Leer es una actividad mental que permite viajar a lugares inimaginables, remotos, interactuar con personajes irreales, ignorar la soledad que trae consigo algunas etapas de la vida. Solé (1999, P.37), Colomer (1996, P.7) y Camps (2006, P.11) la ven como un proceso interactivo entre el lector y el texto en el que se construye e interpreta significados, se realiza con diferentes intenciones, objetivos vinculados a las experiencias que posee el lector, su práctica recurrente produce cambios neuronales que influyen en la sensibilidad para erradicar prejuicios que permanecen en el subconsciente y que fueron transmitidos por antepasados.

Se lee para seguir la trama de cualquier género, analizar de acuerdo con el contexto en que se produjo la historia, investigar alguna temática de interés, aprender o sencillamente para pasar el tiempo en momentos de ocio. La lectura es una aventura que se emprende al pasado o al futuro en distintos puntos geográficos y que fortalece las destrezas comunicativas en cualquier etapa del lector. Es clasificada por Cassany, Luna y Sanz (2003) por niveles: codificación, comprensión, retención, análisis y valoración, el lector se sumerge en el texto sin ubicar su nivel de lectura, simplemente disfruta la lectura.

Quien lee naufraga en historias sin importar el género y sin que sea su finalidad desarrolla habilidades que posibilitan una mejor comunicación oral y escrita. No hay dudas que se atraviesa por todos los niveles de lectura, recaba información, interpreta y reflexiona sobre el contenido del texto y su estructura según Langer, citado por Zorrilla. Lo anterior estará sujeto a las vivencias, habilidades, intención con que lea y cómo se enfrente el texto al momento de procesarlo.

 La lectura crítica o profunda es el último nivel, en este se forman los juicios propios, se realizan las interpretaciones personales, la identificación con los personajes y el lenguaje del autor.

En el primer nivel está la comprensión literal, donde el lector trabaja con dos capacidades: reconocer y recordar; mientras la reorganización de la información ocupa el segundo nivel de comprensión, en este se realiza un ordenamiento de las ideas e informaciones mediante los procesos de esquematización y síntesis. El inferencial es el tercer nivel para comprender lo que se ha leído, ocurre cuando se activan los conocimientos previos, se formulan hipótesis sobre el contenido del texto a partir de las claves que este proporciona. Este tipo de comprensión permite la interacción entre el texto y el autor; es un proceso continuo que va llenando los vacíos, se detectan los lapsos, se hacen conjeturas, se comprueban o se desechan las predicciones, se interpreta realmente el texto afirman expertos.

En el nivel inferencial es el idóneo para que el docente estimule al estudiante a predecir resultados, inferir el significado de las palabras desconocidas de acuerdo con el contexto, inferir el efecto de determinadas causas, entrever la causa de determinados efectos, inferir secuencias lógicas, inferir por el contexto el significado de frases hechas, interpretar el lenguaje figurado, prever otro final, recomponer un texto variando un hecho, un personaje, una situación, etc. (Catalá)

La lectura crítica o profunda es el último nivel, en este se forman los juicios propios, se realizan las interpretaciones personales, la identificación con los personajes y el lenguaje del autor. Es aquí donde el buen lector hace deducciones, expresa opiniones, emite juicios, juzga, critica el texto.

En síntesis, la lectura es la mejor compañía en momentos de ocio, ahuyenta los demonios internos que emergen en noches turbulentas, convierte a los humanos en personas empáticas y su práctica continua incrementa el acervo cultural del lector. Posee la fuerza de cambiar la esencia de un guerrero en una persona apacible, según Irene Vallejo (2019), y aunque en sus inicios fue una actividad de aristócratas, con el paso del tiempo se extendió a la clase popular, convirtiéndose en un quehacer placentero.

 

Minerva González Germosén en Acento.com.do