El pasado 18 de enero cumpliría Gilles Deleuze cien años; a pesar de las traducciones, estudios y comentarios, sólo una pequeña elite conoce y se interesa por los aportes revolucionarios de este pensador que asumió la inmensa tarea de cuestionar a filósofos fundamentales del pensamiento occidental, como Platón y Kant. De paso, junto a Féliz Guattari, propuso también una crítica Freud por lo que consideraba conservadurismo en el psicoanálisis.
Esquivar el presente, evadirse de la simultaneidad paradójica de la existencia, el acto perfecto de la rebeldía, acudir a la ceremonia Seppuko del guerrero Samurái, menos aceptar el sentido ilógico de una enfermedad catastrófica que sin honor nos lleve al mismo resultado: El sinsentido de la muerte. Tal vez era mejor probar altura desde un séptimo piso una tarde de París, en 1995. Así lo hizo Gilles Deleuze, en los rizomas del aire, girando en su propio ritual de los trastocamientos.
Deleuze, fue toda su vida profesor, nombrado en la Universidad de París ocho enseñó allí toda su vida, y dedicó sus reflexiones a la ontología que se evidencia en la Lógica del sentido y Diferencia y repetición. Fue, además, un profuso escritor sobre el pensamiento de otros filósofos, en particular Nietzsche, Kant, Hume, Spinoza, entre otros.
La muerte autoinfligida de uno de los más importantes filósofos de la posmodernidad, desde esa fecha hasta hoy ha generado discusiones en torno a la pregunta sobre la coherencia entre su obra y el suicidio. Con solo setenta años y a veintiséis de publicarse su Lógica del sentido, nos preguntamos sobre la simultaneidad del devenir, esquivar el presente, la razón de que Alicia no crece sin empequeñecer, como esboza en uno de sus prólogos.
Siendo una voz fundamental para la reflexión filosófica, asomando en algunos pensadores light de moda, parece pasar inadvertido en un momento en que, como él profetizó, habría que volver a plantearnos cual es la razón del filosofar, sobre todo hoy en que el filosofar se solapa con otros discursos ¿Qué es, entonces la filosofía?
Crítico de la ortodoxia freudiana, habla sin embargo desde el psicoanálisis, como se puede apreciar en el Antiedipo y Capitalismo y esquizofrenia, escritos a dos manos con Félix Guatari. Considera al psicoanálisis cauteloso frente a su propio descubrimiento. Al convertirse en una herramienta (¿psiquiátrica?) restrictiva de la pulsión, pugnando para que esta se organice en función del orden capitalista. La limitación de la “perversidad polimorfa” y la postergación del deseo va aparejada con la aceptación de la ley.
El sujeto, entonces, no es dueño de su propio deseo, como tampoco lo es del resultado de su trabajo en el capitalismo. Sin embargo, otro filósofo contemporáneo, Slavoj Zizek, plantea otra mirada: el psicoanálisis no propone al analizante un método para alejarse de su deseo sino la asunción de la falta del Otro. Este Otro en mayúscula entendido, desde la perspectiva lacaniana, como el orden simbólico que media entre yo y otro.
Esta crítica deleuziana al psicoanálisis ha dado como resultado decires que parecerían plagios del pensamiento de Deleuze y posturas trascendentales y fijas que niegan sus tesis del movimiento y la diferencia.
Sus comentaristas plantean que la filosofía de Deleuze es anti platónica y pro nietzscheana. La mirada teórica que no busca la verdad, sino que en su lugar procura la evolución hacia la no-trascendencia, talvez una verdad de un sujeto en devenir. De este modo se funda su principio de inmanencia. De allí su interés en Spinoza que según él era inmanantista porque defendía una sustancia, en oposición al trascendentalismo platónico.
Si la realidad cambia y fluye, entonces se dimensiona el concepto de diferencia. conocemos las cosas por lo que nos son. en tal sentido la identidad no existe sino con relación a la distinción de lo otro. La repetición no aparece en la realidad sino en los conceptos. La repetición encubre la diferencia. La repetición es una máscara. La realidad es movimiento y singularidad. No hay imperativo inmóvil.
No hay sujetos sino máquinas. Esa visión de la máquina disuelve al sujeto. Una máquina no es un individuo, puesto que puede ser muchas cosas en medio de la producción y el deseo. Otra vez se critica a Freud y a Marx. La historia es una fuerza que se apodera de la máquina.
Diferencia y repetición representan una ruptura con la filosofía occidental. La diferencia estuvo subordinada a la identidad, al sujeto. Pero Deleuze separa la diferencia de la identidad, y la asume como la fuerza generativa. La diferencia virtual y diferencia actual. La primera representa el potencial de ser, que para el autor significó una revolución en el pensamiento occidental.
Volver a Deleuze en momentos en que es paradojal la renuncia a los trascendentales, corroídos como estamos por lo banal evanescente. Una vuelta critica pero solemne a un pensador fundamental para comprender la estructura rizomática que hoy parece inconsistente, no tocar ningún punto. Prácticas sociales tan abiertas que dejan de ser sociales.
El morir tiene un sentido en el devenir, afirmaba Deleuze. Quizás un 18 de enero, en Paris, buscó ese sentido.