Todo existe de alguna forma, en alguna parte, aunque sea un fragmento, incluyendo lo absurdo; no importa que sea materia, energía u otro componente físico o no físico desconocido. Los mitos y relatos existen, aunque se pierdan en la memoria de los tiempos y se derramen en infinitos pedazos como símbolos de la realidad y la imaginación.  Por ejemplo el mito de la caverna de Platón sigue vigente como alegoría del conocimiento; el drama de la vida, pasión y muerte de Jesús, se replica en el pensamiento y las estructuras sociales. Los misterios que son entes desconocidos existen para los que no los conocen.

Todo lo que existe al mismo tiempo no existe hasta que lo observamos o lo percibimos. Esta es una paradoja teórica del pensamiento cuántico. Así lo hizo saber la propuesta de Schrödinger con su experimento utilizando a un gato, el cual estaba vivo y muerto al mismo tiempo. Esta teoría ha sido de interés para activar la corriente crítica sobre la interpretación de la realidad. Así hay otras paradojas que desafían supuestos y principios del mundo cuántico, tales como: teorías paradójicas sobre agujeros negros, el infinito, paradoja de Zenón, la ola-partícula, entre otras.

Muchas podrían ser indemostrables para afirmar su existencia fáctica como prefieren los métodos científicos. Alguien podría preguntar que si existe la “existencia fáctica”. Mi respuesta estaría expresada en la primera línea del presente texto y desde la demostración científica. Pero, ante las paradojas de la percepción de la realidad, el germen o la partícula de la duda aflora, porque donde existe la afirmación de lo real y la realidad, está la duda.

En mi concepción filosófica, como la de otros, nada se puede dar por sentado. La realidad se comporta como un camaleón, como un “animal galáctico” que asume nuevos cuerpos a cada instante, desde su constitución y desde quien o quienes la perciben de forma particular y social.

Todo es como una moneda de dos caras, porque si fuera moneda de dos caras, no fuera todo, sino moneda. Aquí cabe una reflexión: la moneda es, o debe ser, parte constitutiva del todo, no el todo.

Nada ni nadie es, completo, como forma individual, ni temporal y menos permanente. Sobraría la medida de un attosegundo para ya no existir como se era. Citaremos a Klein Étienne, (2005, p. 17), el cual plantea que “el presente pasa, dado que no es siempre el mismo, y que no pasa, puesto que solamente abandonamos el instante presente para encontrar otro”.[1]

El presente es un instante que solo lo prolonga la memoria. El pasado no existe, son los restos del presente atados a la fugacidad de la memoria, que luego se dispersa en la materia oscura del lenguaje. De algún modo, el pasado podría ser fuente del presente, como sostenía Aristóteles. Sin embargo, contrario a la teoría del flujo del tiempo, tanto el pasado, el presente y el futuro coexisten, según postulados de la física cuántica.

La memoria es la casa temporal del esqueleto de lo que fue presente. El presente solo es una chispa. El futuro es un desperezamiento de los restos de la memoria en los escombros del pasado, saltando el presente y proyectado a las playas de la imaginación, para vestirse de posibilidad. La imaginación: un asteroide, diáspora del inconsciente que ata sus manos al consciente con la ilusión de convertirse en posibilidad.

Pero, ¿y si somos imaginación?, como suponen algunos. ¿Si somos proyecto de un presente fugaz que se revuelca en los vestigios de una memoria cósmica sin retorno? La existencia tendría otra explicación, el lenguaje tendría otra función, la poesía sería una rebelde escapada de la materia oscura del lenguaje. Adquiere el ropaje de la lengua, para iluminar los escombros de la memoria cósmica y la memoria de todas las cosas en la naturaleza; por supuesto, incluyendo la del individuo humano.

El debate de la eternidad ha llegado a los religiosos por sus ansias, a los filósofos por curiosidad y a los científicos por escepticismo. Platón en su definición del tiempo y la eternidad decía: “el tiempo es la imagen móvil de la eternidad inmóvil”, y Aristóteles, como la cantidad de movimiento en el antes y el después. Jorge Luis Borges en La historia de la eternidad planteaba un tipo de definición como la simultaneidad de los tiempos: pasado, presente y futuro. El presente es simultaneidad, encuentro.

Alejados desde la explicación de la física, ¿qué nos hace saltar del presente al pasado o al futuro? Diríamos que podríamos compararlo con lo consciente (presente), la memoria (pasado) y la imaginación (futuro). “El pasado ha dejado de ser, ya no existe”, decía Aristóteles, pero es fuente del presente y el futuro. Si el presente existe o no existe se presenta un conflicto existencial de carácter dual. Solo en la memoria está el pasado, el presente y el futuro. Existe, explicado desde la perspectiva del Homo sapiens, no así desde una conceptualización externa. Reiteramos, algunos teóricos piensan que el presente es, y solo es, por los eventos simultáneos al individuo en forma particular. La concepción del tiempo desde lo externo, independientemente de la explicación humana, puede estar —en sí mismo— en estado de flujo; ser eterno o coeterno.

Ahora, ¿la poesía existe o es posibilidad? Creo que existe dentro y fuera de la posibilidad. Por eso es tan inescrutable el mundo de la poesía por medio de la lengua y el lenguaje. Así como en el universo, la existencia de la materia oscura o “vacía”, es replicada en la lengua y el lenguaje. Lo mismo sucederá para cualquier otra expresión artística. El arte tiene múltiples formas infinitas de ser corpus de lo posible. A ¿Cuál corpus nos referimos? Al corpus de la esencia en el arte. ¿A cuál esencia? A la naturaleza de la poesía, que a su vez fluye del rayo cósmico artístico y este a su vez de la supraconciencia universal. Se manifiesta como corpus-esencia.

Quizá, mis lectores supondrán que esta definición solo puede ser explicada desde la metafísica, ejercicio de un “pensamiento decadente” en el postmodernismo, por el predominio de la materia, la banalización de la sustancia y la emergencia epocal de tomar al dinero como nuevo dios de dioses para resolver los problemas de humanos. Una época donde la imaginación de lo posible se ha ensanchado, se ha prolongado, creando múltiples caminos infinitos para dar respuesta a la existencia y la realidad.

La verdad científica y la filosófica andan descubriendo otros caminos para estudiar o explicar los fenómenos naturales y de la existencia. Para ello, se están utilizando dos ramas o disciplinas: la mecánica cuántica y la metafísica. La mecánica cuántica intenta el abordaje de temas metafísicos y la metafísica debe suponerse que se levante del letargo que la ha mantenido por mucho tiempo fuera de la preeminencia en el pensamiento de humanos.

Quizá la verdad científica, como nunca, esté detrás de verse la cara con la verdad metafísica. Pero solo en algunos temas, porque en aspectos religiosos como la fe, no llegarían a ponerse de acuerdo, al menos en el presente estadio.

Pensamientos metafísicos del siglo XX plantean que la enfermedad del cáncer es transmisible, a pesar de que cientos de experimentos han demostrado lo contrario. Se transmite de una persona a otra por medio del trasplante de órganos y tejidos. Pero existen virus y bacterias como por ejemplo, el Chlamydia trachomatis y el virus del papiloma humano (VPH), que favorecen la formación de diversos tipos de cáncer.

En escuelas esotéricas se ha planteado que el cáncer es una enfermedad provocada por un germen que se gesta en la cuarta dimensión, en la constelación de Cáncer, y que llega a la tierra por medio de ondas electromagnéticas. Luego se habla de leyes kármicas asociadas al ego de la lujuria donde dicen que el germen del cáncer se transmite por vía de las relaciones sexuales. Esta aseveración es para caerse por la incredulidad en el jardín de la ciencia. Hasta ahora es indemostrable.

Ya por medio de la física, no cabe duda de la existencia de otras dimensiones espacio-tiempo, incluyendo la cuarta. Los individuos humanos somos seres desarrollados en un mundo tridimensional, hasta que no se demuestre lo contrario. ¿Existirán individuos en otras dimensiones?, ¿podrán cruzar el umbral de una dimensión a otra?

Que un germen venga de la cuarta dimensión, penetre a la tercera, a la tierra, por medio de ondas electromagnéticas y propicie enfermedades como el cáncer. Eso debe ser algo trascendente. Si fuera un pensador científico obcecado diría que ese es un total disparate. Pero, con la amplitud de los conceptos disponibles, productos de los estudios cuánticos, biológicos, bioquímicos y cósmicos, no me queda más remedio que parar la respiración un segundo y decir: “Si afirmo que todo preexiste, existe o posexiste”, debería, aunque no lo comparta, dejar una ventana abierta al conocimiento y a la posibilidad. Eso no me quita nada.

Pienso que todo es posibilidad y lo es al mismo tiempo y en tiempos diferentes, si el tiempo es visto como un flujo. Pero si el tiempo es una construcción humana, una ilusión…, o existe de forma eterna o coeterna, tendría que replantear mis juicios.

Mis lectores dirán ahora, ¿qué tiene que ver lo anteriormente expresado con el tema de la poesía? Bueno…, que mi ventana está abierta a cualquier forma de pensar donde la poesía podría ser conceptualizada como energía, sustancia química, acción de partículas, átomos, células, materia… Estos serían entes en la construcción de estados perceptivos de lo estético y la creación de la poesía misma como manifestación de la naturaleza.

En el presente texto se da una asombrosa dispersión conceptual y una pasmosa concentración de la incertidumbre. Cada vez se abren más espacios a la democratización del pensamiento autónomo y una tendencia al control del mismo por sectores externos. Se da una programación tecnológica y cuántica para atomizar el poder de la creatividad, utilizarla para el dominio en diferentes escalas de los productos del pensamiento.

Para ello el lenguaje del espectáculo ha surtido mejores efectos en colectivos de Occidente y está siendo utilizado por el mundo oriental, estremeciendo de algún modo su cultura, tradiciones y creencias.

Aunque el tema sagrado ha sido fuente de poder y riqueza, y lo sigue siendo, la desacralización de la moral transmitida como forma de espectáculo ha estado estimulando nuevas éticas y antiéticas.

La lengua oral y escrita, que han funcionado como registros de la memoria temporal en la materialización del pasado y proyección al futuro, pierde escenario ante las ciencias del lenguaje computacional. Los algoritmos del lenguaje, saltos y disyunciones temáticas, son propias del pensamiento analítico actual, el cual suele ser caótico, como forma de expresión, libertad e individuación. Solo es aceptable, si en los discursos temáticos menos relacionados, unos con otros, se encuentra al menos un fragmento que lo vincule y genere amplitud de los conceptos.

Hay mucho por preguntarse ante tantos espacios vacíos de la materia, la vida y el universo. El universo, en constante expansión, tiene espacios inmensamente vacíos, la llamada materia oscura. La célula, que es la unidad más pequeña de la materia viva posee gran porcentaje de espacio vacío. La palabra célula viene de dos palabras Cella=espacio vacío (latín) y Kitos =Célula (griego). También, el átomo en su estructura y constitución tiene espació vacío.

En fin, la poesía literaria es en más de un 99% vacía. Esta afirmación es un reto para el análisis crítico. Ese vacío está presente en la lengua y el lenguaje, pero también en la percepción. La presencia del vacío en la poesía permite su existencia y posibilidad de evolución y diferenciación para expandir su naturaleza y su esencia.

Virgilio López Azuán

Domingo 26 de mayo de 2024

[1] Klein Étienne, (2005) ¿Existe el tiempo? Ediciones Akal, S. A., Madrid. Pág. 17

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