Algunos de los poemas más famosos de José Mármol —por la frecuencia con que han sido antologados— y que gozan de la propia predilección del autor —por lo mucho que los lee en público—, como son «Esquicio del vuelo», «Poema 24 al Ozama: Acuarela», «Al nombre de alguna mujer», «Otra vez un poema», «Bolero del vencido» pertenecen a su libro La invención del día, publicado originalmente en 1989 por INTEC, tras haber ganado el Premio Nacional [de la República Dominicana] de Poesía Salomé Ureña en 1987. Cuarenta y un poemas en prosa —incluyo en la suma el poema-prólogo del autor—. Su tercer libro. Su consolidación como una voz portentosa y rompedora en la historia de la poesía dominicana. El poemario fue reeditado en España por Bartleby Editores en el año 2000 —esta edición es a la que he tenido acceso—, con un prólogo del escritor barcelonés Eduardo Moga.

Perseverante en el mosaico temático con colores metafísicos de sus primeros textos, el poeta se desplaza, en cambio, hacia una sintaxis escuetísima y una ortografía y dicción personales, libérrimos en este libro —con su singular empleo del punto y seguido, la desaparición de mayúsculas y la modificación de palabras mediante prefijos de negación—, recursos que aparecen desde el poema-prólogo que abre la colección, firmado con sus iniciales e intitulado «Balada del unicida»:

el que surge. el que atrapas. es el poema inesperado. el que ya existe. el que se desnace para hacerse absorto en cada lectura. en cada ser. el que salió de lo inacontecido para un noser continuo en el claro estoy de cada sido. ése es el poema en estallido. ése es el poema que me anuncia en la denuncia de quien lee. ése es el poema. único. el que nos encarna. nos exilia. reincorpora y destroza en lo denso de un vacío. (2000: 14)

Los verbos a los que se añaden unos prefijos, digamos, inesperados tienen que ver con la existencia, el devenir, el tiempo: «des-nace», «in-acontecido», «no-ser» (se repite en otros poemas). Verbos implicados en una trama ontológica, en un horizonte de temporalidad, que le interesan demasiado al autor como formulación de un leitmotiv en su escritura de aroma filosófico, interrogador.

Moga interpretó la sintaxis de Mármol como una, fracturada, en la que hay conflicto deliberado entre sonido y sentido, un «lenguaje paradójico […], tenso hasta el esguince» que «revienta el verso desde dentro», una lógica incendiada, una pretensión de racionalidad desde la música del poema, ámbito donde las formas pueden ser sucedáneas de la materia (Mármol, 2000: 11, 12).

En efecto, esas formas, esas aparición y apariencia del poema como «oración de incertidumbre. el único despojo no incinerado» se nos presentan desde una voluntad de escrutinio del propio acto de escribir. Llama al poema «superficie de un hoyo interminable». Por este camino que busca luz donde solo hay «certitud del misterio» se llega a una valoración trágica de la experiencia. El poema como lo único que queda después de la derrota, después de la perplejidad, después de saberse indefenso en la plenitud de la oscuridad. Mientras la tercera estrofa de «Balada del unicida» se explaya sobre el uso del punto en el libro, no se trata solo de una explicación de índole sintáctica, sino también de un anuncio de duda, temblor, disección, sangrado, fatalidad, «último suspiro», en fin, del tono amargo que se escucha en los textos posteriores, donde reitera con urgencia los pesares entonces recientes de la muerte de su padre y no ya solo la cavilación abstracta de la muerte y del «noser».

La singular puntuación de La invención del día ha merecido una vasta consideración crítica. La académica francesa María Poumier exalta e indaga en la calidad de esta técnica en su ensayo «El Oriente y la invención del punto en la poesía de José Mármol». Hipostasia un minimalismo de raíz sufí en el poeta. Lo vislumbra en diálogo y deuda con una dilatada tradición literaria que reconcilia a América Latina con el gnosticismo oriental.

[…] los poetas importantes son los que dejan en su estela mitos rejuvenecidos, y sólo llegan a serlo si son inventores, es decir, si impactan en su momento con prácticas estilísticas que logran arañar la modorra de sus lectores, convertirse en un aguijón que brutalmente les empuja hacia delante, los mueve a dar un brinco vital, con todo el ser, hacia otra conciencia del mundo y de sí mismos, convertidos ya en un nuevo cuerpo espiritual; sólo si nos admiramos ante la tecnología de determinada escritura, es que nos volvemos defensores y propagadores de ciertos creadores nuevos. Nos detendremos brevemente en una particularidad de la poesía de José Mármol, que se podría llamar la «invención del punto». A nivel teórico, sabemos que busca la reducción al mínimo, la metafísica del aforismo y el fragmento paroxístico. Pero además tiene muchos poemas que desenvuelven la retórica contagiosa del punto. Son lancinantes, obsesivos, punzantes. […]

El punto genera, en la meditación marmoliana y marmórea, universos y vida, y en dinámica centrífuga, es uno de los nombres del amor, como se observa durante la lectura, abundante en imágenes de la proliferación feliz. Veamos ahora adonde llega el poeta por la otra vía de la exploración del punto, la habitual, la de los matemáticos, que abren el vértigo de la nada al definirlo como «el espacio insecable», y madre de la línea, el punto átomo, densidad máxima de la abstracción y la reducción a la esencia, lejos de la corpulencia de la estancia (del ser distanciado de todo estar): al último suspiro, a la muerte, de la cual, desde el principio, se nos ha recordado que es la otra cara necesaria de la vida. hay una escuela expresiva más cercana a nuestra tradición que ha desarrollado con abundante encarnación poética la totalidad que abarca el punto, y es el sufismo. En la poesía de los sufíes están glosados los términos equivalentes e igualmente centrales dentro de una perspectiva teológica y mística, que podemos relacionar con el punto […].

Reintegrar el sufismo entre las corrientes que dan vida y fuerza a la cultura latinoamericana es decisivo, pues el sufismo fue un sincretismo en su momento, y es una poética liberadora que conviene al gusto contemporáneo, tras la saturación por lo agresivo maniático de las recetas que los ismos nos han inculcado hasta un punto dogmático; además, tiene la particularidad de reclamar ser considerado (y esto vale como ley para todos los que a ello se quieran sumar), como método y doctrina y «experiencia del fuego» a la vez […] Creemos que las Antillas tienen vocación particular para resucitar el sufismo. Puntualicemos: el sufismo es una cultura que encontramos, semi consciente, en Dulce María Loynaz y en Lezama Lima, para mencionar solamente a los antecesores inmediatos de José Mármol. (2005: 168-170)

Si la lectura de Pomier, en busca de la causa, es la de un creador que nos ha mostrado una novedosa «tecnología» de la forma que abriga remotas inquietudes místicas, al poeta español José Ángel Cilleruelo le interesa el efecto de esa voluntad formal convertida en pausa, subversión del ritmo y de las convenciones de la lengua. Así, la poesía de José Mármol […] ha encontrado una conjunción perfecta entre la experimentación en las formas y el pensamiento poético que en ellas pueda encauzarse. […] [Sus] transgresiones singulares, mínimas en apariencia, consiguen un efecto sorprendente tanto sobre la materia sonora del poema leído en voz alta, como sobre la materia tipográfica del poema leído impreso; un efecto doble que condiciona, y cómo condiciona, la aparición de lo expresado en su seno.

Ese mínimo gesto sonoro, sumado a la alteración de las jerarquías tipográfico-sintácitas, impide la trabazón lógica y sistemática de lo expuesto, sometiéndolo a una exposición sincopada, yuxtapuesta, deshilada y desjerarquizada que es, me parece, la primera característica del pensamiento encarnado en la poesía frente al pensamiento pautado de la filosofía. (2000: 6-7, como se cita en Ardavín, 2005: 80)

Para Cilleruelo queda claro que el decir de Mármol se nutre de un interés reflexivo, pero sobrepasa el territorio de lo expositivo. No permanece petrificado en el ámbito frío de un sistema o discurso. El poema está lleno del pensar, tanto como lo está de subjetividad y de «indagación rítmica» (2000: 6-7, como se cita en Ardavín, 2005: 81).

En los ya mencionados y célebres poemas «Otra vez un poema» y «Esquicio del vuelo» veo, por la preeminencia del simbolismo visual de una flor y del vuelo de un pájaro, al adolescente que quiso ser pintor antes que poeta o filósofo. Años más tarde, al declarar Mármol que:

La poesía es suspensión y exposición de la lengua, su dicción y su silencio, su enunciación y su vacío, de la misma forma en que la pintura es suspensión y exposición de la mirada. (Mármol, 2023: s.p.)

se comprende que, en efecto, hay en él una visión armónica de los textos poético y pictórico.

En ambos textos el poeta se detiene en dos imágenes que representan la simpleza cotidiana de la vida, y establece un nexo entre la naturaleza, la caída mítica del ser humano y el acto de crear arte y literatura. Como ha señalado el escritor dominicano Bruno Rosario Candelier,

El más íntimo anhelo del poeta [José Mármol] es aprehender la trascendencia de las cosas transitorias e inmanentes y captar el fondo metafísico de lo aparentemente trivial y anodino, restituyéndole una marcada relevancia a esa dimensión oculta de la naturaleza de todo lo existente […] Desde su más profundo yo, desgarrado por tantas apelaciones anonadantes y contradictorias, el sujeto lírico otea el universo y las cosas que acontecen en su entorno. La palabra es para él medio y fin para aprisionar y rehacer sus angustias y obsesiones. (Ardavín, 2005: 69)

Referencias:

Ardavín, C. X. (ed.) (2005). Anatomía de un poeta. Aproximaciones críticas a José Mármol. Ediciones Librería La Trinitaria.

Poumier, M. (2005). El Oriente y la invención del punto en la poesía de José Mármol. En Maryse Marie-Joseph, República Dominicana ¿tierra incógnita?. Centro de Investigación-Archivos Latinoamericanos, Universidad de Poitiers, CNRS.

Mármol, J. (2000). La invención del día. Bartleby Editores.