La maestra e investigadora Reina Rosario ha publicado un libro que lleva por título Raíces de la identidad dominicana (Cocolo Editorial, 2020). El ejemplar que tengo en mis manos es la tercera edición revisada y ampliada. Reina Rosario es historiadora y también tiene estudios en Antropología cultural, así que sabe lo que hace en este complejo tema de la identidad. Del libro lo que me interesa es la concepción de identidad que subyace y los aportes que realiza en el tema.

La autora no construye un concepto propio de identidad cultural, sino que toma el concepto de la Unesco que dice así: «la identidad es el sentido de pertenencia a una colectividad, a un sector social, a un grupo específico de referencia. Esta colectividad puede estar por lo general localizada geográficamente». Luego, la autora se decanta por un parafraseo más amplio de la noción en estos términos: «la identidad es una condición humana que consiste en la diferenciación que una persona es capaz de hacer entre él y los otros individuos con quienes se relaciona socialmente y se hace consciente de esta diferencia» (p. 20). Aquí vemos como la investigadora pasa de una identidad cultural o colectiva a una identidad individual sin diferenciarlas y criticarlas.

En la misma página pluraliza su noción de identidad y la desarrolla acercándola a la cuestión de las fronteras: «para establecer cualquier tipo de identidad, es necesario también establecer la frontera de esta, y los límites. Es decir, la identidad implica un acto de identificarse como algo y con algo». Luego, apela a «los elementos materiales y espirituales que las hacen únicas y diferentes».

La identidad de Reina Rosario.

En la página siguiente aborda la multiplicidad de la identidad y sus dimensiones (étnico racial, nacional, regional); además del llamado «principio de alteridad» que es la base de su diferenciación. Esto en la página 21 en donde asume, finalmente, el concepto de identidad cultural de la UNESCO como un «conjunto de valores, tradiciones, símbolos, creencias y modos de comportamiento…» que cohesionan un grupo social. A partir de estas nociones, no es raro que pase a definir los conceptos nación, patria, patriotismo y nacionalismo; es lo que se espera de la mirada historiográfica sobre estos tópicos comunes.

Ya en la macroestructura del libro, divide los capítulos bajo esta definición de identidad en la que muestra los tres componentes «étnicos raciales» que conforman el conglomerado nacional y un capítulo de llamado a la cohesión a partir de las palabras del fundador de la patria; apela a que se acepte la riqueza de nuestra diversidad étnica ya que somos mulatos, negros y blancos con unos toques de otros grupos humanos migrantes y sus culturas. Es consciente la autora de las dos visiones de la identidad en el pensamiento dominicano: la hispanista excluyente y rígida y la visión de la identidad incluyente, abierta, en movimiento (p. 267). Opta por la segunda frente a la primera.

El libro, en su tercera edición, es una apuesta por una historiografía crítica del pasado dominicano en el que las voces excluidas se incorporan a la narrativa sobre nuestra identidad cultural. Así que este esfuerzo es bien recibido y aplaudido. Entendemos que es un texto para la divulgación, dirigido al público general y estudiantil y como tal debe ser juzgado.

Como señala Quisqueya Lora, es un libro que acepta el reto de replantear lo ocultado en la historiografía dominicana en torno a la constitución de la identidad nacional y que asume el legado de historiadores de la talla de Franklin Franco Pichardo, a quien debemos mucho en la recuperación de la historia del negro y el mulato en la sociedad dominicana.

En el texto de esta autora, a quien no conozco personalmente, prima el ala estática de la identidad, la del pasado o la visión de la historia sobre la identidad cultural. Ello a pesar de que recupera, someramente, la visión duartista de la diversidad de los grupos humanos y la nación. Ojalá la autora continúe estas reflexiones sobre la identidad dominicana y deje a un lado lo que hay de historiadora y adopte lo que tiene de antropóloga cultural, es decir, se permita mirar el ala dinámica, reflexiva de la identidad cultural o nacional.