Sé que el título de este artículo parecerá más bien una proclama desde algún punto de poder político, más aún cuando apenas en estos días estamos estrenando ministro al frente del sistema de educación preuniversitaria. Pero cualquier momento es tiempo propicio para publicar estas ideas, en las que creo firmemente. Vale decir aquí que he sido maestra en todos los grados de nuestro sistema educativo, incluida el área andrológica.
Gobierno tras gobierno, ministro tras ministro, han transcurrido las últimas décadas exhibiéndose toda una larga galería de intentos -unos por demás razonables, otros francamente disparatados- de avanzar en las condicionantes que rodean el proceso enseñanza-aprendizaje y sus frutos. Cada uno de los cambios implementados, sin importar su grado de acierto, osadía o errática acción ha conllevado una voluntad de trabajo, un esfuerzo que en cada caso es justo reconocer, sin importar partidismos.
Durante los cuatro años de gobierno del antiguo partido revolucionario la vicepresidenta fue a la vez la ministra de educación, Milagros Ortiz 2000-2004. Ángel Hernández fue parte importante de su equipo fungiendo como Viceministro de Docencia desde donde impulsó el que hoy día se yergue como uno de los más logrados estamentos de la educación dominicana; hablamos del Inafocam, Instituto de Formación y Capacitación del Magisterio, que había sido creado pocos años antes, durante el primero de los tres periodos presidenciales de Leonel Fernández. En efecto, la Ley General de Educación No. 66’97, en su artículo 222, dispuso la creación del Instituto de Formación y Capacitación Magisterial como órgano descentralizado de coordinación para la capacitación de maestros.
Desde que fue designado Ministro de Educación el doctor Ángel Hernández no ha desperdiciado ocasión de referirse a la conveniencia de retomar el Pacto Nacional de la Reforma Educativa en la República Dominicana (2014-2030).
La ley reconocía a las antiguas escuelas normales -en una de las cuales había estudiado yo de adolescente, bajo la Congregación del Padre Poveda ‘Formador de Formadores’ en Santiago de los Caballeros- como instituciones de educación superior; sin embargo, no creó la Institución que confiriera la base legal estatutaria, por lo que se mantuvo en un limbo jurídico, y por consiguiente entró en proceso de transición, hasta el año del próximo cambio de gobierno cuando la ordenanza 1-2000 creó finalmente el organismo. De ahí que le correspondiera al doctor Hernández la asunción de su despegue definitivo.
Con la puesta en vigor del Inafocam entró nuestro sistema educativo al nuevo siglo XXI. El antecedente inmediato de alta reforma había sido el Plan Decenal de Educación 1992-2002 que había formulado como una de las metas primordiales la formación de docentes. Pero en otro artículo nos referiremos a ello. La Ley General de Educación 66’97 estableció en su artículo 129: ‘’Se crea el Instituto Nacional de Formación y Capacitación del Magisterio, como órgano descentralizado adscrito a la Secretaría de Educación y Cultura y tendrá como función coordinar la oferta de formación, capacitación, actualización y perfeccionamiento del personal de educación en el ámbito nacional. Para el cumplimiento de sus finalidades y funciones coordinadas con todas las instituciones de educación superior y otras de carácter científico o cultural, sean estas nacionales o internacionales. ’’.
Como parte del proceso de identificación del Plan Estratégico de INAFOCAM 2003-2007, se inició una serie de modificaciones estructurales y de reajustes que duraría varios años. En el 2003 tuve la oportunidad de dirigir por unos meses el Departamento de Edición y Publicaciones. Entonces era muy notoria la falta de instrumentación y aún de objetivos claros para su funcionamiento… Paulatinamente el Inafocam se fue adecuando a las demandas de institucionalización y a los cambios que fueron teniendo lugar en el sistema educativo dominicano. Una de las principales y definitorias de aquellas etapas la constituyó la ordenanza 5’2004 en apoyo al cumplimiento de la misión para la que fue creado el organismo.
Desde que fue designado Ministro de Educación el doctor Ángel Hernández no ha desperdiciado ocasión de referirse a la conveniencia de retomar el Pacto Nacional de la Reforma Educativa en la República Dominicana (2014-2030). Se trata de un punto de vista de gran alcance racional el dirigir los esfuerzos hacia la conclusión de un camino que, a ocho años de su anunciado término, no sólo fue ya trazado y diseñado en su momento con la participación de todos los sectores de injerencia importante del país, sino que desde su inicio logró de hecho un avance definitivo en cada una de sus propuestas.
A partir de aquel Pacto Educativo suscrito en abril del 2014, bajo el desfile de diferentes mandatarios, han sido numerosas y evidentes las reivindicaciones cumplidas y que es justo reconocer. Hoy el maestro dominicano y los directivos del sistema gozan de unos niveles de salarios dignos, se han mejorado las prestaciones del servicio de salud, es significativa la inversión del Estado dominicano en formación inicial y a nivel de posgrado, a través del Instituto Nacional de Formación y Capacitación del Magisterio (INAFOCAM), amén de haber cumplido con otros pendientes compromisos consignados en el Pacto. En una segunda parte de este escrito abundaremos sobre este importantísimo tema.