Recién ha salido el número 69 de COLOQUIO, Revista de Artes y Humanidades de la Universidad del Azuay, la cual es dirigida y editada por el poeta, editor, gestor y crítico cultural Cristóbal Zapata (Cuenca, Ecuador, 1968), quien además ha sido curador y director ejecutivo en varias ocasiones de la Bienal de su ciudad natal.

La publicación ostenta una estampa impresionante en sus doscientas páginas: nítidamente impresa en papel satinado y a todo color y editada con esmero, línea por línea, al milímetro. Y un contenido considerablemente denso y abarcador, distribuido en un Pórtico, un Editorial y 4 divisiones: Dossier “Poéticas del cuidado”, Coloquio con la Cultura y las Artes, Coloquio con la comunidad universitaria y Campus Nostrum (fotografía y reseñas).

Engloba temas variados, dentro de su esquema: Ética (nuevos paradigmas, cuidado de lo no-humano), Antropología, Lengua, cultura cuencana, literatura ecuatoriana, Fetichismo y Religión, Arquitectura y Urbanismo, Turismo, Ambiente y Ecología, Biología y Agroecología, Medicina, Diseño, Administración, Economía, Mercadeo, Leyes, Educación, Estudios Internacionales, Música y Artes Escénicas, Fotografía, Pintura, Dibujo… Encauzado todo ello por entrevistas, lecturas, diálogos, crónicas, testimonios, traducciones, poemas, ensayos, cuentos. Entre sus firmas, la revista cuenta con auténticos especialistas en las materias que analizan y desarrollan, desde filósofos, filólogos, ecologistas, jurisprudentes, ambientalistas, tecnólogos y expertos en sistemas computacionales hasta estudiantes.

Ciertos textos no son fortuitos, sino deliberadamente insertos. Como indica su director en el Editorial, “El número 69 de nuestra revista no podía pasar por alto el rito erótico que evoca la cifra. Para celebrar el deseo invitamos a tres poetas que se han sumergido con igual destreza y frecuencia en sus aguas: Roy Sigüenza, Aleyda Quevedo y una vez más, a León Félix Batista.

León Félix Batista leyendo poesía en Cuenca, Ecuador, 2015.

Y para que nos cuenten los cuentos de los juegos y ceremonias eróticas en la infancia y la vida adulta convocamos a Lucía Arízaga, Edwin Alcarás y a Oswaldo Encalada, que ya no es solamente autor sino personaje de esta edición, pues va y viene por sus páginas, siempre campante. También Diego Jadán-Heredia tributa al tema con un magnífico acercamiento a la filmografía de Luis Buñuel.” Igual podría decirse de la magnífica aportación de la argentina Teresa Arijón acerca de intrigante escritora brasileña Hilda Hilst, “Santa Hilda, pornógrafa del arte”.

Aparte de mi poema en la sección “La palabra precisa / Poesía y Microcuento” (un fragmento de Mosaico fluido, Premio de Poesía Emilio PrudHomme 2005), también comparto la sección “La mirada de los otros / Visitantes extranjeros de Cuenca” con la artista visual Anna Gimein (performer americana-española nacida en San Petersburgo). Se trata de brevísimas entrevistas acerca de nuestras experiencias cuencanas, vividas cuando viajamos, cada uno en su momento, a esa capital de la provincia ecuatoriana de Azuay.

El contexto de mi paso por Cuenca es un tanto más amplio que lo manifestado en ese diálogo, necesariamente limitado por el espacio. Abundo: desde el 2014 me habían enviado la invitación a participar en la quinta edición, en noviembre del siguiente año, de un evento literario bianual ya célebre: el Certamen de Poesía Hispanoamericana Festival de La Lira. Durante casi una semana, debatiríamos sobre el estado de la poesía escrita en castellano, leeríamos nuestros propios poemas en distintos escenarios y atestiguaríamos en vivo el veredicto de un concurso que premiaba con 30 mil dólares al mejor libro de poesía publicado en los dos años anteriores, más un accésit con 5 mil dólares.

Pero el 7 de septiembre de 2015 (justo el día de cumpleaños de mi hijo), estrellé mi automóvil contra un árbol, me estalló el ojo izquierdo y me partí la columna vertebral en tres pedazos. Así que, cuando pude, escribí a mis anfitriones comunicándoles que no asistiría. Sin embargo, ignoraba que los editores habían enviado a participar en el certamen mi libro Música ósea (Cascahuesos, Arequipa, 2014), que para colmo resultó ser uno de los 12 finalistas. Los organizadores me insistieron en que, de todas formas, intentara ir, dado que uno de los requisitos ineludibles era recibir el premio en persona. Vaya dilema. Mis médicos, no obstante, luego de una tercera cirugía, me permitieron hacer el viaje, bajo ciertas condiciones y cuidados.

Fui, vi y no vencí (el ganador fue el peruano Willy Gómez Migliaro, con un libro soberbio), pero tuve momentos inigualables compartiendo con grandes poetas y amigos como Olvido García Valdés, Mario Montalbetti y María Auxiliadora Álvarez, por mencionar a pocos. Las fotos de aquel encuentro confirman mi quebradizo estado de salud y mi robusto interés por la poesía.

A continuación, lo preguntado y respondido a la revista Coloquio, publicado bajo el título de “Un canelazo para entibiar el cuerpo”:

¿Cuándo visitaste Cuenca y por qué motivo?

Estuve de visita en Cuenca a finales de noviembre de 2015, invitado al V Certamen de Poesía Hispanoamericana Festival de La Lira. Fue una de las situaciones más curiosas que me hayan ocurrido jamás, porque recibí la invitación muchos meses antes, y luego resulté elegido como finalista al premio, de modo que hubo doble regocijo. Así conocí una ciudad sorprendente, me reencontré con amigos escritores y conocí otros muy interesantes.

 

¿Cuál fue o es tu impresión general de la ciudad?

Alguna vez, respondiendo a una pregunta en una entrevista sobre en qué ciudad o país me gustaría vivir, de no vivir donde vivo, mencioné sin titubear a Cuenca como uno de esos lugares posibles. Ello porque me quedé fascinado por su evidente riqueza material y natural, conviviendo, respectivamente matizándose, y esta combinatoria repercutiendo en la calidad humana de su gente y en su alto nivel educativo y artístico. En Cuenca pude percibir lo que implica residir en un espacio paradisiaco sin alejarse demasiado de la civilización en sus más altos estándares. Está rodeada por ríos claros y de gran caudal, posee un centro histórico espectacular, tiene un clima favorable y una historia cultural y arquitectura admirables. Creo que sería muy feliz si pudiera pasar el resto de mis días en Cuenca.

 

¿Tienes algún recuerdo especial de la ciudad que quieras compartir con los lectores?

Muchos recuerdos especiales en verdad. El principal es que conocí la ciudad en el momento más crítico de mi existencia, pues apenas habían pasado dos meses y algunos días en que casi perdí la vida por un accidente de tránsito. Aun así, me urgí a mí mismo a realizar aquel mi primer viaje luego de convalecer tras tres intervenciones quirúrgicas. Y entonces, sentí la calidez de la ciudad y de su gente, contribuyendo a superar mi fractura espiritual y física. Me sentí acogido, redivivo, renovado, como quien bebe un canelazo para entibiar su cuerpo.

 

PD1: El canelazo es una bebida alcohólica de color ámbar con especias y caliente, que se consume en la parte andina de Ecuador, pero también en Colombia, el norte de Perú y Argentina, especialmente durante la temporada navideña. Su principal ingrediente aromático es la canela (de ahí su nombre), cuyas ramitas se infunden durante 40 minutos en agua caliente con panela (bloque de azúcar hecho de jugo de caña de azúcar) rallada. El promedio de la temperatura en otoño en Cuenca oscila entre los 55 y los 65 grados Fahrenheit.

PD2: La revista se puede leer completa en el siguiente enlace:

https://revistas.uazuay.edu.ec/…/col…/issue/view/135/171