Un colectivo de artistas plásticos de Azua ha presentado una exposición de pinturas en el Centro Cultural Héctor J. Díaz en esa provincia sureña. Uno de los participantes es Juan Ramón Patricio y lo hace con dos pinturas llamativas para los visitantes: “América” y “Sistema cerrado de tradiciones”, donde el pintor muestra un excelente manejo de la técnica y el sentido de las imágenes. En ambos cuadros existen aproximaciones al cubismo y al simbolismo, presentando diversas vistas del mismo motivo tratado. El espectador no lo percibe de manera inmediata de forma integral, buscando la secuencia, armando las piezas ni dando giros en pleno acto de desciframiento. El caos, el estado de horror y la indefinición del todo en el cuadro, no lo permiten. Tendría que hacer secciones en la pintura y centrarse, de esta forma construiría un concepto de la historia en sus diferentes matices. En “Sistema cerrado de tradiciones”, la vuelta a una de las características del cubismo está presente en la imagen de un sacerdote católico sin cabeza con una especie de rosario simbólico entre sus manos. De ese rosario no pende un crucifijo, sino una especie de barco de velas, una careta o una imagen capaz de soportar otras definiciones o interpretaciones.
“América”
En este texto nos detendremos en un solo cuadro, en el llamado “América”. El lanzamiento estético del artista lo hace motivado por un cemí taíno, elemento totémico en las creencias de los aborígenes de Quisqueya. Tal figura designa a una deidad o espíritu ancestral, el cual era invocado en caso de enfermedades y en rituales adivinatorios.
Las técnicas utilizadas por el artista, sus escisiones y sentido simbólico, como vía para interpretar los múltiples mundos gravitantes en la pasión de los trazos, los matices y las formas, alcanzan dimensiones reflexivas en un choque de civilizaciones. Busca una expresión sincrética de fragmentación, construcción o aniquilación de identidades étnicas, impactadas por poderes hegemónicos. Expone lo horrendo, el misterio, y sobre todo, los mundos de seres oprimidos, dominados por los mitos, las creencias, el fetichismo y el poder.
Si un observador de la pintura de Patricio se planta con una mirada proyectiva, encontrará un lenguaje de capas superpuestas que bien pueden ser separadas. Es un cuadro elaborado con la técnica acrílica sobre tela, en un formato 30” x 40”, donde el rastro del cubismo aflora en dos capas, principalmente en la de abajo y en la superficial, mientras que el simbolismo está presente en toda la pintura. Podría existir una capa más lejana o una fuente, desde donde se proyecta una luz o fuego en dos posiciones, en la capa más lejana y en la segunda, y está representada por el color amarillo. Este color, presente en todas las capas, funciona como un reflejo del misterio interior, de la fragua de la imagen en sentido general. Podría tener la funcionalidad generativa de las incisiones en el cuadro o ser el respaldo simbólico de espiritualidades ancestrales.
Sin lugar a dudas, las luces están colocadas detrás, como si la imagen pictórica, en sentido general, quisiera protegerlas, haciendo que las capas funcionen como escudos. Contrario a lo que pueda pensarse, en vez de liberadoras o protectoras, las luces están resguardadas. Necesitan de interceptores para ser develadas en plenitud —y muestren verdades y esencias— ante lo horrendo presentado por las imágenes escindidas en cada capa.
A diferencia de algunas pinturas del tenebrismo barroco, donde el foco de luz venía desde el frente y el fondo era oscuro, en “América” el foco de luz viene de atrás y el fondo no es tenebroso, el cual está parcialmente oculto a partir de la segunda capa. Patricio trae al espectador contenidos temáticos de características míticas, mágico-religiosas e históricas, temas presentes en géneros antiguos y en el barroco.
Una característica relacionada con la expresión de la pintura neoclásica, es la siguiente: la figura del cemí fragmentado en la primera capa, aparece más remarcada comparada con las imágenes de las siguientes capas. Eso acentúa la importancia del cemí en el lenguaje de las formas y la esencia de un pasaje mágico-religioso a destacar.
La pasión por los trazos
En muchas líneas de contornos hay luces y en otras sombras, porque imágenes de los planos de abajo penetran a los planos superiores, figurando una realidad generalmente caótica. Uno de los focos de luz viene de forma diagonal parecido a los utilizados en el barroquismo. Las luces y las sombras se superponen, los contornos están formados por trazos muy finos o difuminados y otros con ribetes iluminados. En algunos casos no se quiere dejar rastros del pincel, apareciendo figuras opacas, casi ocultas.
Lo profundo como concepto —de las dimensiones físicas de las imágenes— no es lo primario para la expresión plástica del pintor. Se privilegia el plano sobre el plano. La búsqueda de lo profundo está más en lo simbólico que en el trazo. Subyace el desmembramiento de la opresión, la libertad subyugada; la meticulosidad del trazo a partir de un ojo plástico, permea las dimensiones incluidas en cada capa. Una lectura a partir de los trazos tratando de interpretar todo el caos presentado, es el viaje de capa en capa, como si el observador penetrara a nado las procelosas aguas de un mar agitado. Lo primero en encontrarse sería una puerta mágico-religiosa, representada por la imagen base, que es el cemí taíno; inmediatamente después, el paisaje de lo horrendo u horripilante: personas en pleno antro opresivo, esclavitud, fragmentos de cuerpos, moscas, larvas, huellas, coronas, cadenas, grilletes, fierros, candados, alambres, arigones…
Palabras en la pintura, ¿riesgo o acierto?
En la parte inferior del cuadro “América” aparece la siguiente palabra: Moenippvs. A veces la inclusión de letreros en una pintura suele ser riesgosa, aunque pueden señalarse aciertos. Es que una palabra puede ser guía para reducir la plasticidad del lenguaje estético, convoca al espectador a la descripción fáctica. Moenippvs aparece en la parte baja de la primera capa en una cinta o corona. ¿Qué significa esto dentro del lenguaje pictórico de “América”? Nos remontaremos de nuevo al barroco. El gran pintor Velázquez, entre 1639 y 1640, pintó su famoso cuadro Menipo y le colocó la inscripción Moenippvs. Este cuadro sirvió para decorar la Torre de la Parada, un pabellón de caza de Felipe IV de España situado en el monte del Pardo, cerca de Madrid. Menipo fue un filósofo cínico de Grecia (siglo iv a. C.-siglo iii a. C.) que sirvió de inspiración a Marco Terencio Varrón, Luciano Samosata, Erasmo de Róterdam y Bartolomé Leonardo de Argensola.
El pintor azuano Juan Ramón Patricio retoma la inscripción Moenippvs del cuadro de Velázquez y el espectador se preguntaría ¿Por qué lo hace? ¿Qué agrega al marco simbólico del cuadro? ¿Qué relación guarda el cuadro “América” con el de Menipo? Si no agrega nada, entonces no tendría sentido que apareciera allí. Velázquez recreó a Menipo en su figura de cuerpo entero, vestido de mendigo, con la desilusión de “conocer las vanidades y posesiones mundanas”. He sudado razones buscando la explicación simbólica y solo se me ocurre plantear una hipótesis lejana. ¿Estaría relacionada la inscripción con las “vanidades y posesiones mundanas” atribuidas a los estilos de vida de los conquistadores y las ansias hegemónicas de la Corona Española? A partir de aquí se abren otros umbrales para otras interpretaciones de la pintura. Solo deseo dejar la hipótesis en vuelo como un punto de apoyo para futuras disquisiciones.
En ese mundo semiótico del cuadro “América”, cada imagen representa conceptos útiles para servir como hilo conductor del gran drama de América. Refleja la alteridad del artista con relación a los demás participantes en la exposición, quienes presentan obras de importante valor pictórico, mezclando el realismo, el paisajismo, el misticismo y otros estilos. Patricio es el único expositor que se apoya en lo histórico y cultural con un lenguaje de abstractos y fragmentación.
El simbolismo de las moscas
En el cuadro “América”, en diferentes capas, aparecen moscas. Precisamente, en un ojo del cemí hay dibujada una de ellas. Los hombres de ciencias han realizado experimentos con estos insectos y han encontrado su gran capacidad para el escape. Poseen habilidades de reacciones instintivas, capaces de anticiparse 200 milisegundos antes de despegar porque utilizan información visual que les advierten del peligro.
Quizá lo simbólico de la aparición de la mosca en el ojo del cemí podría ser la visión de las ansias de libertad del oprimido, de salir de esos mundos plasmados en la obra, para superar lo horrendo y lo opresivo. Esas criaturas de un mundo subalterno producto de la incursión del hombre europeo en tierras caribeñas en los siglos XV y XVI están allí representadas.
En otras partes aparecen las moscas, incluso agrupadas. ¿No sería que las moscas rebelan el estado putrefacto del lugar? Debe observarse un detalle, mostrado por el pintor, hecho de una forma consciente o inconsciente: las moscas pintadas son muy parecidas a una variedad de mosca de la isla de Santo Domingo. Nos referimos a la Mosca Metálica (Lucilia caesar), un díptero de la familia clifóridos, la cual se alimenta de néctar de flores y de sustancias líquidas de excrementos y cadáveres. Todo el proceso del “Descubrimiento, evangelización y conquista de América” fue caracterizado por horrendos crímenes, pestes, muertes masivas y aniquilamientos, lo que supone cadáveres descompuestos e insepultos, pudiendo ser la mosca el insecto más asociado a los organismos en estado de descomposición.
Imágenes en las huellas
En la pintura estudiada quizá lo más importante son los detalles, aunque la sutileza del manejo de las figuras empuja a un esfuerzo visual, al acercamiento, al deslumbramiento cuando se supone haber visto una u otra imagen. Al pie de la obra aparecen unas huellas, una al lado de la otra. El estudio e interpretación simbólica de las mismas serían motivos suficientes para generar otro esfuerzo crítico. Se harían a partir de la huella del hombre europeo, sobre esa impronta dejada a su paso por el continente americano, o la huella del aborigen y el africano, quienes ofrecieron resistencia a un sistema cultural ajeno a sus tradiciones, creencias y maneras de vivir juntos.
Si el espectador centra su mirada en el interior de las huellas aparecidas en el cuadro, podría observar otros mundos pendidos, otras batallas humanas presentadas de forma difusa, como asimismo, ha sido muy difusa y tendenciosa la historia contada del periodo colonial, donde muchos héroes son villanos y muchos villanos son tratados como héroes. Solo tenemos que darnos un vistazo por el drama del capitán Aragonés Francisco de Villalpando y Juan Sebastián Lemba.
En conclusión, tenemos en el cuadro “América” de Juan Ramón Patricio, un importante aporte a la plástica dominicana, el cual podría servir de marco para una interpretación de parte de nuestra historia. Mucho mejor, algunos críticos de arte pudieran inferir sobre el presente del ser caribeño actual, en la búsqueda permanente de posibilidades y reafirmación.
El autor es escritor y educador
30 de abril de 2023
Virgilio López Azuán en Acento.com.do