Esta extraordinaria narración de madame de La Fayette (1634-1693), quien fuera dama de honor de Enriqueta de Inglaterra, se considera la primera novela psicológica y tuvo una gran influencia en la narrativa del siglo XIX en Francia. Publicada en forma anónima en 1687, La princesa de Cleves nos instala en la corte francesa de los Valois, entre 1558 y 1559, durante los reinados de Enrique II Francisco II. Con una sólida educación mundana y literaria, la autora forma parte de un grupo de mujeres cultas y refinadas (como madame de Sevigné, su amiga), que recibían en sus salones a célebres autores, como La Fontaine, La Rochefoucauld, Ménage, o Segrais, bajo cuyo nombre firmó muchas de sus obras. Esta novela analiza los sentimientos con gran precisión, algo muy novedoso en el momento.

Con un manejo magistral de la intriga, La Fayette desarrolla una teoría sobre los estragos de la pasión amorosa. Pretende con ello alertar a las jóvenes sobre los seductores que recurren a engaños para hacerlas caer en sus redes. La protagonista es educada por la madre, quien cultiva su espíritu y encauza su carácter hacia la reflexión, para hacer frente a las intrigas de la corte.

La belleza femenina, como hemos visto en muchas novelas con nombre de mujer en esta columna, entraña siempre un peligro. En primer lugar, pone a una joven en el punto de mira, lo que la obliga a estar alerta; en segundo lugar, la convierte en objeto de envidia o de codicia, tanto si se trata de un medio social humilde como de la suntuosa corte francesa del siglo XVII. Allí la joven esposa del príncipe de Cleves, nuestra protagonista, ocupa una posición de privilegio como dama de compañía de la delfina, aunque en medio de un nido de intrigas y tejemanejes.

Madame de Lafayette demuestra cómo en aquella vida refinada la mayoría de los cortesanos se inclinan por el ocio y la ambición, que los lleva a medrar a la sombra de los más influyentes, cuando podrían dedicarse al cultivo de las artes y del espíritu. Así, reinan el engaño, la infidelidad, los cotilleos y el interés morboso por la vida íntima de los otros.

El relato se organiza en cartas que dosifican la información e imprimen intensidad dramática a la intriga. Pero lo que se pone por escrito entraña un riesgo, ya que puede acabar en manos de personas demasiado curiosas y prestarse a erróneas interpretaciones. Precisamente cae en manos de la propia delfina la carta de una mujer a su enamorado y esta intenta averiguar el nombre de su autora.

Asimismo, cobran importancia hechos, aparentemente sin importancia, como el robo de un retrato de la protagonista por parte del enamorado, el duque de Nemours. No menos decisivo para la intriga es la indiscreción de quienes no solo escuchan conversaciones ajenas, sino que además las difunden comprometiendo gravemente la reputación de la persona amada.

Tales situaciones plantean una paradoja y es la dificultad que afronta en ese medio una mujer inteligente y virtuosa, para preservar la reputación que se ha labrado, pese a su cautela y capacidad de análisis. Madame de Cleves se enamora de un joven apuesto que la asedia hasta llevarla al límite. Las estrategias del joven la comprometen, tanto si habla, como si calla, pero su lucha contra el amor es extraordinaria. Si bien no ama al marido considera que, ante todo, le debe respeto y fidelidad. Lo insólito aquí es que le confíe sus sentimientos al marido, omitiendo el nombre del galán, lo que desata en él celos descontrolados que precipitan su muerte.

Madame de La Fayette muestra cómo la pasión destruye al hombre que se cree traicionado, mientras que la mujer puede poseer un gran dominio de sí misma para enfrentar los dilemas amorosos. De hecho, tras la muerte del marido, y al contrario de lo que se espera, la protagonista rechaza la proposición de matrimonio de su enamorado y opta por retirarse de la vida mundana. Esta renuncia fue interpretada por la crítica posterior como propia del jansenismo, corriente dentro de la espiritualidad cristiana, que gozó de gran popularidad en la Europa del siglo XVII, entre un sector de la nobleza.

Por otro lado, llegó a dudarse de la autoría de esta novela, ya que en una carta la propia madame de La Fayette negó haberla escrito. Esto es comprensible, en una época en la una mujer de su categoría no podía admitir haber publicado una novela.

 

 

Consuelo Triviño Anzola en Acento.com.do

Página de Consuelo Triviño Anzola