los sueños. Le ayuda a aceptar lo que es inevitable cambiar y a asumir lo que sí depende de uno mismo, a lo que el propietario de Tesla llama: “enfoque pragmático y estratégico”.
El éxito de esta doctrina se debe, en gran medida, a que vivimos en una época de incertidumbres e incertezas, acelerada y estresante. Y una buena dosis de consejos o lecciones de esta escuela nos puede librar de contratiempos, sufrimientos, emociones negativas, abatimientos y sentimientos de derrota o de pesimismo. Algunas de las lecciones morales que nos legaron los estoicos, residen en no hacernos juicios de valor o fantasías mentales y, en cambio, centrarnos en depender de nosotros mismos. Asimismo, evitar los deseos, que están siempre condicionados por percepciones subjetivas, por los instintos y la concupiscencia. Dijo Marco Aurelio: “De las cosas que existen, unas dependen de nosotros, otras no. De nosotros dependen el juicio de valor, la motivación, el deseo, la aversión… Si piensas que solo es tuyo, lo que es tuyo y que lo que es ajeno es ajeno, nadie te coaccionará jamás, nadie te pondrá obstáculos, no reprocharás nada a nadie, ni acusarás a ninguno; no harás nada contra tu voluntad, porque no te golpeará ningún daño”. El estoico pues aboga por la libertad de no preocuparse de lo que no depende de uno, y no permitir que nadie ni nada externo te afecte. “Puedes ser invencible si no entras en ninguna batalla de la que dependa de ti salir vencedor… y solo hay un camino para ello: el desprecio de lo que depende de nosotros”, afirma. Para Marco Aurelio, solo la filosofía estoica nos puede liberar, ya que nos proporciona la serenidad de espíritu como una manera de liberarnos de la esclavitud de los juicios de otros. En su filosofía de vida existen, en efecto, la resignación y la aceptación de la voluntad divina. Soportó estoicamente intrigas, conspiraciones, calumnias y usurpaciones, pero resistió, sin volverse soberbio o cruel, pese a batirse en guerra con los bárbaros, ver la muerte de seis de sus hijos y la traición de un hermano. Abogaba por aceptar, con alegría y resignación, muertes, dolores, guerras, sufrimientos y calamidades, pues todo lo que sucede, tiene un sentido en la vida, y por tanto, hay que aceptarlo como tal. También nos enseña a aceptar a los malvados e ingratos porque nos ha tocado ser parte de su mundo y de un todo, ya que todo en la vida nos viene dado como destino. La maldad y la bondad, la fortuna y el infortunio son lecciones del mundo, de las que el estoico debe tener la libertad de mirarse hacia adentro para ver el sentido real y el principio racional. Solo que el estoico debe saber cuál es su misión o su rol en el mundo, como buen creyente en el destino.
Siempre he pensado que si los políticos que caen en actos dolosos e ilícitos, en el ejercicio del poder, o que cometen actos de corrupción administrativa o de prevaricación, fue porque no aprendieron las lecciones del estoicismo, que postula la templanza, el freno a las ambiciones materiales, a la lujuria, a las tentaciones sexuales y a la ostentación desmedida. En las cárceles, los prisioneros, cuando son condenados, deberían dedicarse a leer los principios del estoicismo, y también en las escuelas, en las universidades y en el hogar. Quizás así aprendan sus lecciones y usen sus normas como ética de vida, en la utópica y difícil búsqueda de la felicidad terrenal. Leer Cómo ser un estoico de Massimo Pigliucci, Estoicismo. Una introducción a la filosofía del arte de vivir de John Sellars, o Cartas a Lucilio, De la brevedad de la vida, De la ira o De la tranquilidad del ánimo de Séneca, Meditaciones de Marco Aurelio o las Máximas de Epicteto, vendría bien a la salud espiritual y moral de las personas. Así no tendrían muchos políticos (o ex funcionarios públicos) que vivir en carne propia la deshonra pública, el escarnio y el linchamiento moral en lugares públicos.
Tanto en el filósofo-emperador, Marco Aurelio, como en el filósofo y ex esclavo, Epicteto, están las ideas cardinales del estoicismo romano. Se cree que Epicteto no escribió –igual que Sócrates—sino que sus apuntes –o vademécum— fueron tomados por su discípulo Arriano, en tanto que las meditaciones o pensamientos (que tienen el subtítulo de Para sí mismo) de Marco Aurelio, fueron sus notas personales, acaso las de un diario íntimo, que el emperador llevaba consigo en sus campañas bélicas. El primero no quería escribir (como Sócrates, Buda o Cristo) y el segundo quizás no quería ser leído por la posteridad. Una de las grandes enseñanzas morales y filosóficas de Marco Aurelio consiste en no aspirar a la gloria ni a la inmortalidad individual.
En estos tiempos oscuros son cada vez más los que buscan refugio y respuestas ante el caos de la vida urbana moderna. Esta filosofía nos ofrece principios que nos permiten controlar las bajas pasiones y resignarnos a las desgracias y dolores, que no dependen de nuestra voluntad o deseo. Nos enseña, por tanto, a gestionar o lidiar con nuestros instintos y las emociones negativas, destructivas o autodestructivas (odio, rabia, ira, resentimiento o miedo). El núcleo esencial del estoicismo nos enseña que no debemos angustiarnos con las cosas que no están bajo nuestro control. La causa de la angustia humana reside, justamente, en querer impedir o controlar aquellas acciones que escapan a nuestras decisiones, voluntades o deseos. La serenidad y la tranquilidad son, pues, los ingredientes para alcanzar la felicidad, según el pensamiento estoico. Es decir, lograr la imperturbabilidad del alma, la emocion o la razón –o ataraxia, como pedían los griegos. Como filosofía práctica, si esta corriente de pensamiento tiene tantos éxitos hoy, se debe a la comprensión de sus principios y a su aplicación en la vida diaria. Más aun, a su eficacia en la solución de problemas. De ahí que muchos tecnócratas de Silicon Valley e influencers hayan acudido a sus enseñanzas, y que las Meditaciones de Marco Aurelio haya sido un libro de cabecera para grandes gobernantes y líderes políticos. Tal vez estemos ante un neoestoicismo. Increíblemente, pero el estoicismo se ha convertido en un fenómeno de masas y en una filosofía popular, pese a su antigüedad. Hay una especie de regreso o renacimiento que marca tendencia. Pienso que la época de la pandemia contribuyó a su popularización, acaso porque postula, en su esencia, vivir conforme a la naturaleza, y porque aboga por el control de nuestros impulsos de deseo y por alcanzar la “buena vida”. Antepone como rasgo de su fundamento filosófico la racionalidad frente a las pulsiones de las emociones. Su fuerza moral es su ética. La clave de su principio consiste en el autocontrol de los deseos y la aceptación del devenir, tal y como es y no como quisiéramos que fuera. Sus adversarios dirán que el estoicismo tiene un sustrato conservador y optimista in extremis, que se fundamenta en un optimismo de la voluntad.
Otro rasgo ético es el concepto de virtud, que consiste en vivir sin ambiciones y conforme a las leyes de la naturaleza, así como la prudencia y la fortaleza, ante las inclemencias y adversidades. Muchos psicólogos hoy –no solo los filósofos–, están usando el estoicismo como método psicoterapéutico para estimular la conducta positiva y el éxito profesional, como el psicólogo escocés, Donald Robertson, quien ha dicho que en sus terapias emplea las Meditaciones de Marco Aurelio.
En esta época pos pandémica, de emergencias climáticas, guerras, crisis migratorias y pérdidas de conquistas democráticas y libertades, y cuando un mundo –o una idea de mundo y de civilización– se desmorona, y una sociedad colectiva parece colapsar, la filosofía estoica ha venido a darnos una bocanada de aliento y una luz para afrontar estos males, con serenidad, calma y cordura. El estoicismo, en efecto, nos inyecta energía, coraje y temple para sobrevivir y resistir. De ahí la pertinencia y la vigencia de esta escuela filosófica, pragmática y vital, que ha tenido enorme influencia en la actitud y estilo de vida de grandes hombres en la historia occidental. Asimismo, porque estimula el cultivo de los valores espirituales, sin caer en el culto al mero ocio, en el entretenimiento improductivo o en la evasión trascendente, terrenos fértiles donde los autores de autoayuda han hecho una mala lectura o mala interpretación del estoicismo. No es pues una simple y pueril introspección moral en la vida interior, del espíritu, sino que nos proporciona una coraza –o fortaleza—espiritual para combatir las adversidades del mundo. Y una visión no tanto para practicar el quietismo, el reposo o la pasividad absoluta, sino para la realización de una resignación activa y una convicción de la finitud de la vida. “Recuerda que nadie pierde otra vida que la que tiene, ni vive otra vida que la que pierde”, afirma Marco Aurelio. O esta sentencia más categórica, dura y sincera sobre la fama efímera: “Aquel que persigue la fama póstuma no imagina que cada cual de los que lo recuerdan morirá velozmente también. Y que, a su vez, el que sucede a aquel, morirá, y así hasta que toda su memoria se extinga, no ya cuando estés muerto, sino estando aún vivo”. En síntesis, el estoicismo hoy nos sirve de guía o manual de vida, en estos tiempos de incertidumbre, como una filosofía de profunda raíz moral, que fortalece el espíritu, ilumina la mente y ennoblece el corazón del hombre.