Birdsong is not made by machines. (Feelinghetti)

Ayer, en las horas terminales de esta larga noche, recordé uno de mis sueños:

“Siete lunas después, la semilla iluminó el camino hacia el campamento de luciérnagas en el valle de las mil cumbres y los espejos invisibles.”

La Inteligencia Artificial (IA) nunca podrá registrar el recuerdo de un sueño. Por ende, la IA tampoco podrá registrar la secuencia onírica:

“Y los cuerpos intactos en el agua flotan en medio de toda esta sangre, algunos nos cuentan por abajito que la culpa la tienen los chacales: las otras almas, las que patean la piedra sagrada sin piedad. Nosotros en cambio lanzamos la jabalina con serenidad a través de lo desconocido en el mundo de los vivos.”

Retomando el hilo de la visión anterior, la IA no podrá recuperar esta memoria:

“Y hemos sido testigos de una última batalla: un puñado de lechuzas cantaba sin cesar por noventa días. En el sueño desean  el instante en que nos tocará desgarrar los ojos saltarines del mamotreto cubierto de una docena de chapitas altisonantes.”

De esa misma manera podemos decir: la IA no tendrá una lírica pesada estilo Tokisha o un flow relajante como el de Peso Pluma. Y mucho menos podrá emular la voz de Sonia Silvestre o replicar las hazañas musicales de Catarey o Kraftwerk.

Igualmente, la IA no podrá intuir el sentido de “golforgihisjurylegs” u “onomassofmancynaves”, dos palabras inventadas por James Joyce el siglo pasado. La IA tampoco podrá entender el sentido de palabras taínas como “areito” o “maguey” cuyas raíces etimológicas hicieron la travesía por el mar desde tiempos inmemoriales hasta la modernidad.

Lo más probable es: la IA no podrá recordar este instante del sueño:

“Y el silencio empujó la brisa fresca: el silencio despertó las ánimas. Por algo será que fluyen intermitentemente–es la historia de fluir en el océano y no volver atrás. Y te acompañarán en este viaje caribeño-latinoamericano las conchas, los guijarros, las burbujas acuáticas, los arrecifes de coral, las cáscaras de naranja lima, las ostras y una fila larga y deforme de botellas vacías.”

O tal vez le será imposible a la IA contar las vivencias del barrio mezclada con la experiencia sonora-psicodélica de Luis Terror Días como lo hizo Aurora Arias en su cuento Invi’s paradise o en el caso de Yuderkys Espinosa titular una confesión personal y manifiesto decolonial en forma de poemario Laquevuelve. Pero aún más difícil sería para los algoritmos titular una novela Chapeo o escribir una novela tan breve, potente, chula, disidente y dulce como el melao, en un medio tan hostil (Santo Domingo) como lo hizo la activista trans y artista del performance Johan Mijail.

En cuanto a ¡cámara! y ¡acción!, la Inteligencia Artificial se queda muy pero muy corta. Osea, no podrá convencer ni expresar dolor como Buster Keaton o hacernos reír y bailar perico ripiao como en las películas de Ángel Muñiz o reconstruir las páginas ocultas (ignoradas adrede) de la historia popular y los orígenes de una rebelión antiesclavista, por ejemplo.

La Inteligencia Artificial nunca podrá escribir ni reflexionar acerca de África como lo hizo de forma tan magistral Binyavanga Wainaina y sabemos muy bien la razón del asunto.

Y por más esfuerzos que ponga, la IA nunca podrá inventar el lenguaje secreto de las redes de comunicación del exilio antitrujillista en Caracas, La Habana, Puerto Príncipe, San José, Ciudad de Guatemala, París, Nueva York y San Juan.

Asimismo, ponemos en duda que la IA pueda hacer predicciones luego de leer el fondo de una taza de café:

“Y en un momento, les tocará a los seres ocultos cargar los barriles de bambú y serán testigos del fuego, testigos del fuego fugaz trazando una cola efímera en el silencio sideral.”

Fuera de la historia y de la vida misma, las Inteligencias Artificiales nunca podrán (ni querrán) denunciar los bancos de sangre o el imperialismo como lo hizo nuestro Narciso González (Narcisazo), último desaparecido político del régimen balaguerista.

Basado en todo lo dicho y hecho, la Inteligencia Artificial nunca podrá concluir el sueño que tuve esa noche larga que se repite:

“Y al final las llamas se elevan y aterrizan en las costas vecinas, en sus ojos se refleja la furia; derriten los barrotes y las manecillas gigantes del reloj; vaticinan la libertad en medio de las olas y cargan en contra de las muchedumbre que dibujan las nubes, las nubes: escondite y morada de las legiones descoloridas, guarida de los ejércitos invasores en nuestro mundo de espejos invisibles.”