Aline, novela romántica del escritor suizo Charles F. Ramuz (1878-1947), fue publicada en 1905. Esta bella narración sorprendió por la sobriedad y precisión de su prosa a la hora de presentar la vida campesina de la Suiza de la época. Y es que, para Ramuz, fue esencial el redescubrimiento de la simplicidad y autenticidad del mundo natural que lo rodeaba, valores que, incorporados a la conducta humana, a veces resultan fatales.

Si la naturaleza impone sus reglas invitando al esparcimiento y al goce de los sentidos, las gentes se rigen aquí por la disciplina del trabajo, del esfuerzo y del sacrificio, necesaria para arrancar los frutos de la tierra. Pero no todo es tan claro para algunos, especialmente para las mujeres jóvenes cuya tendencia parece aquí ser la de dejarse llevar por el instinto.

En su exposición del ambiente rural, el narrador se detiene en una pareja de jóvenes, Julián y Aline, que un día de verano regresan a casa charlando después de las faenas del campo. Él, con la hoz en la mano, asedia a la muchacha para forzar un encuentro en la noche. Ella se debate entre el deseo amoroso y el deber.

Tras esta escena, la mirada se desvía hacia la madre de Aline, una mujer trabajadora, que ha tenido que sacar adelante a la hija sin ayuda de un marido. Con sentido claro de lo que está bien y lo que está mal, no se plantea otro propósito en la vida que seguir trabajando hasta morir. De la hija espera la misma conducta, pues no concibe que pueda desviarse de las normas familiares ni de las enseñanzas del Catecismo.

Aline, que no ha cumplido los dieciocho años, se deja llevar por el deseo, pone en duda las normas y acepta encontrarse con el joven. A su lado experimenta tanto el miedo como la felicidad del cortejo amoroso. La estrategia de seducción es en la novela un ejercicio del poder masculino. Además, ella es pobre, mientras que él goza de una situación económica que le permite ofrecerle regalos y pedirle a cambio demostraciones de amor.

Cuando la sorprende en falta, la madre le recuerda a la hija que el corazón no manda. Pero el amor, advierte el narrador, crece como una hierba escondida y trastorna los razonamientos. Es lo que le ocurre a Aline, que cede a sus deseos y acaba siendo burlada y abandonada, no ya por haber sido débil, sino por su pobreza.

La naturaleza resulta implacable, tanto en la manifestación del instinto, como en el estallido de la vida. Entre alaridos, como puntas de roca, y murmuraciones insidiosas, viene al mundo el bebé de Aline. La madre es fuerte y asume los hechos, ocupándose de la hija y del nieto.

Pero en la obra de este novelista suizo la naturaleza destroza siempre a los débiles. El dolor por la muerte del recién nacido es mayor que el sufrimiento por la traición del amante. Para la joven Aline, el suicidio se presenta como única salida. Con ello también derrumba a su madre. Mientras, la vida sigue para el resto de los campesinos de la zona, que celebran la boda de Julián prescindiendo de las penas ajenas.

Ramuz es hoy, para nosotros, un novelista olvidado; la vida literaria es también así de dolorosa. Ahora bien, esta hermosa novela sobre las mujeres pobres en el mundo campesino, tan bella en su dureza y tan cruel en su planteamiento como la misma naturaleza puede serlo, nos devora por dentro mientras la leemos sin poder abandonar el libro.

Consuelo Triviño Anzola en Acento.com.do

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