Recuerdo que cuando fui estudiante de nivel primario y de nivel secundario los profesores de lengua española y de historia tenían como parte esencial en su planificación realizar actividades de comprensión lectora con sus alumnos para fortalecer el conocimiento (literario, lingüístico e histórico), y de esta manera lograr un desarrollo educativo significativo. Las bibliotecas de las escuelas siempre estaban pobladas y los círculos de lecturas eran comunes. 

En estos nuevos tiempos resulta casi un milagro encontrar las bibliotecas de las escuelas con estudiantes o profesores. Ya no son bibliotecas, sino cementerios de libros olvidados como puntualizó Carlos Ruiz Zafón en su novela La sombra del viento. Si entramos a las bibliotecas nos encontramos con libros abandonados pudriéndose en los anaqueles sin jóvenes o docentes dispuestos a darle el valor que se merecen. 

Pero lo más lamentable es que generalmente la mayoría de los docentes de lengua española no tienen vocación por la lectura, y es esto lo que ha llevado a decaer en gran manera que los estudiantes no pongan en práctica este ejercicio, que es tan importante para su desarrollo intelectual. No hay que ser un genio para deducir que, si el maestro no tiene competencia lectora, eso mismo enseñará a sus aprendices, y es por eso el círculo vicioso no tiene interrupción.

Sabemos que no solo en las escuelas se debe trabajar para que los estudiantes desarrollen el hábito de la lectura (el núcleo familiar, indiscutiblemente es el más importante) pero si los docentes no se empoderan y ponen en práctica diferentes didácticas para el fortalecimiento de la misma, lamentablemente estamos contribuyendo a arrojar jóvenes a la calle con una deficiencia preocupante (lectora, comprensiva, escritural y por supuesto: analítica), que tendrán serias dificultades a la hora que ingresen a formarse en la educación superior. 

Esta deficiencia lectora se manifiesta en términos generales en el primer semestre o cuatrimestre en la educación superior y si no se fortalece a medida que se van formando, el resultado finalmente será: cientos de profesionales con una deficiencia alarmante que se verá reflejada a la hora de ejercer sus carreras. 

Es bueno tener claro que un profesional: no importa de qué carrera sea, debe en primer orden, tener hábito por la lectura sin importar el género que prefiera leer. Esto le permite lograr ser una persona dispuesta a investigar y fortalecer por medio de la lectura las debilidades que pueda tener y no simplemente hacer lo que los demás le dicen, porque como profesional no tiene dominio de esa información. 

La educación dominicana debe ser mejorada desde sus inicios, si en verdad queremos tener desarrollo. De lo contrario a medida que pasen los años tendremos profesionales con menos competencias ejerciendo carreras para las cuales no están preparados. Si se evalúan los docentes, en general, para no solamente enfocarnos en los profesionales de lengua española, saldrá a relucir  el bajo nivel de lectura que poseen, y esto es lamentable.