La alegría causada por el triunfo de Horacio Vásquez poco tiempo después de la retirada de las tropas norteamericanas del suelo nacional, y trajo esperanzas. Esta transición se realizó en medio de luchas campesinas en el este por los guerrilleros que mantuvieron en jaque al gobierno de ocupación. Por otro lado, el nacionalismo urbano se desarrolló en algunos puntos como la capital y Santiago.

A esta coyuntura se sumó la resistencia del movimiento mesiánico liborista en San Juan de la Maguana que por razones del desarmen de la población civil llevó a Liborio Mateo a enfrentar las tropas norteamericanas terminando con su muerte en 1922. Este cuadro es el que se producía al momento de celebrarse las elecciones que llevaron al poder al antiguo caudillo Horacio Vásquez, previo la instalación de un gobierno provisional encabezado por Juan Bautista Vicini Burgos como resultado del Plan Hughes-Peynado.

Acompañado del vicepresidente Federico Velázquez, Horacio Vásquez inició su gobierno el 12 de julio de 1924, los nacionalistas se opusieron, entre ellos Federico Henríquez y Carvajal y Américo Lugo, bajo el temor de convertirse en un protectorado con Estados Unidos. Sin embargo, el festejo y la alegría no se hizo esperar por las ansias de soberanía del pueblo que vio ese momento histórico como significativamente importante en la plenitud de su deseo de libertad e independencia.

Era para este caudillo su tercer período, pues lo fue antes de la ocupación del 1916 en dos ocasiones y esta vez el panorama económico y las expectativas creadas podrían convertirse en su nuevo reto para salir airoso de la prueba. Los empréstitos y la renegociación de la deuda se hicieron parte de los primeros meses del gobierno recurriendo a condiciones desfavorables de préstamos y creando una situación de críticas a estas iniciativas gubernamentales por parte de los sectores de oposición encabezados por el Partido Progresista de su vicepresidente Federico Velázquez, aunque otros sectores se sumaron a la iniciativa.

A pesar de estas escaramuzas con su vicepresidente había estabilidad política y una situación manejable hacia lo interno de la administración del gobierno y en el país. Las inversiones en obras públicas construidas con los fondos obtenidos de los préstamos, le granjeó una simpatía popular y adhesiones al gobierno, aunque estas obras y sus fondos, estaban en manos de los norteamericanos.

Es ese período del 1926 y ante la situación de bonanza política del gobierno y la enfermedad que ya se avecinaba en el viejo caudillo, que inician entre sus allegados la promoción de extensión del período 1928-1930, anuncio público hecho por el poeta Enrique Apolinar Henríquez-Quique-, que de inmediato recibió la repulsa de importantes sectores políticos nacionales, entre ellos, los seguidores de Velázquez.

Es bueno destacar que esta extensión del período se hizo, primeramente, con el de los miembros del recién congreso electo en las elecciones de la Asamblea Revisora del primero de junio de 1926. Esos cambios transitorios modificaban la Constitución de 1924.

En agosto de 1926 es ascendido Trujillo por el presidente Vásquez a general de brigada, gozando este oficial de las libertades necesarias para actuar con las acciones y arbitrariedades que considerara pertinentes según los hechos, incluidas en estos actos, la corrupción que permitieron el enriquecimiento del jefe del Ejército como parte de su confabulación en la estrategia montada de la prolongación del período, bajo el principio cómplice; te dejo hacer y tú me protege. De su lado Trujillo aprovechaba la confrontación entre Velázquez y Vásquez, para posicionarse.

Extrañamente, el Departamento de Obras Públicas al pasar a controlarlo el gobierno, los fondos y las obras, se genera una corrupción desmedida y comienza a producirse una dislocación en el manejo del andamiaje político entre corrupción administrativa, desatención de las funciones públicas y proselitismo de la extensión del período, mal, que comenzó a correar el liderazgo del presidente Vásquez, las ejecutorias del gobierno y a sembrar un panorama sombrío en el devenir de la república, que acababa de salir de 16 años de intervención militar.

La pugna en el Partido Nacional de Vásquez por la candidatura a la presidencia en 1928 se acompañó de una crisis económica que, producto de la sequía de ese momento, impacté en la ganadería y la agricultura, en el cacao y el tabaco, a lo que se sumaron grades vaguadas con lluvias torrenciales que derribaron puentes, afectaron carreteras, viviendas, sembradíos y desbordamientos de ríos con efectos devastadores, todo ello afectó drásticamente las exportaciones y los ingresos fiscales.

La crisis fue de tal magnitud que hubo de reducir el salario en un 5% y algunos países cerraron sus consulados en el país. La naturaleza esta vez, no se puso del lado del caudillo y su partido ahondando los conflictos nacionales y los de sus seguidores, esta vez por la ambición política y la presidencia del país, como siempre.

Ante tal cuadro lúgubre, en los primeros meses del 1928 y ante un inminente vacío político, una lucha interna del partido de gobierno, una crisis política y económica de envergadura; la figura del mesianismo se hace presente y se menciona como continuador del período de extensión a su presidente, como único timón y líder, Horacio Vásquez.

Al líder, enfermo, desgastado, viejo y disminuido incluso en su propio poder mental y físico, no le quedó más camino que asumir el compromiso continuista en medio del peor momento de su gestión y con posibilidades reales de fracasar o morir en el intento por el estado de salud en que se encontraba, siendo en todo momento la iniciativa, por él desestimada, no le quedándole a su partido, otra opción, que la de sacrificar al líder, pero la razón de la política, a veces, es la peor de las razones.