El discurso poético, algunas veces, es presentado con lenguaje hermético u oscuro. Estas acciones estarían ligadas a elementos conceptuales, simbolismos y abstracciones, por solo nombrar tres casos. El de las abstracciones es el más complejo, parte de una realidad alternativa, donde se tocan honduras del lenguaje que van desde el análisis racional, hasta sondear caos y laberintos, llegando a considerarse de “buena factura” estética o simplemente descartable.
En muchos poemas de “buena factura”, hay haber códigos encriptados, leyes, enigmas y sabidurías arcaicas que han influido, a lo largo del tiempo, en grupos humanos de diferentes naciones y culturas. Desde esta poesía se transmiten conocimientos secretos, huellas de arquetipos y visiones de mundos y paramundos. Se manifiestan en escrituras metapoéticas y surrealistas, trasvasando los estados de sí mismas como poesías y como creaciones humanas.
La transmisión de arcanos mayores y menores por medio del discurso poético pudo haber tenido su origen —en estadios de configuraciones de grupos de humanos— por las luchas de poderes, religiosas y políticas. También, por prácticas alquimistas, magia, espiritualidad, espiritismos y egoísmos.
Desde el punto de vista analítico, el lenguaje sería un espejo de la realidad, y en eso se coincide con Gottlob Frege (1848 – 1925), Bertrand Russell (1872-1970), Ludwig Wittgenstein (1889-1951), quienes hicieron filosofía del lenguaje sobre la base de su formación en las matemáticas. “Wittgenstein provocó un cambio de perspectiva y paradigma en su estudio filosófico del lenguaje, donde las prioridades lingüísticas están en consonancia con la forma de vida de los hablantes.” Sostiene en el texto Investigaciones, que el significado de las palabras y el sentido de las proposiciones están en su función y su uso (Gebrauch) en el lenguaje.
Esto significa que, a la hora de escribir, deben tomarse en cuenta los posibles riesgos de caer en los “abismos del lenguaje”, que trataremos de exponer en el presente texto.
Tres términos
En el título de la presente entrega, se manejan tres términos: poesía, abismos y lenguaje. Los tres presentan grados de dificultades para su aproximación, descripción y develación de sus esencias. Pero aún más grande es el reto cuando se plantea responder al enunciado, desde enfoques específicos. Si se asume el de la estética, el discurso abriría los campos de lo bello, las emociones, sensaciones, percepciones, experiencias, con juicios de amplios alcances. Bien podrían enviarse informaciones generadoras de ondas cerebrales, con diferentes longitudes y amplitudes, que estremecerían la armonía, no solo mental, sino espiritual, de los lectores.
Si se hace desde teorías del lenguaje, primarían los aspectos conceptuales, simbólicos, abstractos, analíticos, hermenéuticos, entre otros. Se encontrarían múltiples recursos en el uso de la lengua: signos lingüísticos, palabras, frases y construcciones gramaticales. Se articularía la creación de figuras retóricas, que sus análisis abarcarían, desde las analogías, hasta las contradicciones, con sentidos de aproximación y lejanía en los campos semánticos.
El concepto de abismo
Se asume en este caso, como eje central, el concepto de abismo. Se maneja en el contexto del lenguaje como bloqueador del fenómeno poético en el texto. Se toca tangencialmente la “naturaleza” de lo poético y las implicaciones de la lengua y el lenguaje. Ameritaría reflexiones con honduras, ceder a las chispas intuitivas y armar categorías discursivas que se ajusten a la comprensión lingüística fluida, evitando excesos y defectos.
Los abismos en el lenguaje, no se tratan de aquellas encriptaciones espirituales, colocadas en mesas metafísicas o en las regiones de la supraconciencia y el inconsciente. Allí, donde algunos iniciados, portadores de llaves para acceder a la sabiduría del lenguaje “divino”, pueden llegar y percibir sus aromas y pulsaciones. Siendo así, a ese tipo de poesía pocos tienen acceso. Las ondas electromagnéticas del diamante de la poesía no podrán penetrar en algunos cerebros y transitar las redes neuronales como rayo luminoso, transmutado y mágico, por decirlo de alguna manera. No se trata de ahondar y hacer de funámbulo en las cuerdas o rayos simbólicos que transitan el espacio-tiempo con el dulce clímax de lo eterno en felicidad y en verdad. La poesía también está allí. Esto no es considerado como abismo para el presente caso. A esas utopías y transmutaciones, no se harán referencias en este texto, ni se analizarán los sentidos, como forma de pensamiento. Sería interesante, pero esta vez no se hará.
Los abismos en el lenguaje poético literario son detectados por la forma en el uso de la lengua. Estos estarían sujetos a juicios hermenéuticos y desde el análisis lingüístico (campo de investigación de la construcción textual hasta la comprensión). También, desde la filosofía del lenguaje, la cual incluye la naturaleza del significado y las referencias; las relaciones entre los hechos, lenguaje, pensamiento y el mundo, entre otros aspectos.
En la construcción lingüística se pueden producir y detectar abismos en el lenguaje. De igual manera, se produce en la limitación perceptiva de la realidad; en tanto al objeto, el sujeto y los hechos. Estos abismos permean el conocimiento, el ser, el yo, las proposiciones y el nombre. Producen una especie de vacío, en cuanto, a los sentidos expresados en sus interrelaciones con lo perceptivo. Generan un estado de incomunicación que sesga cualquier tipo de conocimiento. No se niega, en ningún caso, lo absurdo en lo literario con posibilidad estética, sino que existen quebraduras en las relaciones producidas desde la dinámica de la lengua y el lenguaje.
La poesía en el mundo de las palabras
Constatar la poesía en el mundo de las palabras puede hacerse por dos entradas: desde la lengua oral y la escrita. Toda poesía oral es intuitiva, apoyada en el ritmo, melodía, armonía y gradación, en el campo semántico; en lo referencial y el sentido de la palabra. Las décimas, sonetos y cuartetas —creados de formas repentinas— son ejemplos bien articulados de la fluidez expresiva de la lengua y el lenguaje; de la articulación, emoción, razón y actividad cerebral para ser generados. Las características de estos tipos de poemas pueden provocar, en muchos casos, la alegría estética, después de un pasmo, convertido en asombro y resuelto en risa.
La estética en los poemas con versos medidos obedece a una lógica del lenguaje con ciertas precisiones matemáticas. Los órdenes y referentes de las palabras son capaces de comunicar hechos, describir cosas y señalar nombres. Se especializa en la generación de sentidos como resultado de las percepciones. En el uso del lenguaje, esas percepciones pueden producir una isometría con el lenguaje musical y su lógica. Se expresa en lo oral de forma repentista, donde el sujeto, utilizando capacidades cerebrales, articula patrones rítmicos y melódicos, preestructurados en su cerebro, por medio de técnicas y habilidades lingüísticas desarrolladas.
En el caso del uso de la lengua escrita con rangos poéticos, la estructuración del discurso, supone la utilización de métodos lingüísticos, donde se combinan la razón e intuición. Todo, por la consecución de una arquitectura consciente de los alcances del lenguaje, de la intención del autor y la mimesis de la realidad percibida, vs. a la del hecho u objeto real. La articulación y estructuración de la lengua —que va desde lo improvisado, o establecido como norma lingüística, hasta lo más subvertidor— tienen como finalidad comunicar y trasladar al texto los reflejos de su mundo, transformado en paisajes de esteticidades. Sin embargo, por métodos para canalizar la intuición, se pueden producir expresiones poéticas. En este caso, puede ser más complejo el acto comunicativo cuando se incursiona en corrientes surrealistas u otro tipo de creaciones abstractas.
Entre una palabra y otra (con o sin) nexos, componentes y configuraciones lingüísticas para crear poesía, tanto en verso como en prosa, existen vínculos, imágenes y afinidades que brotan de un universo caótico o en orden. Las capacidades cerebrales pueden establecer mecanismos y lazos trascendentes. No es que en la estructuración de un verso el gradiente de afinidades de las palabras dentro de un campo semántico o lexical determine el encendido estético, la vitalidad diamantina, como si hubiere un tránsito molecular de la materia inerte a la viva, para el parto poético. Esto no es una condición necesaria y suficiente para que suceda la poesía. ¿Por qué? Porque, las distancias más extremas de las palabras en los campos semánticos, pueden crear poesía de alto nivel vibratorio y estético, reflejado en las figuras literarias como ciertos tipos de antítesis, paradojas, oxímoron y metáforas. Encontramos en estas figuras oposiciones o contradicciones semánticas, y al mismo tiempo, el surgimiento de nuevos lenguajes y metalenguajes literarios.
Desde el punto de vista analítico y de la aproximación a la semántica lingüística entre palabras, pueden existir abismos. Un ejemplo es el que aparece en el cuarto párrafo de este texto. Colocaremos la palabra a ser destacada en mayúscula y la cambiaremos por otra.
“Wittgenstein PROVOCÓ un cambio de perspectiva y paradigma en su estudio filosófico del lenguaje, donde las prioridades lingüísticas están en consonancia con la forma de vida de los hablantes.”
Cambiemos la palabra PROVOCÓ por REALIZÓ.
“Wittgenstein REALIZÓ un cambio de perspectiva y paradigma en su estudio filosófico del lenguaje, donde las prioridades lingüísticas están en consonancia con la forma de vida de los hablantes.”
En el primer ejemplo hay una mejor construcción lingüística. El segundo ejemplo presenta un problema de estilo. Entre las dos palabras nombradas hay un distanciamiento en su función verbal en el párrafo.
La palabra y el verso clave
En un poema hay una palabra o un verso clave. Desde allí se disparan los sentidos y los referentes que dan vida al poema. Pero deben adecuarse a los elementos (morfosintácticos, léxico-semánticos y fonológicos) de la lengua y contextos de hablantes. Puede haber un reflejo del tiempo presente del autor, una verdad incrustada y hasta una profecía. Mientras más se oscurece o se abisma el lenguaje, más difíciles son las percepciones para el lector. La palabra o verso clave puede estar en cualquier lugar del poema y funcionan como puerta abierta a una mejor comprensión textual. Su naturaleza es facilitar la comunicación, principalmente cuando se utiliza un lenguaje con difícil acceso.
La palabra o el verso clave aludido tiende a ser escondido y no revelado por el escritor. Ambos son portadores de la analogía del poema con la esencia comunicativa del tema que sería interpretado por el lector. El autor se lo deja agazapado como un recurso de posesión que le transfiere sentimientos del poder de erudición, donde afloran los egos. El lector tiene que hacer un esfuerzo intelectual en búsqueda de los posibles referentes temáticos y de sentidos del poema. Es una de las características de los abismos del lenguaje. Resulta, entonces, en una propuesta estético-comunicativa con tendencia al vacío conceptual.
No existe poema alguno que no sea un acto referencial, analógico o re-creativo de una metarrealidad, realidad, desrealidad o abstraccionismo. Es en la escritura de esa palabra o verso que se pueden ahondar los abismos del poema. Se hace más oscura y más literal, la intención comunicativa del autor.
En una poesía hermética la percepción sensorial no es tan relevante como lo conceptual o simbólico. Más bien, en cierta medida lo simbólico tiene predominio ante lo sensorial y conceptual para algunos. La colocación por parte del autor y la identificación por parte del lector, de la palabra o el verso clave en el poema, abre las puertas al campo sensorial, conceptual y simbólico en diferentes grados. Cuando se dan los tres eventos perceptivos al mismo tiempo, el impacto estético es simplemente estremecedor. Ahora bien, en el arte abstracto, en algunas de sus manifestaciones o géneros, se tiende a la búsqueda incesante de lo conceptual. ¿Qué quiere decir el artista? ¿Cuál es el mensaje de la obra? Le asalta al espectador la siguiente expresión: “No lo entiendo, pero está bonito(a)”. Es en ese momento en que se pone en primer plano la captación del primer estado, el sensorial, provocándole placer al lector en el caso del arte literario. Quizá esto sea el resultado de la armonía, el ritmo y hasta el caos mismo, al interior de la composición literaria. Pues, como se ha dicho, lo poético hace florecer sus esencias en el más perfecto caos, fractal, armonía, paz, acto u objeto horrendo.
En el poema, un verso cacofónico, de “mal sonido”, puede rozar lo sensible provocando placer estético, como son los casos de ciertas aliteraciones. Leamos estos ejemplos clásicos: “El ruido con el que rueda la ronca tempestad” de José Zorrilla (1817-1893), “Los claros clarines de pronto levantan sus sones”, de Rubén Darío (1867-1916) y “Ay, si las palabras fuesen solo un suave sonido…”, de Vicente Aleixandre (1898-1984). Esta figura retórica podría interpretarse como un juego de palabras, y lo es, pero la intención del autor es casi siempre provocar efectos sónicos —independientemente del sentido—, tentar esas percepciones en el receptor. Pareciera que el sonido viajara en ondas con la misma frecuencia y amplitud. ¿Dónde estaría el abismo estético o del lenguaje rítmico? Lo encontraremos en una nota altisonante, o disonante. En el caso del lenguaje literario, se puede apreciar en una o varias palabras que alteren significativamente la frecuencia fónica, sintáctica, semántica o la intención comunicativa del autor en su contexto.
Una imagen desde lo ficticio, imaginable, no descartable
Al leerse un texto poético o de otra naturaleza, el cerebro activa sus mecanismos de percepciones, análisis, abstracciones, simbolizaciones, etc., los cuales no son iguales para todas las personas. Estaría sujeto a diferencias individuales: emocionales, racionales, conceptuales, capacidades neurocognitivas, plasticidad sensorial, entre otras. No es que en el cerebro pensante y sintiente se derrumbe la torre de Babel y que reine el caos, que no se entienda nada o que todos crean sus referencias y sentidos a partir de sí mismos. No es eso. Es por la complejidad individual y social de los humanos.
Hay poemas de estilo oscuro que tienen un manto tendido sobre el texto, de difícil lectura y exploración de sus esencias para el gran público. Están dirigidos a cerebros y mentes que manejan ciertos tipos de lenguajes encriptados. La emoción estética para esos lectores, está precisamente en los enigmas que de ellos subyacen, como se ha entredicho.
Presentar una paráfrasis realizada por un profesor universitario —de un caso simbólico, pero no descartable— podría ofrecer luz al tema en cuestión. Imagínese en la calle Las Damas de la Zona Colonial del Santo Domingo de hoy. Vayamos en el tiempo, cuando la esposa del virrey Diego Colón, doña María de Toledo, salía a pasear por esa calle, frente al Alcázar o Palacio del Primer virreinato de América. Se le llama a esa calle, Las Damas, porque salían las damas de la corte también. Seguro, que no salían solas. Con ellas iban esclavas negras a sus servicios para cuidar que sus vestidos largos no se les ensuciaran. De repente, de los embarcaderos, de las riberas del río, llegaban unas cucarachas a la calle. Seguro que doña María de Toledo, al verlas, tirará un brinco por el susto y buscará refugio, esquivando las benditas cucarachas. Así podría ser la reacción de una dama de la élite monárquica española.
¿Qué harían las esclavas a su servicio? Lo primero es que no podían reaccionar igual que su ama. Sería igualarse a ella. Debían haber construido rangos sensitivos diferentes por su estado de dominación. No se asustarían, y solícitas, irían a apartar los apestosos insectos. Al paso siguiente, en la historia del tiempo, los descendientes de esas esclavas negras, negros también, se asustarán al ver una cucaracha y harán el mismo gesto que la esposa del virrey.
Como se aprecia, el tiempo, la cultura, el contexto…, “construyen” diferentes estados de percepciones sensoriales, emocionales y hasta intelectivas. El desarrollo de esas capacidades acompaña a la creación o percepción estética. El cerebro, al evolucionar en etapas de socialización humana, incorpora maneras de reaccionar según su contexto. (Continuará).
Domingo 14 de julio de 2024
Publicación en Acento: No. 111
Virgilio López Azuán en Acento.com.do