Leer la obra de Juan Bosch, siempre ha sido para mí una oportunidad de conectarme con la dominicanidad. Juan Emilio Bosch Gaviño, (La Vega, Rep. Dominicana, 1909 – Santo Domingo, 2001), un campesino cibaeño, que vivió en su pueblo natal junto a su familia, la idiosincrasia, costumbres, tradiciones y todo lo que engloba la identidad cultural del país, se interesó siempre como escritor en visibilizar y poner en valor el ser dominicano, usando como eje transversal la literatura en los diversos géneros que manejaba al más alto nivel.
El pensamiento de Bosch y la realidad social
Son cantidades las obras del maestro, que muestran el sentir del dominicano en todos los aspectos. Si leemos una de las que yo considero de sus obras más importantes, “Composición Social Dominicana”, un libro de historia critica de la nación, que recoge los diferentes periodos y acontecimientos, pero con otra mirada, desde el punto de vista de cómo tradicionalmente se escribía la historiografía, por parte de muchos intelectuales de la época, que todos conocemos.
Una historiografía manejada desde la mirada romántica y positivista, lo que nunca hemos sido nosotros, pero que nos han inculcado desde siempre. Las verdades construidas por el historiador han dependido de una justificación documentalista, en la que el documento habla por sí mismo, alejando al historiador de su oficio.
Es también un discurso donde los actores son los héroes y donde se pierde el sujeto a favor del pueblo, como postulaba la historia romántica europea. Este tipo de discurso historiográfico enmascara la realidad a favor de una verdad que dice proviene del documento, pero en verdad es origen de un historiador que se esconde detrás de los legajos. Los historiadores que Frank Moya Pons llama “documentalistas” (Hoy, Areito, 2014).
Dos pesos de agua y el ser dominicano
La Historia de la dominicanidad tiene sus propios relatos. Unos relatos sin ficción, ya que historia no es ficción y de eso siempre estuvo muy bien claro el Bosch. Pero será en otro momento que seguiremos hablando de esta obra mencionada, ya que el interés en este artículo, es compartir algunas reflexiones sobre el cuento: “Dos pesos de agua” de la extraordinaria obra: “Cuentos escritos antes del exilio”, que originalmente fue publicado en la Revista Carteles, el 28 de marzo del año 1937, en sus páginas 38-39 y 66-67, publicada luego en la ciudad de la Habana, Cuba, en el año 1941 y en Santo Domingo el año 1971 por la editora Alfa y Omega.
Los hechos se desarrollan a principio de 1900, en un campo de la ciudad de La Vega llamado Paso Hondo, de manera que ahí el autor nos va adentrando al contexto geográfico, dando a conocer hasta los nombres particulares y muy típicos, que los dominicanos tenemos en nuestros pueblos.
Remigia como personaje principal, es la verdadera representación de las señoras de nuestros pueblos, mujeres solas, viudas, madres solteras que crían sus hijos, cuidan sus nietos y contra viento y marea sacan sus familias delante y lo hacen con orgullo. Son muchas las Remigias dominicanas de los campos y ciudades que no le temen a la vida y sus circunstancias, esas mujeres con su fe y su confianza en los santos y misterios, no se amilanan ni se distraen.
Dos pesos de agua, trata sobre la sequía que se vivía en Paso Hondo al tener varias semanas sin llover. Los terrenos pardos se agrietaban a la distancia. Se veían enflaquecer los caños de agua y la tierra de la pocilga se estaba endureciendo. Al ver esto las personas estaban abandonando el pueblo, menos la vieja Remigia, quien siempre estaba esperanzada en que lloviera y les daba dinero a las personas que se iban para que les prendieran velas a las ánimas.
Bosch en el cuento, nos presenta un panorama de una comunidad donde la gente vive el día a día, el salir a buscar la comida para el hogar, siembra en los conucos, busca agua de los ríos con sus latas al hombro en sus animales. La vida de Remigia y sus vecinos, era una vida difícil, pero a la que se acostumbraban, digo que era difícil, haciendo una comparación con esta nueva generación, que tiene todo a un teclado de distancia, una generación del internet, de las redes sociales, de los teteos, del Uber y la inteligencia artificial. Hago la comparación para darle una mirada de conexión con los tiempos y la trasformación de la cultura, sabiendo que todo cambia, como nos doce Mercedes Sosa o como lo aprendimos cuando leímos en la primaria o secundaria, la obra: “Ahora que vuelvo Ton”.
Es un cuento que, desde su principio hasta su final, está lleno de sincretismo religioso, símbolos, rituales, creencias, tradiciones, costumbres, veneración a los santos católicos, que el pueblo venera desde lo que se ha llamado Religiosidad Popular o Vudú Dominicano. Todos tuvimos una abuela que tenía sus santos o prendía su vela, en las salas de las casas o habitaciones aún existen por tradición y fe, el cuadro de la Virgen de la Altagracia o del corazón de Jesús. A esa misma virgen de Altagracia que pidió con tanto fervor Remigia para que con su suplica ayudara pudiera llover. Leer los términos muy usados en los pueblos como: Aparejo, parihuela, conuco, arroyo, animas, loma, cosecha, bohío, aguacero, ron, varas, pocilgas, frijoles, caños, relámpago, etc.
Otro de los elementos que podemos entender en el cuento, es que Bosch poniendo en valor el tema de la religiosidad en un pueblo del Cibao, nos hace entender, que no es como muchos creen, que en la zona del Cibao o el norte del país, la práctica de la Religiosidad Popular es mínima, este contexto se da en una zona muy fuerte en fe y ritualidad, como la provincia La Vega, sede de nuestra Señora de Las Mercedes del Santo Cerro, además la madre espiritual y patrona de los dominicanos.
Remigia no había perdido la fe. Esperaba las señales de lluvia en el alto cielo.
—¡Ánimas del Purgatorio! —clamaba de rodillas—. ¡Ánimas del Purgatorio! ¡Nos vamos a morir achicharrados si ustedes no nos ayudan!
Días más tarde el potro bayo amaneció tristón e incapaz de levantarse; esa misma tarde el nieto se tendió en el catre, ardiendo en fiebre. Remigia se echó afuera. Anduvo y anduvo, llamando en los distantes bohíos, levantando los espíritus.
—Vamos a hacerle un rosario a San Isidro —decía.
—Vamos a hacerle un rosario a San Isidro —repetía.
Salieron una madrugada de domingo. Ella llevaba el niño en brazos. La cabeza del muchacho, cargada de calenturas, pendía como un bulto del hombro de su abuela. Quince o veinte mujeres, hombres y niños desharrapados, curtidos por el sol, entonaban cánticos tristes, recorriendo los pelados caminos. Llevaban una imagen de la Altagracia; le encendían velas; se arrodillaban y elevaban ruegos a Dios. Un viejo flaco, barbudo, de ojos ardientes y acerados, con el pecho desnudo, iba delante golpeándose el esternón con la mano descarnada, mirando a lo alto y clamando:
¡San Isidro Labrador!
¡San Isidro Labrador!
Trae el agua y quita el sol,
¡San Isidro Labrador!
Sonaba ronca la voz del viejo. Detrás, las mujeres plañían y alzaban los brazos.
Los dominicanos somos gente de fe, buscamos hasta encontrar, nadie nos detiene, si tenemos que acudir a los santos, lo hacemos. Recordemos que, San Isidro Labrador, celebrado el 15 de mayo, es un santo de mucha celebración en el país, patrono de varios pueblos como, como Castillo en la provincia Duarte y Maimón en Monseñor Nouel, Luperón en Puerto Plata, El Llano en Elías Piña, Clavellinas y Uvilla en Bahoruco. Además, es el santo patrón de los agricultores, del campo y sus siembras.
En el cuento, don Juan sabía que este santo no podía faltar, por su vinculación con la religiosidad y por ser al que se le pide que nos traiga agua, diferente a Santa Clara, que su función es aclarar el día y parar la lluvia. Recuerdo a mi abuela materna, cuando lavaba en la casa, y ese día comenzaba a llover, ella, buscaba una astilla de cuaba y la prendía con toda su fe, en el patio de la casa, para invocar a Santa Clara, para que aclarara el día. ¡Santa Clara, aclara el día! Decía mi abuela Matilde Ramírez, pero en el cuento, Remigia y sus vecinos pedían a San Isidro Labrador. Esa es la fe y así se expresa la cosmovisión de nuestra gente.
El papel de las ánimas
En su rincón del Purgatorio, las ánimas, metidas de cintura abajo entre las llamas voraces, repasaban cuentas. Vivían consumidas por el fuego, purificándose; y, como burla sangrienta, tenían potestad para desatar la lluvia y llevar el agua a la tierra. Una de ellas, barbuda, dijo:
—¡Caramba! ¡La vieja Remigia, de Paso Hondo, ha quemado ya dos pesos de velas pidiendo agua!
Las compañeras saltaron vociferando:
—¡Dos pesos, dos pesos!
Alguna preguntó:
—¿Por qué no se le ha atendido, como es costumbre?
—¡Hay que atenderla! —rugió una de ojos impetuosos.
—¡Hay que atenderla! —gritaron las otras.
Se corría la voz, se repetían el mandato:
—¡Hay que mandar agua a Paso Hondo! ¡Dos pesos de agua!
—¡Dos pesos de agua a Paso Hondo!
—¡Dos pesos de agua a Paso Hondo!
Todas estaban impresionadas, casi fuera de sí, porque nunca llegó una entrega de agua a tal cantidad; ni siquiera a la mitad, ni aun a la tercera parte. Servían una noche de lluvia por dos centavos de velas, y cierta vez enviaron un diluvio entero por veinte centavos.
—¡Dos pesos de agua a Paso Hondo! —rugían.
Y todas las ánimas del Purgatorio se escandalizaban pensando en el agua que había que derramar por tanto dinero, mientras ellas ardían metidas en el fuego eterno, esperando que la suprema gracia de Dios las llamara a su lado.
¿Quiénes son las ánimas?
Solo hay que leer y ver como el autor nos va conectando con la función de las animas y el contexto donde se manejan y de inmediato podemos entender sobre ellas. Desde muy pequeño escuchaba ese nombre de las animas, decían, por ejemplo: déjale eso a las animas que se lo cobre. En mi mente tengo la figura de las animas dentro de un fuego ardiente.
La devoción por las ánimas o almas benditas del purgatorio tiene origen en la creencia católica de la existencia del purgatorio. La palabra purgatorio viene del latín ”purgatorium”. Puede traducirse como “que purifica” y que deriva, a su vez, del verbo “purgare”, equivalente a limpiar o purificar. El Papa Benedicto XVI explicó el purgatorio como un estado temporal que una persona atraviesa tras la muerte mientras expía sus pecados, pues todas las almas logran acceder al cielo, ya que Dios es misericordioso y al mismo tiempo también es justo. Sin embargo, también se debe aceptar el Infierno como ese otro estado al que pueden ir las almas que durante el llamado juicio final no califican para pasar por la purificación en el purgatorio ni para ir directo al cielo. Son aquellos que mueren excomulgados. (Calzadilla, 2001).
Sobre las lluvias del cuatro de noviembre del año 2022 en Santo Domingo
Para todos los que vivimos en el llamado Gran Santo Domingo, lo ocurrido la tarde de ese viernes del año pasado, marcará nuestra memoria por siempre, sobre todo para mí, que estaba de cumpleaños. Dedico un párrafo al acontecimiento, por ciento muy fatal para todos, por toda la secuela y daños que dejó, incluyendo pérdidas humanas. Ya que nadie se esperaba ese torrencial de agua, que nos tomó por sorpresa a todos en la cotidianidad del día.
¿Será que el espíritu de Doña Remigia le entró a algún ciudadano y prendió velas a las animas hasta mas no poder y ellas nos mandaron agua por un tubo y siete llaves?
Creo que para la cantidad de agua que cayó en la ciudad, llevando el valor de la moneda de la obra a este tiempo, es muy probable que haya sido un buen billete gastado en velas a las ánimas, para que tuviéramos tanta agua en ese inicio del fin de semana, que ha pasado a la historia en la Republica Dominicana. Creo que se repitió la historia de Remigia y Juan Bosch su autor, desde su lugar de descanso eterno tendrá que escribir la segunda parte del cuento, no desde el contexto de Paso Hondo, esta vez debe ser del Gran Santo Domingo.
Reflexión final
La religiosidad popular dominicana tiene su máxima representación en las creencias, los ritos y una serie de expresiones, que forman parte de un sistema de valores simbólicos. Debido al sincretismo religioso que resultó de la unión de tres culturas diagonalmente opuestas como la taina, africana y la española. Las manifestaciones religiosas derivadas de esta combinación dieron como resultado un sincretismo patentizado por los sectores más populares que ha sido por mucho tiempo una expresión marginal, pero que cada vez cobra más interés en el pueblo. Eso lo que vemos que el autor nos muestra en la comunidad de Paso Hondo en el personaje de Remigia.
Las imágenes y figuras de la religiosidad juegan un papel importante en el devocionario del pueblo, pues es en su honor que se realizan las más ricas y diversas manifestaciones, convirtiéndose en el espejo a través del cual los creyentes expresan su fe, como herencia viva de la cultura dominicana. A si lo establece el querido profesor Dagoberto Tejeda, reconoce en la religiosidad una fuente de valores producto de la sabiduría popular y la vinculación de lo divino y lo humano cuando plantea: “Es la respuesta a la sobrevivencia que el propio pueblo recrea y crea, no sólo es un proceso de espiritualidad sino también una respuesta de resistencia, de lucha, de identidad. La religiosidad es el proceso creador del propio pueblo en un sincretismo que implica ancestros, raíces e identidad”.
Los pueblos poseen su idiosincrasia y sus particularidades, tienen su religión como expresión de espiritualidad relacionada con lo sobrenatural, conceptualizado en la división entre lo finito y lo infinito, lo profano y lo sagrado y vinculado a la cultura que define su identidad. De esta manera, cada pueblo tiene su propia cultura y sus propias creencias religiosas, la gente tiene su fe y su cosmovisión y de ahí es muy difícil sacarlos. Eso es lo que expresa esta maravillosa narración que nos ha regalado el profesor Juan Bosch, llamada: “Dos pesos de agua”, y que hemos analizado desde la mirada de la Religiosidad Popular y el ser dominicano, sabiendo que este cuento tiene mucha tela por donde cortar. Hasta la próxima.
—¡Virgen Santísima! —clamó—. ¡Virgen Santísima, ayúdame!
Pero no era negocio de la Virgen, ni de Dios, sino de las ánimas, que allá arriba gritaban:
—¡Ya va medio peso de agua! ¡Ya va medio peso!
¡Todavía falta; todavía falta! ¡Son dos pesos, dos pesos de agua!
¡Son dos pesos de agua!